La Semana Santa, considerada como la Semana Mayor, es cuando los cristianos conmemoran la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. En este período, los fieles participan de una serie de actividades en las que, además de ritos y tradiciones, hay también mitos traspasados oralmente de generación en generación, pero que poco a poco han ido desapareciendo.
Antonia Herrera Mejía recuerda que tenía 14 años y en una Semana Santa sentía mucho calor, se fue a bañar, pero “con qué miedo me eché el agua, porque decían que uno se hacía pescado”.
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Agrega que, desde el Lunes Santo hasta el Domingo de Pascua o Resurrección, no podía correr “porque uno se quebraba las canillas (piernas), no podía tirar (lanzar) un palo porque golpeábamos al Señor”.
Una costumbre que se perdió dice Herrera, no solo en Semana Santa sino en las misas cotidianas, es el uso de chalinas o pañuelos con los que las mujeres se cubrían la cabeza al entrar al templo y por su puesto el uso de vestidos por debajo de las rodillas.
María Jesús Zeledón cuenta que, antes, “las cosas las hacíamos como decían los abuelos, ahora no se respeta nada”.
“Hacíamos los tamales, pinolillos, rosquetes, horneado de maíz y lo repartíamos en la iglesia, ahora no respetan la Iglesia”, se lamenta Zeledón.
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Otro de los bonitos recuerdos que tiene Herrera de las celebraciones de Semana Santa es el orden y la devoción con la que se realizaban las procesiones, porque “eran bien ordenadas, la gente bajaba de las comunidades y hasta dormían en el atrio de la iglesia”.
Doña Antonia dice que esas costumbres se han ido perdiendo porque los jóvenes no quieren asistir a la iglesia.
“Ahora la juventud no quiere venir a la iglesia, díganle andar en la vagancia hasta que corren, solo nosotros los viejos nos manejamos aquí, siguiendo el mandato de nuestro padre”, sostiene Herrera.
Por su parte, Socorro Hernández también recuerda que cuando era una niña su abuelita la llevaba a la iglesia y en señal de respeto se cubrían la cabeza con una chalina. “Era respeto muy grande a la Iglesia”.
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Una de las tradiciones que algunas personas conservan es no comer carnes lo viernes y los miércoles de Pascua.
Carmen Herrera Altamirano dice que aún conserva la tradición de no comer carne ni los miércoles ni los viernes, “como crecí, así me quedé, para mí la Semana Santa es una cosa sagrada”.
Paúl Cruz Olivas, arqueólogo y presidente de la Fundación Científico Cultural Ulúa Matagalpa, explica que dichas costumbres se han ido perdiendo por el fenómeno de la globalización que ha ido alterando, distorsionando un sinnúmero de símbolos culturales.
“Ya el joven no entiende un sinnúmero de elementos culturales históricos y de tradición oral, antes de los 90, el día Jueves Santo, Vienes Santo no se baila, no se trabaja, no se práctica deporte, porque se creía que se golpea al Señor o no le va a gustar a Dios”.
Cruz señala que esta serie de costumbres se empezaron a practicar una vez que los pueblos de Matagalpa y Jinotega les impusieron el cristianismo. “Con la penetración española imponen el cristianismo y, a lo largo de 300 años, la Pascua ha venido transformándose en Nicaragua. Es muy interesante, porque la gente decía que no podía ni encender el fogón, ni comer carne. La Iglesia aconsejaba que no se comiesen carnes rojas, igual los judíos por eso se come almíbar como postre, tamales como bastimento, sopa de cuajada, sopa de pescado, tortas de pescado, la base principal siempre ha sido el pescado, porque ha sido parte del cristianismo pre institucional e institucional”.
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Según Cruz Olivas, en varias partes rurales se conservan actividades, pero el fenómeno es que son los adultos mayores, los padres los que participan, pero los hijos ya no, el golpe de la globalización es tanto que las tradiciones judeoromanas se van perdiendo con el tiempo.
Sin embargo, Allan Fernando Arguello es un joven que dice vivir a plenitud la Semana Mayor, con piedad, amor, devoción.
“Viviendo cada una de las actividades a plenitud, llegando desde temprano, viviendo cada una de las cosas que me pide la iglesia que haga, por ejemplo, no comer carne, el viernes”, refiere Arguello.
Agrega que, en su familia por lo menos, el Viernes Santo se abstienen de comer carne, por lo que es usual comer “tamales, tamales con huevo, almíbar, viendo las películas que presentan en la televisión para llevar a plenitud eso que se va a vivir desde Domingo de Ramos hasta Domingo de Resurrección, viviendo las procesiones, viviendo cada acto litúrgico, no por una asistencia obligatoria porque la iglesia me lo pide, sino con amor, con devoción”, recalca.
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