El flojo, el sabio y el lobo

Un cuento popular sobre la pereza y sus consecuencias

Mosaico CSI
10 Min Read
Imagen conceptual generada por Mosaico CSI con herramientas de IA

Cuentan que hace mucho tiempo existió un hombre tan flojo, tan flojo, que desde que se levantaba hasta que se acostaba, no hacía nada, absolutamente nada.

Su mujer estaba desesperada. Le intentaba empujar para que al menos le ayudara en las tareas de la casa, pero ni con esas…

– ¡No puedes seguir así! – le dijo un día- Yo no paro en todo el día y tú ahí sentado sin hacer nada… ¡Vas a acabar conmigo!

– Tranquila, mujer- respondió él- Seremos ricos y así no tendrás que trabajar más.

– ¿Sí? ¿Y cómo se supone que vamos a ser ricos, si no te levantas en todo el día de la silla?

– Me contaron que tras las montañas vive un hombre muy sabio. Iré a preguntarle cómo podemos hacernos ricos…

El hombre, a pesar de lo tremendamente perezoso que era, decidió cumplir su palabra, y al día siguiente, partió en busca del sabio. A mitad de camino se encontró con un lobo flaco, muyyy flaco.

– ¿Dónde vas por este camino? – preguntó al flojo.

– Pues mira, voy en busca de un hombre muy sabio. Deseo preguntarle qué hacer para convertirme en un hombre rico.

– Vaya, pues ya que le vas a ver… ¿podrías consultar qué debo hacer para dejar de estar tan flaco? Por más que como, no hay manera… ¡No engordo y sigo teniendo hambre!

– Sí que es un problema… No te preocupes, que se lo preguntaré- respondió el flojo. Y siguió su camino.

Un poco más adelante, pasó junto a un manzano que tenía todos sus frutos podridos.

– ¡Detente, buen hombre! – le dijo- ¿A dónde vas por aquí?

– Voy en busca de un hombre sabio. Necesito saber qué puedo hacer para ser rico…

– Oh, ¡Pues me podrías ayudar! Necesito que le preguntes por qué mis manzanas se estropean nada más crecer. No consigo dar frutos sanos…

– No te preocupes, manzano, que se lo preguntaré- respondió el flojo. Y siguió andando durante un día y una noche más, hasta que llegó a un lago.

Cerca de allí vivía el sabio. Pero entre las frías aguas del agua, asomó la cabeza un pez:

– ¡Por favor! – gritó al verle pasar- ¿Podrías ayudarme? Tengo algo en la garganta que me impide apenas comer… Si sigues este sendero, darás con el anciano sabio. ¿Podrías preguntarle qué puedo hacer para solucionar mi problema?

– Oh, claro- respondió el flojo- De hecho, yo voy en busca del sabio. Necesito saber qué puedo hacer para ser rico… Preguntaré lo de tu problema también.

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Ya al atardecer, el flojo se encontró al sabio, meditando frente a la puesta de sol. Se acercó a él y el anciano le miró entre apenado y compasivo:

– Por fin le encuentro- dijo el flojo- He venido hasta aquí desde lejos para preguntar qué puedo hacer para ser rico.

El sabio se quedó pensativo y preguntó:

– ¿Solo viniste a preguntarme eso?

– Bueno… también tengo otras preguntas que me hicieron por el camino…

La respuesta del sabio

Después de contarle todo, el sabio dijo:

– El pez tiene una piedra preciosa atascada en la garganta. Si alguien le libera de ella, podrá volver a comer con normalidad; el manzano… resulta que bajo el árbol alguien enterró un tesoro repleto de monedas de oro, cuyas emanaciones pudren sus raíces. En cuanto alguien desentierre el tesoro, el manzano volverá a dar buenos frutos. Y al lobo debes decirle que para curarse solo tiene que comerse al primer holgazán que se encuentre en su camino…

– ¿Y yo? ¿Qué debo hacer para ser rico?

– Tú, nada. Solo desandar el camino que hiciste para venir.

El flojo se fue la mar de contento. ¡Resulta que para ser rico no tenía que hacer nada! Le pareció fantástico. Al pasar junto al pez, le dijo:

– El sabio me dijo que tienes una piedra preciosa atascada en la garganta. En cuanto alguien te libere de ella, podrás comer como antes.

– ¡Fantástico! ¡Pues sácala tú! Así serás rico…

– ¿Y entrar en esas aguas tan frías? ¿Estás loco? No, no, no. El sabio me dijo que para ser rico solo tenía que desandar el camino que hice…

Y diciendo esto, el flojo continuó, hasta llegar al manzano.

– ¿Viste al fin al sabio? – preguntó impaciente el manzano.

– Sí, claro que sí, y en verdad es un gran sabio… Para tu problema me dijo que alguien debía desenterrar el tesoro que está pudriendo tus raíces, y así tus manzanas crecerás de nuevo sanas.

– ¡Pero eso es fantástico! Puedes desenterrarlo tú y así serás rico, como querías…

– ¿Yo? ¿Con el esfuerzo que cuesta excavar en la tierra? Ni hablar. A mí me dijo que no debía hacer nada, solo desandar el camino que hice…

El destino del flojo

Y el flojo siguió andando, hasta encontrarse con el lobo flaco.

– Por fin de vuelta- dijo al verle el lobo flaco- Dime, ¿qué te dijo el sabio?

– Me dio una solución para un manzano y un pez que encontré por el camino. Resulta que el pez tenía una joya atascada en la garganta, y el manzano, un tesoro enterrado bajo sus raíces.

– ¡Qué suerte! Entonces al fin serás rico…

– No, aún no.

– Pero… ¿no sacaste la joya del pez y el tesoro de las raíces del árbol?

– No, qué va. El agua del lago está muy fría, y lo de excavar… ¡menudo esfuerzo! A mí me dijo que solo tenía que desandar el camino que hice.

– ¿Y para mí? ¿Qué solución te dio el sabio?

– Ah, cierto… Me dijo que solo tenías que comerte al primer holgazán que te encontraras por el camino.

– Vaya, pues hoy es mi día de suerte. En verdad era un gran sabio ese anciano… – dijo el lobo mientras se relamía y se lanzaba a por el hombre holgazán.

* Cuento popular chileno, recopilado y adaptado de versiones que circulan en redes sociales

Utiliza el cuento del flojo, el sabio y el lobo para reflexionar sobre:

La pereza y sus consecuencias.

El valor del esfuerzo.

La solidaridad.

Las consecuencias de la pereza: El flojo, es en realidad un hombre muy, pero que muy holgazán. Es incapaz de hacer absolutamente nada que suponga un mínimo esfuerzo. Y su holgazanería llega a tal dimensión, que ni es capaz de hacer un pequeño esfuerzo ni por su propio bien. Aun sabiendo que con ellos podría ser rico, prefiere no hacer nada y seguir siendo pobre…

El hacer oídos sordos a los buenos consejos (escuchar, pero no oír, o lo que es lo mismo, no querer entender por ser algo ‘que no interesa’), puede llevarnos de cabeza a graves problemas. Un buen consejo siempre nos librará de ellos. Pero en este caso, el flojo no quiso ‘entender’ el consejo del sabio. ¿Esfuerzo? ¿Sacrificio? ¿Tener que pasar frío? ¿Cansarse excavando en la tierra? Son palabras, esfuerzo y sacrificio, que no existen para el protagonista de este interesante cuento chileno.

El mensaje es bien directo: la pereza nos destruye, acaba con nosotros. El flojo acaba devorado por el lobo al no querer esforzarse ni un poco ni siquiera en ayudar a otros. Esta terrible pereza acabó finalmente con el holgazán.

Pereza y falta de solidaridad:

La pereza implica egoísmo y falta de generosidad o solidaridad. El flojo no ayudaba en nada a su mujer, pero es que tampoco quiso ayudar al pez que se atragantaba con una joya ni al manzano cuyas raíces se podrían por culpa de un tesoro. Una ayuda que le hubiera beneficiado y recompensado doblemente.

«La pereza implica egoísmo y falta de empatía y generosidad»

Moraleja: el éxito no es fruto de la magia, sino del esfuerzo constante y dedicación .

Reflexiona sobre las actitudes y motivaciones para alcanzar tus metas.

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