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Jean M. Twenge, profesora del Departamento de Psicología de la Universidad Estatal de San Diego y W. Keith Campbell, titular del mismo espacio en la Universidad de Georgia estaban dando los toques finales a su libro The Narcissism Epidemic: Living in the Age of Entitlement (La epidemia de narcisismo: vivir en la era de merecer todo) cuando ella recibió una comunicación del jardín de infantes al que asistía su hija:
«Queridos padres —decía—. Durante las próximas cuatro semanas nuestros temas serán Todo Sobre Mí y Soy Especial. Los temas enfocarán habilidades y conceptos que son importantes para el crecimiento».
Parecía una broma.
La autora de Generation Me (Generación Yo) y el autor de When You Love a Man Who Loves Himself (Cuando amas a un hombre que se ama a sí mismo) se disponían a entregar a su editor una investigación sobre el cambio cultural radical que ha puesto al individuo en el centro de la historia, aunque menos como el Renacimiento que como en un sueño delirante.
Enumeraron en las primeras páginas de The Narcisistic Epidemic: «Tenemos ricos falsos (con hipotecas de puros intereses y pilas de deudas), belleza falsa (con cirugía plástica y procedimientos cosméticos), atletas falsos (con drogas para mejorar su desempeño), celebridades falsas (en los reality shows televisivos y en YouTube), estudiantes geniales falsos (por una inflación de las calificaciones), una economía nacional falsa (con 11 billones de dólares de deuda gubernamental), sentimientos de ser especiales falsos (por la crianza de los niños y la educación concentrada en la autoestima) y amigos falsos (con la explosión de las redes sociales)».

La fantasía se siente bien, agregaron; sin embargo, «lamentablemente la realidad siempre triunfa«. La crisis del 2008 es una prueba de eso.
El libro se ocupa de una gama enorme de indicios que apuntan a un problema social de grandes dimensiones: la expansión del materialismo, la idea de que uno merece todo lo que se le ocurre, el deseo de ser excepcional y exhibirlo donde se pueda, entre ellas. «Miremos a nuestro alrededor. La gente anhela parecerse a los famosos y actuar como ellos. Transmiten en internet escenas de violencia contra otros, o dejan comentarios despiadados en el video de otra persona».
Miremos a nuestro alrededor. La gente anhela parecerse a los famosos y actuar como ellos
Los psicólogos no hablan del trastorno clínico del Desorden de Personalidad Narcisista, sino del pan de cada día en la sociedad estadounidense. «No quisiera generalizar», dijo Campbell a Infobae. «En cada sociedad pasan cosas distintas». Sin embargo, por efecto de la globalización, los Estados Unidos no son el único país donde se verifica este fenómeno. Inclusive en economías en desarrollo existen espacios de sintomatología idéntica.
—¿Por qué creen que el narcisismo llegó niveles de epidemia?
—Porque es una cuestión que se está difundiendo mucho más que lo que uno pensaría. Es un término estándar para interpretar el registro de más rasgos narcisistas en más personas. Y vimos que los niveles pueden ser muy altos.
—¿Qué consecuencias implica la epidemia para la sociedad?
—Cuando una cultura se dan altos niveles de narcisismo hay menos confianza, cada uno se enfoca en sí mismo. Y una cultura requiere confianza o se deshace en pedazos. Es muy complicado porque el narcisismo marcha bien en una sociedad en la cual hay crédito y la gente puede hacer lo que quiera; en cambio cuando no hay empleo ni crédito, se vuelve más difícil. Pero queda la tecnología: la gente se saca selfies, circula por las redes sociales.

De los hippies a Kim Kardashian
«El narcisimo no es simplemente una actitud de confianza en uno mismo o un sentimiento saludable de valor propio», escribieron Twenge y Campbell. «Los narcisistas son arrogantes, no ya seguros de sí, y —a diferencia de la mayoría de las personas con autoestima elevada— otorgan poco valor a las relaciones de proximidad emocional».
Primero aumentó la cantidad de gente con esas características, explicaron. Y luego hubo un cambio en la cultura: los valores, las creencias, las prácticas. Un narcisista tiene la fantasía de que es mejor de lo que es, y mejor que todos los que lo rodean. «Por ejemplo, en internet las personas pueden crear imágenes falsas de sí mismas para buscar fama y atención«, ilustraron. «Los chicos de las escuelas secundarias no mejoraron su desempeño académico en los últimos 30 años, el tiempo en que la autoestima se estimuló e infló activamente entre ellos». Las cifras de las encuestas nacionales reflejan que, por ejemplo, la mejora en el aprendizaje de matemática aumentó un 1%, mientras que el otorgamiento de la nota máxima (A) aumentó un 83% entre 1976 y 2006.
—¿Cómo se gestó este proceso en el tiempo?
—Es complicado —advirtió Campbell—, pero diría que comenzamos a ver cambios hacia el final de la década de 1960 y el comienzo de la de 1970. La gente comenzó a centrarse en sí misma. Los movimientos colectivos que se dieron en los 60, como el hippismo, comenzaron a desarticularse. También surgieron problemas financieros: aumentó el endeudamiento. Y cambió la crianza de los hijos: en los 80 hubo un impulso a la autoestima de los niños. Por último señalaría que los medios influyeron: los reality shows se difundieron desde los 90, y la transformación que causaron las redes sociales ha sucedido en los últimos diez años, o menos.
Los chicos de las escuelas secundarias no mejoraron su desempeño académico en los últimos 30 años, el tiempo en que la autoestima se estimuló e infló activamente entre ellos
Los medios merecen una mención aparte: la transformación de la idea de celebridad (por ejemplo, de Greta Garbo a Kim Kardashian) ha promovido el narcisismo. Hoy, al fin de cuentas, cualquiera puede ser famoso. «Con frecuencia los modelos sociales que vemos son publicidades de un estilo de vida narcisista», escribieron los especialistas.
—Esta serie de cambios —continuó Campbell—apuntan en la dirección del narcisismo, y se dieron uno detrás del otro.
—¿Fue una acumulación demasiado rápida?
—Exacto. Y todos estos factores se retroalimentaron entre sí. Si uno cambia la cultura, eso cambia a las personas, que a su vez cambian más a la cultura, y así. Consideremos también la dificultad de comparar: no sé si en los 60 la gente hubiera usado los teléfonos con los que contamos hoy para sacarse selfies, o si las noticias serían como se articulan hoy. Hay cambios en los individuos, en la cultura, en la sociedad, en la tecnología: cambios que van juntos y se influyen entre sí.
La transformación de la idea de celebridad (por ejemplo, de Greta Garbo a Kim Kardashian) ha promovido el narcisismo

La responsabilidad de los padres
—¿Qué valores se inculcó a los niños en estas décadas para que 1 de cada 10 jóvenes tenga rasgos patológicos de narcisismo?
—Los cambios más importantes fueron el aumento de la permisividad y el otorgamiento a los niños de un control mayor sobre los asuntos de la familia. Por ejemplo, hacer que los niños participen de grandes decisiones, como una mudanza. En los 60, los niños podían estar en la calle más que ahora y tenían más libertad. Eran, además, niños más obedientes. Eso ha cambiado tanto que la gente no lo valora ya como rasgo para sus hijos.
—¿Por qué?
—Ya no se considera, como antes, que la obediencia sea algo bueno en un niño. Ya no estimulamos la obediencia: estimulamos que los niños tomen sus propias decisiones. Y al mismo tiempo no queremos que resulten heridos, por lo cual los controlamos mucho… Por esa mezcla de libertad de decisiones y control de movimientos, en los Estados Unidos hoy hablamos de los helicopter parents (padres guardaespaldas, padres sobreprotectores) que están encima de todas las cosas de sus hijos.
En The Narcissism Epidemic se enfatiza una paradoja: dado que hoy los niños crecen en un mundo mucho más abierto a los valores y las conductas narcisistas, los padres y los maestros creen que los dejarían desvalidos si no siguieran esa misma corriente al educarlos. Protegerlos equivale a caer en el mismo problema de criar personas que se creerán mejores que las demás.

Históricamente los varones han tenido más rasgos narcisistas que las mujeres, pero la tendencia está cambiando: aunque todavía las superan, ellas han avanzado. «Eso no llega a ser sorprendente en una época de fiestas de pedicuría para niñas de cinco años y aumentos de mamas para la graduación del secundario», observaron.
Programas como Hanna Montana y High School Musical han expuesto a las niñas a una cultura de adolescentes. Según un estudio de 2007, el 55% de las niñas dijeron que usaban lápices labiales. Si llega la limo o si las persiguen los paparazzi, estarán preparadas…
Aprovechar lo mejor del narcisismo y eliminar lo peor
«El narcisismo es un rasgo», aclaró Campbell. «Tiene aspectos positivos y negativos»
—¿Cómo se diferencian?
—El narcisismo permite que las personas nos expongamos, obtengamos atención, seamos sociables. El problema ocurre cuando se apodera de nuestra vida entera. Si estoy frente a un grupo de estudiantes, el narcisimo puede funcionar: van a pensar que soy inteligente, les voy a caer bien, me van a prestar atención a lo que les enseño. En la sociedad moderna hay que tener una dosis, para salir al ruedo y promoverse a uno mismo: para conseguir un empleo, por ejemplo. Pero si cuando llego a mi casa en lugar de interesarme por mis hijos me la paso hablando de mí, tendrá un efecto negativo.
—¿De qué modo se puede limitar la epidemia?
—La cultura ya no debe enfocarse en inflar la autoestima de los jóvenes. Esto ya no importa, si acaso alguna vez importó. Tenemos autoestima más que sufiente en la sociedad y eso no ha resuelto nada: la gente se gusta a sí misma, lo cual está bien, pero eso no se tradujo en otro efecto positivo. También podría ser bueno concentrarse más en la comunidad, en construir conexiones entre las personas, enfocarse en los demás.

Twenge y Campbell publicaron dos propuestas, junto a sus críticas. La primera: «En lugar de enseñarle a las personas ‘Tienes que amarte a ti mismo antes de que puedas amar a otros’, se les puede enseñar algo mucho más cercano a la verdad: ‘Si te amas demasiado, no te quedará amor para darle a nadie más». La segunda: «Transmitamos el mensaje de que centrarse en uno mismo no conduce al éxito, y que en realidad con frecuencia conduce al fracaso en el largo plazo».
Campbell agregó otro elemento: la pasión. «Cuando uno ama lo que hace, ya no se trata del ego: convoca a otras personas a eso en que trabaja tan duramente. Uno está comprometido con lo que le gusta pero también quiere compartir. Creo que si nos enfocamos un poco más en la pasión y menos en la fama o el éxito, nos irá mejor».
Si nos enfocamos un poco más en la pasión y menos en la fama o el éxito, nos irá mejor
—Si cada generación suele repetir que los jóvenes son más egoístas, menos comprometidos, ¿qué sucede hoy que el lugar común cede espacio a la hipótesis científica?
—Cada generación ve a sus hijos como más concentrados en sí mismos y piensa que así son los jóvenes. Yo fui egoísta a los 18 años, y mis hijos lo serán al llegar a esa edad: es la naturaleza de la vida. Pero hoy los datos nos muestran que los jóvenes son más narcisistas. Yo llevo a mis niños a la escuela y los escucho conversar sobre qué los hace especiales. Pero en otros tiempos los chicos usaban uniformes, y de esa sensación de conexión y de pertenencia que les daba verse iguales se construía mucho de su autoestima. Uno se siente bien cuando se siente conectado con otras personas. En lugar de volver a cada uno un individuo único, especial, maravilloso, etcétera, en la misma medida podemos apreciar a las personas como partes de grupos.
Fuente: Infobae[/vc_wp_text][/vc_column][/vc_row]
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