La esquina de Juan Morales ha sido por décadas uno de los principales puntos de referencia para dar direcciones, principalmente al sur del parque Darío, en la ciudad de Matagalpa, al norte de Nicaragua. El nombre corresponde a quien fue dueño de la casa esquinera: Juan Bautista Morales Guillén.
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Originario del municipio La Paz Centro, departamento de León, Juan Morales llegó a Matagalpa en 1922, época en la que los viajes eran en carreta o a lomo de mula, invitado por el entonces obispo auxiliar de Managua en Matagalpa, monseñor Isidoro Carrillo y Salazar, para que formara parte de un coro en la iglesia de San Pedro Apóstol, la actual catedral de Matagalpa.
Juan nació el 23 de junio de 1900. Sus padres fueron Félix Esteban Morales y Estefanía Guillén.
Un artículo de la revista Vox Populli de enero de 2010 refiere que Morales Guillén tenía conocimientos en música sacra y gregoriana, sabía manejar el armonio, el violín, escribir música y solfear. También perteneció a una Orquesta dirigida por Jerónimo Castellón. Y fue maestro de la pianista y poetisa Olga Solari. Amenizó eventos en el legendario Hotel Bermúdez de Matagalpa.
En su libro Matagalpa y sus gentes, el historiador Eddy Kühl Aráuz señala que, en 1923, Morales se casó con la talentosa bordadora Soledad Vargas Montoya, a quien trajo a Matagalpa. El dato lo confirma Antonia Victoria Morales Vargas, la hija mayor del matrimonio.
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Recién casados, Vargas dijo a su esposo: “Mirá Juan, con lo que ganás, no da para mantener a un hijo”, y fue así que surgió la idea de emprender y abrir una tienda que luego sería una de las más populares, según cuenta Morales Vargas, apuntando que “entonces comenzó con una ventecita de frutas, de cosas así, verduras”.

Con el respaldo de la madre de Juan, que era una próspera comerciante leonesa, comenzó la comercialización de productos como azúcar, harina y gas para los candiles, entre otros.
El negocio de los Morales no inició en la afamada esquina, sino que empezaron alquilando en otro punto de la ciudad y con sus primeras utilidades compraron la casa a Federico Amador.
La tienda creció y ofertaba más productos básicos de la época: manteca, caña fístula, candelas de sebo, dulce de panela, tabaco, así como productos medicinales tradicionales y naturales.
Auge del café y la minería
En la primera mitad del siglo 20, Matagalpa era de interés para extranjeros ya que estaba en apogeo la producción de café y la minería.
Morales Vargas, doctora farmacéutica, cuenta que su papá abastecía a empresarios y trabajadores de los cafetales y las minas, al tiempo que compraba la producción de frijol y maíz a los indígenas de Matagalpa, lo que permitió el rápido crecimiento del negocio.
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Cuando el negocio alcanzó popularidad los clientes llegaban de todas partes y de todos los estratos sociales.

Juan Morales, según su hija, gozó de reconocimiento social debido a su participación en obras de beneficencia para la sociedad matagalpina. Incluso, fue parte de la entonces llamada Junta Local de Asistencia Social, se encargaba del cementerio, fue fundador del Club Rotario en la ciudad y fue de la junta pro construcción del Hospital San Vicente, donde actualmente funcionan el Complejo Judicial y el Policlínico Trinidad Guevara.
Morales Vargas asegura que su padre no era político, tampoco fue aristócrata, pero pudo “codearse” incluso con Anastasio Somoza. Hay una foto de Juan Morales con Salomón Ibarra Mayorga, el autor del Himno Nacional.
“Toyita”, como llaman a Morales Vargas, recuerda a su padre amoroso y animándole siempre en la lectura y la escritura. Ella, nacida en 1924, todavía habita en la casa que heredó de sus padres y asegura que mantendrá el negocio hasta el final de sus días.
El matrimonio Morales Vargas solo tuvo dos hijas: Toyita y María Elena, esta última fallecida en 2017. Don Juan Morales enviudó en 1951 y se casó con Teresa Baca, pero no tuvo hijos con ella. Tuvo dos hijas con Rafaela Buchsting: Martha y Juana María.
La botica de Juan Morales
Desde los tiempos de don Juan y Soledad, la esquina fue frecuentada por quienes buscaban incrementar la fertilidad, por quienes querían eliminar piojos o quienes buscaban combatir la anemia. Desde su inicio a la fecha, un siglo casi, siempre ofrecen los mismos productos medicinales.
María Elena, la hija menor del matrimonio Morales Vargas dirigió la venta hasta que falleció. Ahora lo hacen Toyita y su sobrina Ligia Meza.
Llegar a la tienda es como un viaje en el tiempo, porque conservan los muebles y estantes que usaron los fundadores del negocio.
Meza relata que la mayoría de los clientes son personas mayores que llegan buscando puro o tabaco, pero también los jóvenes buscan productos como sebo serenado para las manchas.
En la venta de Juan Morales también ofrecen remedios para los nervios, estrés o insomnio como el llamado Siete espíritus, a base de plantas como agua florida, pipermín, esencia coronada, espíritu de castor y valeriana.
Las parturientas pueden encontrar también los ingredientes para la tradicional “mistela” para la limpieza del organismo.
Patrimonio en peligro
La casa además de ser referencia histórica y geográfica de la ciudad de Matagalpa, está ubicada en la avenida José Dolores Estrada o calle del comercio, una de las vías con mayor tráfico vehicular, incluyendo el transporte colectivo urbano y hasta de rutas a comunidades rurales que tienen como “terminal” la calle a media cuadra de la famosa esquina.

El frecuente estacionamiento de vehículos en esa vía desfavorece que buses, camiones y otros automotores grandes puedan girar en la esquina, por lo que a veces colisionan las paredes, dañando la infraestructura que está en constante amenaza.
“No he querido cerrar la venta, hasta que me muera. ‘Aquí me van a poner mi ataúd, y cuando yo salga, para siempre se cierra la venta”, dice Morales Vargas.
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