“Quiero presentarme. Mi nombre es Uriel Antonio Vallejos, sacerdote nicaragüense, perseguido por el régimen (de Daniel Ortega y Rosario Murillo)”. Así comenzó el clérigo originario de la Diócesis de Matagalpa un emotivo mensaje, la noche de este domingo 21 de enero, presentándose ante la feligresía que le ha sido encomendada en su exilio, ahora como residente en la Parroquia San Isidro Labrador, en el cantón de Vásquez de Coronado, provincia de San José, en Costa Rica.
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Al final de la misa de las 6:00 p.m., antes de impartir la bendición, el todavía párroco de la Parroquia Jesús de la Divina Misericordia en Sébaco, Diócesis de Matagalpa, agradeció la hospitalidad de la feligresía costarricense y les dijo: “de todo corazón, les pido que me cuiden, porque a lo mejor anda algún ‘sapo’ por acá, como decimos en Nicaragua, algún infiltrado”.
Sapo es un término despectivo que los nicaragüenses usan para referirse a quien consideran adulador, servil y soplón.
“¡Cuídenme, que yo estoy para servirles, para amarlos en este país que tanto lo quiero!”, dijo el padre Vallejos.
El sacerdote compartió con los feligreses costarricenses detalles impactantes sobre los ataques del régimen Ortega Murillo a la Iglesia, persecución por la que por lo menos 97 sacerdotes de la Provincia Eclesiástica de Nicaragua —según datos verificados por Mosaico CSI— están fuera de Nicaragua, por destierro, exilio forzado, expulsión, y negativas de ingresar al país después de algún viaje.
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Esa cantidad de clérigos forzados a salir de Nicaragua equivale al 20 por ciento de los sacerdotes que había en el país en 2020. Según esos listados, verificados por Mosaico CSI, la Diócesis de Matagalpa ha perdido al menos al 40 por ciento de su clero, incluyendo a cuatro sacerdotes que murieron en 2020 y 2021, así como uno que abandonó el sacerdocio.
“Es la Diócesis más golpeada”, apuntó el padre Vallejos.
Un dato que reveló el padre Vallejos es que son 19 sacerdotes nicaragüenses los que están en distintas Diócesis de Costa Rica.
“Quiero externar mi agradecimiento a la Conferencia Episcopal (de Costa Rica), en la persona del señor arzobispo, José Rafael (Quirós), y también al Padre Mario por recibirme y destinarme, yo le digo, en esta catedral. ¡Qué fachentos ustedes! ¿verdad? ¡Qué bello templo!”, dijo el sacerdote nicaragüense. El interior de la iglesia San Isidro Labrador tiene los colores azul y blanco.
“Estaré con ustedes el tiempo que Dios vea oportuno”, señaló el clérigo, agradeciendo la hospitalidad de la feligresía y también a los “otros obispos que han recibido a otros hermanos sacerdotes. Somos 19 que estamos en este amado país, en diferentes diócesis”.
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El padre Vallejos afirmó que “el pecado” de la Iglesia en Nicaragua fue estar con el pueblo, abrir los templos para que sirvieran como hospitales y “nos metimos en medio de las balas, en mi parroquia, en la ciudad de Sébaco, Matagalpa, para arrastrar los muertos, los heridos…”.
“El pueblo necesita respeto, al pueblo se le ama, al pueblo se le sirve. Al pueblo se le ayuda, al pueblo santo de Dios a salir de la miseria, no que viva subyugado por unos líderes mediocres”, expresó.
El padre Vallejos también compartió detalles sobre el encierro al que lo sometió la Policía, primero en la casa cural de su parroquia en Sébaco, donde estuvo 74 horas —entre el 1 y el 4 de agosto de 2022— disponiendo solo de yogur, pan y agua, y “custodiado por 15 patrullas (y) tres buses de antimotines”. Luego, dijo el padre Vallejos, fue llevado y forzado a un encierro durante una semana en el Seminario Interdiocesano Nuestra Señora de Fátima, en Managua, hasta que, en un cambio de patrullas, pudo escaparse el 12 de agosto, huyendo por veredas.
“Salir así es traumático”, relató días después el padre Vallejos en una entrevista exclusiva con Mosaico CSI, en la que dejó claro que Ortega y Murillo “Piensan que el país es una finca”, también reveló que atendió a paramilitares que, en lecho de muerte, pidieron perdón porque quisieron matar al obispo de la Diócesis de Matagalpa, monseñor Rolando José Álvarez Lagos, y a él también. Otro detalle revelado es que el verdugo policial, Ramón Avellán, le pidió la bendición.
Tras impartir la bendición al final de la misa del domingo, el padre Vallejos se encaminó a la puerta principal de la Iglesia San Isidro Labrador. Los fieles, al salir, le expresaron cariño y cercanía.
— Lucha sin fin, le dijo uno.
— No se me olvida, respondió el padre Vallejos.
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