Esta es la historia de un joven jinotegano que, emprendiendo con una pequeña fritanga, supo lidiar con las dificultades que miles de migrantes nicaragüenses pasan en la búsqueda de mejorar las condiciones de vida para ellos y sus familias que esperan en casa.
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Su nombre es Hassel Tórrez. Dejó el norte del país con la esperanza de darle un mejor futuro a su familia. Al principio, todo parecía ir bien, pero poco a poco las plazas de trabajo fueron disminuyendo debido a la alta demanda y se enfrentó a una cruda realidad: quedarse sin empleo, tanto él como su esposa.
Se movilizaron por varias ciudades, pero la realidad era la misma. Muchos compatriotas buscando empleos desesperadamente y viviendo hacinados en pequeños cuartos de apartamentos. Torrez, menciona en este reporte, que quizás esa una de las razones por las que muchos compatriotas han caído en depresión en el pasado, enfermado y fallecido.
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Y es que al menos 32 nicaragüenses han perdido la vida este año por diversas razones entre las que se incluye el suicidio por depresión. Según las organizaciones de apoyo como Texas Nicaraguan Community (TNC), eso es lo que se ha reportado, pero puede haber subregistros.
“Hay días difíciles aquí, emigrar es duro”, señala Tórrez.
Una forma de vida
Tórrez cuenta que en medio de lo que estaban pasando llegaron a la ciudad de Indianápolis en el Estado de Indiana, se hospedaron en la casa de un amigo y sin más recursos que cincuenta dólares, sin trabajo, sin comida y sin gasolina para un carro que aún no terminaban de pagar.
A los pocos días contó que tomaron la iniciativa de hacer cinco papas rellenas y ofrecerlas a través de sus redes sociales. Las papas fueron solicitadas a domicilio y vieron la posibilidad de un negocio ahí.
“Se nos ocurrió que podría funcionar ofrecer productos de fritanga y entregarlas a domicilio”, relató, agregando que “la venta de fritanga fue una luz en medio de la desesperación por la que pasábamos”.
El gallopinto se impone
Con las primeras ventas que hicieron los nicaragüenses recuperaron el dinero invertido y continúan haciendo más, agregaron de a poco enchiladas y carne asada. Fue esto el inicio de un negocio que les permitió no solo sobrevivir, sino empezar a pagar sus deudas y poder enviar dinero a sus familias.
Actualmente elaboran una variedad de platillos nicaragüenses, sin faltar el tradicional gallopinto, que no solamente lo están consumiendo los pinoleros, sino ciudadanos de México, Estados Unidos, Honduras, Salvador y otros países.
Muchas veces tienen que atender hasta la medianoche por la gran demanda que tienen sus platillos y ya están pensando en contratar personal para poder cumplir con las exigencias de sus clientes. “Ya no damos abasto”, asegura Tórrez mientras prepara una carne asada que fue solicitada y debe entregarla a domicilio.
Desempleo en el exilio, una pesadilla
Contar con un empleo para los nicaragüenses en este país no es fácil. Esto se debe a varias razones; por ejemplo, no contar con un permiso de trabajo impide que las compañías los contraten. Otra barrera es el idioma, que no les permite entrar a un mercado laboral donde el inglés es esencial.
La inmensa mayoría de los nicaragüenses debe emplearse en construcción, cortando pasto en los solares, restaurantes latinos y reparación de techos. En muchas ocasiones, por tratarse de contrataciones informales, los empleadores no les pagan o el salario que les ofrecen está por debajo del mínimo, y no es suficiente para pagar renta y comida.
“El sueño americano puede ser una pesadilla, no es como lo pintan, uno debe sufrir a veces esforzarse y trabajar duro, caerse y levantarse sin perder el ánimo”, aconsejó Tórrez.
Vía Voces Unidas
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