Avalancha norteña en la Serie Final

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Los fanáticos matagalpinos demostrar su fervor por los Indígenas. LA PRENSA/DOUGLAS LÓPEZ
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El estadio Chale Solís retumbó de fanáticos

Por Germán García, LA PRENSA, 18 de junio de 2015

El estadio Chale Solís de Matagalpa tiene alma, corazón y también grita. Desde las 4:00 p.m. la zona techada pedía auxilio, estaba asfixiada por los fanáticos matagalpinos que anhelaban venganza del juego 4, cuando en la casa leonesa habían sido decapitados. Aquí se repitió el estribillo del primer juego, con la diferencia de que el líder Elvin Orozco estuvo intocable, reluciente y en el ecuador de la ciudad norteña se alimentaba de los aplausos, los gestos y la brisa que calmaba el calor de los cuerpos sudados.

Los fanáticos matagalpinos demostrar su fervor por los Indígenas. LA PRENSA/DOUGLAS LÓPEZ
Los fanáticos matagalpinos demostrar su fervor por los Indígenas. LA PRENSA/DOUGLAS LÓPEZ

Matagalpa es una ciudad donde hasta el más pobre puede ir al estadio, los revendedores tenían entradas de 20, 30 y 70 córdobas el ticket más costoso, las taquillas agotadas desde horas tempranas y la Policía Nacional adueñada de las calles para evitar embotellamientos y prevenir altercados al orden público.Charlys

En los primeros cinco episodios del partido, los batazos no encendieron la pólvora de los fanáticos, esta vez el panorama cambió con Elvin Orozco y Fidencio Flores en la colina, más bien era un baile de ceros, y más de diez ponches sumando los de ambos abridores. El strike era la magia, el control de los lanzamientos el deleite y el grito del umpire diciendo en altavoz “out” caían como una nota aguda que instaba al furor del público.

Cuando en el sexto episodio Matagalpa despertó al embrujo de Fidencio Flores con una producción de ocho carreras, la algarabía matagalpina estaba en el punto neurálgico, con las pitoretas a reventar y los galillos en máximo nivel, la barra leonesa, de unas doscientas personas asfixiada por el marcador abultado, empezó a tirar objetos y golpear a niños, jóvenes y adultos.

Los occidentales afinaban sus tiros sin piedad, cervezas, botellas comida y puñetazos, los cuales fueron respondidos por los norteños. Fue un alboroto que tuvo que ser detenido solamente por los antimotines y hasta el último out permanecer en esa zona de las gradas del palco de tercera.

Siete mil personas llegaron al estadio Chale Solís, sitio que fue colmado en su capacidad gradualmente cuando a las 6:00 p.m. las gradas de los jardines se llenaron completamente. En el inicio del octavo inning la barra leonesa decidió marcharse del estadio, abandonando a sus jugadores a la espera de reaccionar en el sexto partido de la serie final.

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