El obispo de la Diócesis de Matagalpa, monseñor Rolando José Álvarez Lagos, destacó la importancia de la humildad y consideró que en Nicaragua debe ser construido un liderazgo ético, desde la sencillez; pero también, en su homilía dominical desde la catedral San Pedro Apóstol, describió el drama provocado por la pandemia del coronavirus en la sociedad nicaragüense, donde los ataúdes “se ven pasar uno después de otro” en las calles.
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A puertas cerradas y sin asistencia de fieles en el principal templo católico de Matagalpa, como ha sido desde el 20 de marzo, cuando comenzó una cuarentena en la Diócesis, el obispo disertó sobre el antagonismo de la humildad con la ambición, prepotencia, el “sentirse autosufiucientes” y la “mentalidad mundana” de triunfos, proponiendo lo que llamó “cinco principios éticos para un auténtico liderazgo” y que enumeró así:
Primero: Respeto a la persona y su dignidad humana
Segundo: Respeto a las ideas y propuestas de los demás, a las diferencias
Tercero: Respeto al derecho que tienen los demás a su buena fama
Cuarto: Respeto a la libre y responsable decisión de los otros
Quinto: Respeto a los propios procesos personales, grupales y asociativos, evitando las descalificaciones, los señalamientos y las falsas acusaciones
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“Sólo un líder que tiene espíritu de pequeñez podría entrar en esta ética de un auténtico liderazgo según el Evangelio”, advirtió monseñor Álvarez.
El drama del covid-19, según el obispo
En su homilía, el obispo de Matagalpa aseguró que “he pensado en el enfermo intubado, en el que está en estado crítico, sin atención médica, sin un verdadero diagnóstico, sin pruebas o test, sin tratamiento, en el que está aislado en su hogar o casa, en las familias temerosas, angustiadas, adoloridas por no haberle dado el último adiós a su ser amado; en el drama que se vive en la sociedad, por los ataúdes que se ven pasar uno después de otro en las calles, los entierros en las noches o madrugadas, las sepulturas deprisa”.
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“El que sufre en el anonimato, el que no tiene para el pan de cada día, mucho menos para su tratamiento, en el que se expone al contagio. He pensado en ellos, porque en medio de tanto sufrimiento, de tanto mar de dolor, ese corazón pequeño, ese corazón sencillo, pobre y humilde, es capaz de descubrir la dulzura del yugo, es capaz de descubrir, aún en la agonía, aún en la inconsciencia clínica, en lo más hondo de su interior, la presencia divina, la presencia de un Dios que no nos abandona…”, agregó.
Una noche antes, en su cuenta de Twitter, el obsipo lamentó y denunció: “Sigue mucha gente, buscando desesperadamente bolsas plásticas negras para sus deudos u ataúdes sellados. Qué dolor, qué tristeza”. (Sic)
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