Miles de católicos participaron de la tradicional procesión con la imagen de la Virgen de Guadalupe, la tarde de este miércoles en la ciudad de Matagalpa para orar por la paz en Nicaragua y por diversas intenciones particulares que engloban la crisis sociopolítica que atraviesa el país.
Como es tradición, feligreses de todas las edades vistieron trajes típicos, conmemorando al indígena mexicano San Juan Diego, a quien la Virgen María le apareció en 1531 en El Tepeyac, México.
Claudia del Carmen Dávila fue una de las participantes y llegó a Matagalpa procedente de la comunidad La Pacayona, comarca Yasica Sur del municipio de San Ramón. “Todos los años vengo y me siento alegre de estar este año más con la Virgencita de Guadalupe, dándole gracias porque curó a mi madre”, expresó.
La sanación de Xiomara del Carmen Dávila, madre de la entrevistada, habría ocurrido hace más de 20 años. “Estaba enferma y le pedí a la Virgencita que me la curara y mi mamá ahí está y yo desde entonces vengo”, dice Claudia, sosteniendo una imagen pequeña de Nuestra Señora de Guadalupe y una canasta en la que lleva caramelos para repartir en la procesión. Teresa Liseth Dávila es hija de Claudia y lleva un cuadro con la imagen de la Virgen. “Siempre he venido con mi mamá”, dice la joven.
Monseñor Álvarez presidió misa
Antes de la procesión, el obispo de la Diócesis de Matagalpa, monseñor Rolando José Álvarez Lagos presidió la misa en la sede de la Parroquia Santa María de Guadalupe, en el barrio Guanuca, al norte de la ciudad.
En su homilía, el jerarca católico refirió que Santa María de Guadalupe representa en su rostro “la ternura” y el “consuelo” de Dios, por lo que pidió a los fieles que “no se cansen de contemplar a la Morenita del Tepeyac… déjense inundar del amor tierno, cariñoso y delicado de Dios, y del consuelo, de la luz pura del Señor que nos abre a la esperanza de cielos nuevos y una tierra nueva”.
Al finalizar la ceremonia litúrgica, el jerarca católico explicó que, según el Papa Francisco, el consuelo es “la luminosidad de Dios en nuestros corazones, es una luz que ilumina y vence toda oscuridad y tiniebla, todo abismo y todo valle de lágrimas, una luz que nos abre a la esperanza (y) la esperanza cristiana es más que el optimismo… es creer que Dios nunca nos abandona”.
“La ternura y el consuelo que Dios manifiesta a través de la mirada de la Morenita del Tepeyac, cura las heridas interiores que tantos nicaragüenses, que tantas madres, que tantos hijos, que tantas familias están sufriendo como una laceración en su propio espíritu. Ella sana y venda las heridas interiores del nicaragüense”, destacó monseñor Álvarez.
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