“Aquí se va derrumbando poquito a poco. Cada año, allí va bajándose la tierra”, dice apesarada Johana Valle mientras señala un barranco de aproximadamente 25 metros junto a la casa que habita hace unos 15 años en el barrio Santa Teresita, a la orilla de la carretera que circunvala por el oeste a la ciudad de Matagalpa.
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Agrega que ese terreno donde está su casa “es muy suave, nosotros sembramos árboles para retenerlo, pero con cualquier lluvia o chubasquito se va, con cualquier peso”.
Pero, la siembra de árboles ha sido insuficiente. Durante las lluvias provocadas por los recientes huracanes Eta e Iota, una franja de tierra deslizó en la parte norte del barranco, afectando el acceso a la casa de Santiago Arista, un hombre de 107 años que tiene dificultades para caminar.
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Arista vive con Braulia Cruz, de 84 años, y su hija Tomasa Arista Cruz. “Aquí salimos por una esquinita y hay que agarrarse de unos bejucos para no caerse”, refiere Arista Cruz.
Valle, por su parte, admite que “todo el tiempo esto ha sido para nosotros una zona de peligro, estamos conscientes que es una zona de riesgo, pero, debido a las circunstancias económicas no podemos decir: ‘vamos a vender aquí y nos vamos para otro lado’, porque todo el mundo mira que es una zona de riesgo y nadie nos va a comprar con facilidad. Ahora, en estos tiempos, es dificil empezar de cero”.
En este sector del barrio Santa Teresita, hay unas diez casas a la orilla del barranco.
Cuidando a los niños
Elena Ramos, vecina de este barrio, es madre de un niño de 4 años. Siempre mantiene su portón bajo llave. Cuando deja salir al niño a jugar, es “por ratitos” y bajo vigilancia.
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“Así nos mantenemos, por precaución, porque a mí me da miedo”, expresa Ramos, quien llegó a vivir allí hace tres años.
Ramos dice que compraron en ese sitio por la cercanía con el centro de la ciudad, pero dice que siente la inseguridad.
Valle, mientras tanto, recuerda que uno de sus hijos tenía tres años y resbaló por el barranco. Una mata de guineos lo retuvo y evitó un resultado trágico. “Ha sido muy difícil criarlos, porque cuando son niños es muy difícil controlarlos, se descuida uno y ya están en el peligro”, expresa.
Algunas familias de este sector han construido porches con verjas para darles un espacio seguro para jugar a los niños.
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Abajo del cerro, a la orilla de la carretera, circulan estudiantes y vecinos de barrios aledaños. Pese a que la franja para transeúntes es limitada, algunos lo hacen para no cruzarse la carretera ya que el tráfico vehicular en bastante denso, principalmente en las horas pico.
Sin presupuesto
Los pobladores de este sector han gestionado ante la municipalidad la posible construcción de un muro que les permita retener los deslizamientos de tierra, así como un andén con barandales para evitar posibles caídas al barranco.
Sin embargo, dicen que la Alcaldía negó contar con presupuesto para este tipo de obras, ya que son costosas y que el Ministerio de Transporte e Infraestructura (MTI) estaría en desacuerdo de afectar el derecho de vía.
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