Los verdugos también piden bendiciones… el subdirector de la Policía, comisionado general Ramón Antonio Avellán Medal, lo hizo varias veces con el padre Edwin Román en Masaya, y más recientemente con el padre Uriel Antonio Vallejos, en Sébaco, Matagalpa. Ambos religiosos ahora están exiliados.
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Eran los primeros minutos de la madrugada del 4 de agosto y el padre Vallejos tenía más de 72 horas forzado a un encierro junto a algunos colaboradores en la Casa Cural de la Parroquia Jesús de la Divina Misericordia en Sébaco, Matagalpa. Decenas de policías de diferentes especialidades, hasta unos con uniformes caquis, rodeaban las instalaciones eclesiásticas donde también funcionaba la Radio Católica de Sébaco, cuya censura inició la pesadilla.
Había una orden directa, presuntamente de Rosario Murillo, contra Vallejos: el encierro bajo vigilancia en el Seminario San Luis Gonzaga en Matagalpa, o en El Chipote, la tenebrosa cárcel de torturas de la Policía en Managua.
La población de Sébaco respaldaba al sacerdote que junto a un grupo de colaboradores de la Parroquia pasaban solo con pan, agua y yogurt, encerrados en la casa cural, mientras los policías usaban las instalaciones para bañarse, cocinar, y consumir cuanto había en la despensa, como si fuese su cuartel.
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A través de una ventana, dice el padre Vallejos, pudo observar que un grupo de antimotines estaba cerca de la bodega. Ahí, relata el religioso, “teníamos varias imágenes, entonces ellos decían: ‘Ay, me voy a llevar a San Miguel, para que me proteja. Es una cuestión que también esta gente camina con miedo”.
Pasaban las horas y la Policía “cambió la seña”. El traslado de Vallejos tenía que ser fuera de la Diócesis.
Padre Vallejos: «Yo sentía paz»
“Me dijeron, si no aceptás ahorita que vas afuera de la Diócesis, (entonces) vas directo a El Chipote. Ya están allí para entrar violentamente a la Casa Cural”, cuenta el padre Vallejos en una amplia entrevista exclusiva publicada por partes en Mosaico CSI.
El padre Vallejos relata que el operativo policial fue como si lo realizaba en contra de Joaquín Guzmán, «El Chapo», el narcotraficante mexicano que lideró al cártel de Sinaloa y que está en una cárcel de máxima seguridad en Estados Unidos.
“Internamente yo sentía paz, porque decía ‘no soy ningún criminal’, porque llegaron 15 patrullas, llegaron cuatro comisionados de Managua, llegaron dos buses, después dos microbuses llenos de antimotines, paramilitares, y lo raro es que ellos vistieron a muchos paramilitares con uniforme color gris”, dice el sacerdote Vallejos.
Finalmente, al sacerdote lo llevarían al Seminario Interdiocesano Nuestra Señora de Fátima en Managua. Un grupo de aproximadamente ocho sacerdotes de la Diócesis de Matagalpa estaban muy cerca, pendientes. Cuando el padre Vallejos abre la puerta, un grupo de policías lo apunta con fusiles Ak y pistolas.
«Padre, deme su bendición»
Un hombre viejo, de rostro demacrado y uniforme oscuro da un paso al frente, se quita la gorra, junta las manos como en señal del tradicional saludo de “santito” y exclama: “padre, deme su bendición”.
“¿Cuál es el vehículo en el que me van a llevar?”, pregunta el religioso, enterándose horas después que aquél viejo uniformado era el verdugo principal, el comisionado general Avellán, a quien el Departamento de Estado de Estados Unidos atribuye al menos 107 asesinatos de opositores.
Para el sacerdote Vallejos, en ese momento sintió que Avellán fue “el diablo personificado en él, porque (es) un hombre que está amenazando, que está siguiendo a la Iglesia, es el que tienen ahí para hostigar, para amenazar, asediar a los sacerdotes”.
Mientras tanto, en un reportaje publicado por Infobae, en diciembre de 2019, el padre Román contó que Avellán le pedía la bendición cada vez que lo encontraba y que se quedó con las ganas de preguntarle: “¿Para qué reza? ¿Para salir a matar?”.
Al padre Vallejos la Policía lo llevó al Seminario Interdiocesano Nuestra Señora de Fátima en Managua. Le prohibieron salir del todo, pero, días después, el sacerdote evadió la seguridad y posteriormente salió por veredas. Ahora se encuentra en Italia.
Sobre la bendición pedida por Avellán, el padre Vallejos asegura: “no se la di, porque es un cínico persiguiendo, amenazando a la vida religiosa, y bueno, ojalá que se convierta y a última hora encuentre a algún sacerdote que le de la santa unción”.
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