La llamada Calle 8, la Panadería Santa Martha, el Vigorón de doña Matilde, el mirador en El Calvario, son algunos de los lugares que el excarcelado político John Christopher Cerna Zúñiga recuerda de la ciudad de Matagalpa, de donde es originario.
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Cerna, dirigente estudiantil y defensor de derechos humanos es uno de los 222 presos políticos a los que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo despojó de la nacionalidad y desterró a Estados Unidos el 9 de febrero de este año.
Con mucho orgullo enfatiza: “soy de Matagalpa”, remarcando que estudió en el Instituto Eliseo Picado, igual que Carlos Fonseca. Aunque terminó su secundaria en Managua, recuerda su tierra natal y hasta antes de 2018 solía viajar cada cierto tiempo a visitar a su familia y recorrer las calles matagalpinas.
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Recuerda que en el año 2000 pasó una navidad en un barrio que estaba creciendo al sur de la ciudad, el Lucidia Mantilla, que “ahora lo sectorizaron, era un solo barrio”.
“Cerca del cementerio municipal estaba algo que le llaman ‘Moscú’, que tiene el nombre de Sadrach Zeledón, uno de los ‘piches’ que tienen sancionados. Le decían ‘Moscú’ por el vertedero municipal y había muchas moscas”, recuerda Cerna.
“La (escuela) primaria me quedaba a una cuadra. En algún momento en los 90 le llamaron República de Cuba y después María Cerna Vega. En la misma manzana (de su casa), en la parte posterior, está la Panadería Santa Martha, todos los días me levantaba, iba a comprar pan primero, 5:30 a.m. y algo que extraño mucho es el clima que solía ser en Matagalpa: eran esas mañanas llenas de neblina, que hacía un frío que te obligaba a calentar agua, para bañarte y alistarte para clases o el trabajo”, expresa.
“Recuerdo donde era el cine Margot (…) Matagalpa tenía eso y tenía teatro, pero eso ya no existe. Donde solía ser el cine Margot es la oficina del INSS (Instituto Nicaragüense de Seguridad Social), donde solía ser el teatro Perla, que queda en la calle central, a dos cuadras del parque, es La Colonia, el supermercado”, relata Cerna.
Cuenta que creció en la Calle 8, donde jugaba beisbol con pelotas hechas con calcetines. Señala que, aunque dejó de vivir en Matagalpa, le gustaba ir los fines de semana. Los sábados llegaba al parque Los Monos donde había un “minizoológico”.
“Recuerdo que había monos, cocodrilos, tortugas, pero en una de tantas el río se inundó y se llevó varios animales y los otros se los llevaron al zoológico nacional. Ahí me solía reunir con mi primer grupo de los scouts”, dice.
En su memoria están los recorridos por las calles, a pie, comprar pinol en alguno de los establecimientos que se encuentran por toda la ciudad. Compraba: güirila, atol dulce, agrio, nacatamales, los fines de semana.
“A la niña”, como le dice a su hermanita, le gustaba mucho el yogurt que se compraba por 12 o 13 córdobas. “Te lo daban con una cucharita y una servilleta”, afirma.
De los domingos recuerda las clases de catecismo en el colegio San José.
Otro de los recuerdos de Cerna es el restaurante Las Praderas, donde su papá llevaba a su mamá en cada aniversario.
“De lo que más extraño o echo de menos, y era de uno de los lugares que me gustaban, es el mirador El Calvario. Ahí llevé a la primera muchacha cuando era adolescente para salir a vagar. Te podías quedar en el mirador viendo la ciudad, sufriendo con el clima, porque es mucho más helado”, recuerda el expreso político.
Para Cerna, Matagalpa seguirá siendo lo que representa su escudo: “Hay diez puntos en el escudo de la ciudad. Una ciudad de diez casas, y llegó a ser la segunda en orden económico después de Managua, siendo la capital, por su nivel de producción agrícola, como el café”.
Un café que formaba parte de su rutina matagalpina. “Sigue representando ese espacio donde llegaba todos los fines de semana después de estudiar cuando todavía estaba en la universidad y cruzar toda la carretera cuando a las 5:30 de la tarde sentís esa fragancia de café saliendo de los patios, de los beneficios de café, al igual que la gente que trabaja ahí. Que te levantes en las mañanas pensando en que vas a ir a comprar las tortillas para poder desayunar. Ese espacio que me llena de mucho sentido de pertenencia, el haber estudiado en el Eliseo Picado”, expresa.
Remarca que Matagalpa es “un pueblito, pero no es un diminutivo, es mi manera de llamarle afectivamente, porque fue el sitio que me vio nacer, me vio crecer y por ende es el sitio al que me va a gustar volver”.
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