Rolando José Rivera Pastora: Pilincho. Hijo de los ilustres maestros José Dolores Rivera González, director fundador del Instituto Nacional Benjamín Zeledón, y Merceditas Pastora Zeledón, docente fundadora del mismo centro de estudios.
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Nacido en Jinotega en el año 1941. Bachiller del Colegio San Juan Bosco de Granada. Hizo estudios de Odontología en la UNAN-LEON. Casado con la apreciada señora Marlen Villagra.
Referirse al profesor Rolando José Rivera Pastora, en Jinotega, es invocar a toda una institución educativa, no solo por sus casi 35 años al servicio de la educación, sino por lo que sus padres aportaron a la formación de muchas generaciones de jinoteganos. Su nombre nos refiere inmediatamente a uno de los apelativos más reconocidos en la Jinotega coloquial: Pilincho.
Tras estudiar tres años de Odontología en la UNAN-LEON, decidió seguir las huellas de sus padres y dedicarse a la educación, aunque reconoce que la decisión de dejar la universidad estuvo más motivada por el amor. Recién había conocido a quien ha sido la mujer de su vida: Marlen Villagra, quien estudiaba en el Colegio Divino Pastor, de la capital. Al terminar ella sus estudios, pidió permiso, se casó y procrearon una hermosa y reconocida familia.
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Su primer empleo fue en el beneficio de don Cayetano Castellón, pero el destino ya tenía preparado para él un lugar en la docencia. Fue llamado a trabajar como inspector del Instituto Nacional Benjamín Zeledón, en la instalaciones que estaban ubicadas frente a la casa cural, donde actualmente está la casa de don Boanerges Cruz. Dos años después fue nombrado profesor de la materia de Estudios Sociales, yendo a profesionalizarse a Managua, donde alcanzó su título de Profesor de educación media, a la par del reconocido maestro Alejandro Soto García.
Laboró, además, como docente en los colegios La Salle y Sagrado Corazón de Jesús, y en el Instituto Nocturno de Jinotega, jubilándose en el año 1992.
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Todos sus años como maestro cargó con el apodo de Pilincho, aunque sus alumnos debían mencionarlo en voz baja y cuidándose que estuviera lejos de las aulas y los pasillos, porque si los lograba escuchar, tenían su castigo seguro.
La historia de ese particular apelativo tiene dos etapas y un solo autor: Guadalupe Rivera González, hijo de don Luis Rivera, barbero de la época.
Rolando José y Guadalupe eran dos jinoteganos estudiantes del Instituto Nacional Miguel Ramírez Goyena de Managua y a “Lupe” se le ocurrió que su amigo debía llamarse Kilincho debido a sus labios gruesos y a su piel morena, relacionándolo con el continente africano.
De regreso a Jinotega, en medio de los juegos de futbol que el profesor organizaba, se fue escuchando cada vez más el sobrenombre de Kilincho, peeeeeero, eso no iba terminar allí. Su mamá lo mandaba todas las noches a cuidar y traer a su papá, el maestro “Chepe Lolo”, que se reunía con sus amigos en un salón de juegos para entretenerse jugando billar. El joven, aburrido de tanto esperar en la acera del local, era objeto de bromas de sus amigos que pasaban por el local, quienes transformaron la palabra Kilincho a Pilincho, diciéndole que él llegaba a la sala de juegos a echar “Pilinchos”, en alusión a la palabra Pilinches, muy utilizada en los juegos de dados.
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Así el apodo se hizo famoso entre los jóvenes de la época, concretando el bautizo del maestro, a tal punto que hasta su señora madre, la maestra Merceditas, no lo llamaba Rolando José, sino que se refería a él como Pilincho.
Uno de sus hijos, el doctor José Daniel Rivera Villagra, ha asumido con gallardía el apodo de su padre y es reconocido como “Pilinchito” y para dejar constancia del orgullo de ser hijo del reconocido maestro, mando a inscribir el apodo en su vehículo.
Hoy por hoy muchos jinoteganos que pasaron por sus aulas siempre tienen una anécdota que les recuerde al rígido maestro de Sociales, a quien, décadas después, por respeto, no se atreven a mencionarle su apodo.
Jamenber 060521
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