
Como una alternativa a la agricultura, retomando enseñanzas de sus ancestros, Antonia Pérez Hernández ha encontrado en la alfarería otra manera de obtener ingresos. Le va bien —según dice— elaborando diversas piezas rústicas de barro, en el Taller de Cerámica Indígena La Tinaja, en la comunidad San Pablo, del municipio de San Ramón, Matagalpa.
Algunas de sus creaciones tienen fines decorativos, pero otras son útiles para la cocina, explica Pérez, indicando que ella misma usa un comal para echar tortillas, además de una olla grande para cocer nacatamales y tinajas para almacenar agua.
Generalmente, ella y su esposo Esteban Pérez Sánchez alquilan tierras para cultivar maíz y frijol, pero “quitan entre tres mil y cinco mil pesos (córdobas) por alquilar una manzana de tierra… ahora es más caro eso”, sostiene Pérez Hernández.
“Mis abuelitos sabían hacer algunas de estas cosas que se usaban en la casa, yo me quedaba mirando, pero no sabía hacerlo… no hace mucho me dijeron que fuera a unos lugares para hacer intercambios de experiencias y aprendí a hacer los floreros grandes, maceteras y las otras cositas que hago”, relata.
Tazas cafeteras, platos soperos, jarrones, entre otros, son parte de las piezas que oferta con precios que van desde 20 hasta 150 córdobas, dependiendo del tamaño.
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Juana Pérez y Blasina Hernández también forman parte del taller y con Pérez Hernández garantizan la elaboración de las piezas cuando los pedidos son grandes.
La artesana de San Pablo destaca que las piezas de barro son ventajosas en la cocina, comentando que “las ollitas pueden servirle para cocer frijoles, pozol y si quiere cocer nacatamales, en una olla más grande, viera cómo hierve, aunque uno no esté atizando el fuego. No le cuesta cocer, mientras que esos peroles de hierro uno tiene que estar echando leña y atizando para que hierva”.
Pérez Hernández ve en la alfarería una oportunidad laboral para la gente de su comunidad. Está comenzando, dice, con el ejemplo.
LAS MUJERES DE EL PLOMO

Una experiencia parecida en sus inicios de emprendimiento tuvieron cuatro mujeres organizadas en el Taller de Artesanías de El Plomo, una comunidad cercana a la ciudad de San Ramón. Ahí elaboran collares, pulseras, aretes, llaveros, tejidos y fajas artesanales. Las semillas de diferentes especies son su principal materia prima.
Yorleni de los Ángeles García cuenta que hace una década, ocho mujeres se organizaron para elaborar jaleas y mermeladas, pero el negocio dejaba “más egresos que ingresos”, por lo que después, cuatro de ellas decidieron trabajar con las semillas, aprovechando la abundancia de árboles en la comunidad.
Ahorrando las utilidades que iban obteniendo, lograron comprar una casa para establecer el taller. “Nos visitaban grupos de turistas que querían aprender a hacer los productos, entonces cobramos cinco dólares por persona y eso nos ha ayudado mucho”.
Además de un rancho donde atienden a los turistas, las mujeres de El Plomo hicieron una pequeña biblioteca para que los niños no tengan que ir hasta la ciudad de San Ramón para hacer tareas o investigaciones bibliográficas.
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