Julio César Rivera Martínez (el Poeta Rivera) nació en Matagalpa el 15 de junio de 1916. Fue el único hijo de la Señora Mercedes Rivera Mairena, quien lo crió sola, ya que su padre, Prudencio Martínez, no lo reconoció como tal. En 1937 se casó con la señorita Amada Altamirano Rodas, con quien procreó 8 hijos. Ella falleció en 1955.
Rivera Martínez, por limitaciones económicas, estudió solamente la primaria en la Escuela de Varones de Matagalpa. Desde los 14 años comenzó a luchar por su preparación. Empezó a trabajar como portero de oficinas y como amanuense de abogados, ya que tenía una excelente letra. Muy pronto llegó a ser Secretario del Juzgado y, debido a su gran deseo de superación, logró desempeñarse como Juez Local de lo Civil y de lo Criminal. Además, se desempeñó por más de 27 años como Secretario de la Corte de Apelaciones de Matagalpa.
El Poeta Rivera, como miembro del “Círculo de Arte de Matagalpa”, fue honrado con la publicación de sus poemas en periódicos y revistas de Matagalpa y Managua, poemas que llegaron a tener gran acogida entre la población. Así, no tardó en obtener premios y, en 1962, con motivo del primer Centenario de la ciudad de Matagalpa, la Corporación Municipal, presidida por el entonces alcalde Don Francisco Aráuz, promovió un Concurso de Poesía a nivel nacional, en cuyo jurado participó el laureado poeta y escritor Pablo Antonio Cuadra. El poeta Rivera obtuvo el Primer Lugar y los poetas Alfredo Alegría, de Jinotega y Eudoro Solís, de Matagalpa, el Segundo y Tercer Lugar, respectivamente. El poemario ganador se tituló “Un centenar de versos como un centenar de rosas”.
En 1969, el Poeta Rivera se trasladó a vivir en Managua, donde falleció en diciembre de 1977.
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* Esta biografía ha sido compartida a Mosaico CSI por Humberto Rivera Altamirano, hijo menor del Poeta Julio César Rivera Martínez y actual director y editor de la Revista Vox Pópuli, en Matagalpa.
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Algunos poemas de Julio C. Rivera Martínez
Serenata
Quiero llegar audaz, ante tus rejas,
a dedicarte el canto de mis rimas,
para que escuche así mis notas primas
el caracol sutil de tus orejas.
Quiero cantar al arco de tus cejas,
y a la mirada azul con que reprimes,
y a el abrazo sensual con que me oprimes,
y al suspiro de amor con que te quejas.
Tejeré un madrigal para tu ojera
y cortaré tu negra cabellera
que cada amanecer desenmarañas…
…Y cantaré por fin, mas no te enojes,
una canción de triunfo, si me acoges,
y una canción de olvido, si me extrañas.
Julio C. Rivera
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HOGAÑO (*)
Venid, matagalpenses, en portentoso coro;
los himnos y las palmas preciso es tributar;
por nuestra Matagalpa brindemos todo el oro
de nuestros corazones, en la fiesta seglar.
Cantemos su progreso: sus calles asfaltadas
son arterias de vida que brillan bajo el sol;
en sus parques aroman las flores sonrosadas
y el mercurio deslumbra donde colgó el farol.
Las pajas y el barro son hoy hierro y cemento,
florecen en los cerros los barrios ¡Oh portento!
y el río entra a las casas vestido de aguador.
Amaneció el gran día. ¿Qué esperamos entonces?
¡Campanas, dad al aire la gloria de los bronces,
que en el pecho tenemos una fiesta de amor!
Julio C. Rivera
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EL APANTE (*)
Yo admiraba la cumbre del gran cerro garboso;
yo me trepé a su cima cuando era verde antaño;
conocí sus pinares, sentí un vértigo extraño,
pues era para un chico la cumbre de un coloso.
¡Oh Apante de mi niñez! Ya no brindas tu clima
de sabrosa frescura. Te han tornado tacaño
las infernales quemas que te roen al año
venciendo tu esplendor. ¡Que nadie más oprima
la tea que te incendia! Mejor plantara un pino
quien así te ultrajó, Yo, que fui un inquilino
de tu cúspide grata, que me empapé al frescor
de tus faldas frondosas, de tu grama mullida,
yo me duelo de ti, mi montaña querida,
y en tus faldas heridas riego un poco de amor.
Julio C. Rivera
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ANTAÑO (*)
Calles plenas de barro y aceras imposibles
resignados usaban los severos vecinos;
bajo los aluviones, en urbanos caminos
se tornaban las vías acuosas y terribles.
Asaltaba la noche el poblado incipiente,
apenas defendido por débiles candiles;
los ínfimos cocuyos parpadeaban sutiles
y el grillo rasguñaba su violín insistente.
Era cuando al ocaso, gentes municipales
faroles de hojalata encendían, rituales,
tristes flores de luces en el atardecer.
Los unánimes brazos, del trabajo fecundo
cumplían la rutina. Y el porvenir jocundo
brillaba en lontananza como un amanecer.
Julio C. Rivera
(*) Julio C. Rivera: Poeta del Centenario de Matagalpa. “Hogaño”, “El Apante” y “Antaño” son poemas del libro “Un Centenar de Versos / Como un Centenar de Rosas”, que fue premiado por la Corporación Municipal de Matagalpa en ocasión del primer Centenario de la ciudad de Matagalpa.
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