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Duelo sin Justicia: ¿cómo es el duelo ante la impunidad en Nicaragua?

Al menos 18 —y sin duda muchas más— víctimas de la represión en Nicaragua han perdido a familiares sin que hubiera rendición de cuentas. Sus duelos de prisión, exilio y represión se agravan y cristalizan en un segundo duelo funerario

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* Trabajo colaborativo entre La Mesa Redonda, República 18 y Mosaico CSI

Max Jerez supo que su madre había muerto un mes después del funeral. Había estado en aislamiento, sin ningún contacto exterior, en el centro penitenciario Evaristo Vásquez, El Nuevo Chipote, en Managua. “Fue una de las noticias más desgarradoras que he recibido. Enfrentar ese duelo en esas condiciones fue inhumano“, relató.

Fue un viernes, 17 de septiembre de 2021, que Heidi Meza Torres sucumbió a un derrame pleural y una neumonía a los 77 años. Llevaba alrededor de un mes hospitalizada y Max no la había visto desde que fue apresado el 5 de julio de 2021, a pesar de la insistencia de su representación legal y colegas de la Alianza Universitaria Nicaragüense (AUN), de la cual formaba parte.

Duelos funeral de Heidi Meza
Funeral de Heidi Meza. Foto de Houston Castillo

Hicimos todas las gestiones posibles, hicimos todos los escritos, fuimos a El Chipote por la mañana, se introdujo el escrito con la jueza Gloria Saavedra, pero no hubo respuesta. Es un tema político“, declaró entonces Dolly Mora, también de AUN.

En efecto, Jerez pasó 583 días en prisión, acusado y condenado por el delito de “conspiración para el menoscabo a la integridad” por su participación en grupos opositores durante el estallido social de abril de 2018. En esos meses fue sometido a torturas y vejaciones, y haberle negado una despedida de su madre bien podría incluirse entre ellas.

En prisión “no había espacio para el consuelo, para el abrazo, ni libertad para procesar el duelo de forma humana y empezar a sanar. Era su único hijo y le negaron la posibilidad de que la acompañara en los últimos días de su vida. Fue una herida profunda que aún llevo conmigo“, recordó.

En febrero de 2023, Jerez fue desterrado en un grupo de 222 presos políticos enviados a Estados Unidos en apatridia. Entonces la pérdida lo golpeó incluso más al comprender que ya no estaba. El primer día fuera de Nicaragua tras el cautiverio, al ver a los demás presos políticos esperar las llamadas de sus familiares, no compartió la misma emoción.

Me comuniqué con mi familia, pero sin mi mamá fue muy difícil. Quizá porque en ese momento me resistía a afrontar la realidad. Es un ciclo de duelo inconcluso que aún hoy me afecta, pero también he intentado honrar su memoria con lo que hago, con mis convicciones y mi compromiso con la justicia”, afirmó Jerez.

Duelos Heidi Meza
Heidi Meza demandando la libertad de su hijo Max Jerez. Foto de Houston Castillo

El recuerdo de su madre sigue con él: Heidi Meza, de profesión maestra, una mujer fuerte, jovial, comprometida con su familia y con una “gran vocación de servicio; tenía constante disposición para educar a los niños y ayudar a los demás. Recuerdo que nuestros vecinos en el barrio solían acudir a ella para solicitar apoyo o consejo, pues era muy conocida por su servicio comunitario”, destacó.

Y ella le decía que estaba solo, al ser hijo único, “y tenés que aprender a valerte por vos mismo para cuando nosotros (sus padres) ya no estemos. Eso me ayudó a ser fuerte y prepararme para la vida“, aseguró.

Intersección de dolores

Perder a un ser querido nunca es un asunto sencillo.

Para muchas personas, como Max Jerez ligadas a la lucha contra la dictadura de Daniel Ortega Rosario Murillo en Nicaragua, lo que ya de por sí es una experiencia profundamente dolorosa recibe sobre sí pesos mayores: el acoso, la cárcel, el exilio; pero sobre todo la impunidad, el saber que no ha llegado todavía la Justicia.

Desde el estallido social iniciado en abril de 2018, las víctimas por crímenes de lesa humanidad y la violencia generalizada que dejó un saldo de más de 350 muertos ese año, según el conteo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

Con cientos de presos políticos y, más tarde, otro centenar de desterrados, exiliados y desnacionalizados (todos grupos que casi siempre se traslapan), a 7 años de iniciada la crisis, muchos han perdido a seres queridos sin haber encontrado Justicia por las arbitrariedades a las que fueron sometidos.

“No la pude abrazar nunca más”

Mi mamá era una mujer arrecha. De esas a las que nada la detienen. Que agarra la vida y le saca lo mejor“. Así recuerda Ana Margarita Vijil, abogada, activista de derechos humanos nicaragüense y durante 606 días entre 2022 y 2023 presa política del régimen sandinista, acusada y condenada a 10 años de prisión por “conspiración para el menoscabo a la integridad nacional”.

En los momentos difíciles siempre nos sacó adelante, a mí y a mis otros cinco hermanos. Y siempre tuvo tiempo para ayudar a otros y otras pues era tremendamente solidaria. Desde su fe y su comunidad religiosa estaba involucrada en muchas causas sociales”, añadió.

María Josefina Gurdián, conocida con cariño como “Pinita”, era una mujer “alegre, optimista, creativa, innovadora. Trabajadora incansable”, en palabras de su hija. Falleció un domingo, 27 de agosto de 2023, víctima de un infarto fulminante a los 79 años. Desde 2019 se trataba por cáncer de ovario, relató Vijil, pasando por varios procesos de quimioterapia que mermaron su salud.

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“Pinita” Gurdián junto a su hija, Ana Margarita Vijil

Pero Vijil considera que también tuvo que ver su cautiverio. “Ella sufrió mucho con mi encarcelamiento“, afirma. “Sobre todo los primeros 80 días que estuve desaparecida. Su salud se deterioró mucho y le regresó el cáncer. Estoy segura que esa preocupación mortal por mí le bajó las defensas terriblemente y la enfermó“, agregó.

El 2 de septiembre de 2021, a Pinita Gurdián le negaron salir del país rumbo a Costa Rica para realizarse un examen que no estaba disponible en Nicaragua. En la frontera le retiraron el pasaporte y no hubo más razón que el hecho de ser la madre de su hija.

Tal vez con ese viaje y ese examen ella seguiría viva“, lamentó Vijil, porque sin ese examen no pudo darse cuenta de que el cáncer había regresado. En Nicaragua recibió la atención que tuvo disponible y en 2021 fue operada, lo que le salvó la vida, “pero su salud ya nunca fue la misma”, recordó Vijil.

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María Josefina Gurdián Mántica fue reconocida a nivel nacional por enseñar a los nicaragüenses a cocinar en programas televisivos. Fue fundadora y propietaria de Pastalería Margarita en Managua y publicó varios recetarios. Además de su hija, Ana Margarita Vijil, también su nieta, Tamara Dávila, sufrió prisión política bajo la dictadura sandinista.

“Estoy segura que ella tuvo fuerzas para seguir luchando por mi libertad y una vez que me vio libre”, luego de que la dictadura la desterrara y revocara su nacionalidad como parte del grupo de los 222, “ya pudo descansar”, dice Vijil.

Añade: “No la pude abrazar nunca más, pero hablábamos todos los días. Estoy segura que ella se fue en paz sabiendo que yo estaba bien. Y también, como creyente que soy, sé que desde donde ella esté, está protegiéndome y apoyándome. Y que me echará una manito para regresar, para que todos podamos regresar a nuestro país”.

“No es normal que un padre entierre a su hijo”

Desde su infancia, Roberto Nicolás Mora Cárcamo vivió con el miedo de perder a su madre. En los años ochenta, a María Cristina Cárcamo le diagnosticaron cáncer de útero y, durante más de una década, Roberto la acompañó entre hospitales y tratamientos médicos. “Cada vez que ella se enfermaba era una preocupación enorme para mí. Eso era horrible”, recordó. Creció aferrado a ella, temiendo en silencio perderla.

Ya adulto, Roberto construyó su vida entre el periodismo y su hogar en Estelí. Trabajó para medios importantes como el diario La Prensa y para emisoras locales, siempre con una postura crítica frente a las injusticias. Su entorno personal era modesto, pero lleno de afecto: vivía junto a su madre y su hijo, Adriel Isaí Mora Meza. “Era mi entorno familiar. Mi mamá y mi hijo son los que vivían conmigo”, dijo.

En 2021, esa estabilidad se rompió. La dictadura intensificó su cacería política encarcelando a precandidatos presidenciales, defensores de derechos humanos, opositores y periodistas. Roberto, temiendo por su vida, se refugió primero una semana en Managua, mientras decidía qué hacer. La noche del 27 de junio, obligado por las circunstancias, salió por veredas hacia Costa Rica.

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Roberto Mora. Foto de Donaldo Hernández para República 18

Antes de partir, abrazó a su madre con una tristeza imposible de describir. “Salí a las 9 de la noche del 27 de junio del 2021. Ese fue el último abrazo que le di a mi madre”, rememoró. Desde el exilio, trató de mantenerse cerca. Las videollamadas fueron su forma de acompañarlos a la distancia. Aunque su madre enfrentaba nuevas complicaciones de salud, nunca dejó de mostrarse fuerte ante él.

“Fíjate que una de las principales cosas que yo tenía miedo era perder a mi mamá. Antes de eso es lo que pensaba. Y más bien trataba de bloquear esos pensamientos, porque me daban tristeza”, señaló.

La situación empeoró. María Cristina sufrió una caída, luego crisis intestinales que requirieron una nueva cirugía de emergencia. El 6 de agosto de 2021, a poco más de un mes de la partida de Roberto, su madre falleció.

La distancia agravó el dolor. Roberto no podía regresar al país. Solo pudo acompañar las honras fúnebres a través de videos que le enviaban, o una que otra videollamada. Roberto sigue sin asimilar del todo su ausencia. “Hoy en día también yo lloro por mi madre en determinado momento, porque ahí siempre me va a hacer falta, ¿no? Eso no se va a quitar así”.

Cuando todavía trataba de sobrellevar ese duelo, una tragedia aún más devastadora golpeó su vida. El 30 de enero de 2024, su hijo Adriel falleció. Tenía apenas 16 años. “Lo de mi hijo fue muy fuertísimo, mucho más fuerte todavía, porque como yo entiendo lo que dicen… no es lo normal que un padre entierre a su hijo”, apuntó.

Perder a Adriel, a su madre y a su hogar en Nicaragua dejó a Roberto sin su vida anterior. “Todo lo que yo era allá, ya eso como que desapareció. No tengo casa, no tengo tampoco a mis seres queridos”, relató.

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Roberto Mora. Foto de Donaldo Hernández para República 18

Aferrándose a su fe cristiana y a la ayuda psicológica que recibió en el exilio, ha intentado reconstruirse. Hoy, en Costa Rica, cultiva nuevas amistades, participa en proyectos, se aferra a pequeños planes de futuro, convencido de que debe seguir adelante.

Si te quedas en un vacío y sin metas y todo, ahí ya se te se te acaban todas las energías. Y yo creo que vamos a seguir resurgiendo”, afirmó.

Roberto no presume de tener respuestas. Solo reconoce que la fe lo sostiene. “Es frustrante. No puedo decir que existe la fórmula, porque yo lo único que siempre he dicho es que, si no es por la ayuda de Dios, yo no me imagino cómo puede enfrentarlo uno”, concluyó.

El peso del duelo

“El duelo es algo natural, justo y necesario”, principió en su explicación la doctora Ruth Quirós, psicóloga del Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más. “Cuando pasamos por una situación de pérdida difícil, necesitamos el duelo para acomodarnos a la nueva realidad, para adaptarnos. Su función es precisamente esa: permitirnos procesar la pérdida”.

No tiene nada de malo; al contrario, es un proceso necesario“, acotó.

Pero el duelo también puede volverse una experiencia traumática. Ahí se generan las dificultades: las sensaciones propias del duelo se intensifican —preocupación excesiva por el evento, gran dificultad para procesar la pérdida, monomanía alrededor incluso tras un periodo prolongado— en lo que catalogó de “duelo congelado” por la situación de exilio.

Quirós señaló que muchas personas, en terapia, expresaron vivir con la imagen de sus seres queridos “como si estuvieran vivos”, esperando encontrarlos al regresar a su país algún día, lo que puede generar un impacto emocional devastador al enfrentar la realidad. Esto intensifica el dolor y el sufrimiento.

Los síntomas más complicados del duelo traumático incluyen pensar constantemente en el evento, no poder superarlo, revivirlo o reexperimentarlo una y otra vez. “También puede manifestarse en un estado de negación, donde la persona se rehúsa a aceptar la pérdida, imaginando que el ser querido sigue vivo“, detalló Quirós.

“Castigo emocional”

Si este sufrimiento persiste más allá de seis meses o un año, apuntó la experta, con síntomas como llanto constante, pérdida de apetito, insomnio o pérdida de peso, es una señal clara de un duelo traumático. En el duelo traumático, las etapas clásicas —negación, ira, negociación, depresión y aceptación— no se desarrollan de manera ordenada, sino que los síntomas se intensifican con el tiempo.

“Estos duelos traumáticos pueden tener efectos a largo plazo que afectan gravemente la calidad de vida, especialmente en la salud mental. Si los síntomas no disminuyen con el tiempo, el sufrimiento aumenta y no se procesa adecuadamente la pérdida, es crucial buscar acompañamiento profesional“, continuó.

Esto puede incluir grupos de apoyo o terapia individual para contrarrestar la sintomatología intensa. Desde el Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más, Quirós ha visto, abordado y apoyado en varios casos de este tipo, que se ven agravados al hacer intersección con otros tipos de duelo.

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Fuente: Sondeo en base a reportes varios medios de prensa independiente de Nicaragua en el exilio, 2018-2025]

El duelo no solo se vive por la pérdida de seres queridos, sino también por pérdidas materiales, algo muy común en personas exiliadas que deben desprenderse de todo lo que conocían: estatus social, estabilidad económica, bienes materiales“, aclaró la psicóloga.

En el contexto de Nicaragua, “este sufrimiento forma parte de un entorno de persecución y violación sistemática de derechos humanos“. Aunque admitió que no puede asegurar con certeza que el duelo traumático se utilice explícitamente como estrategia de parte de la dictadura, en la práctica sí funciona como “un castigo emocional evidente” contra opositores.

“La imposibilidad de regresar al país para despedir a un ser querido, o la negación de acceso a un familiar en agonía, como en casos de personas presas política, agrava el dolor y perpetúa el sufrimiento“, concluyó.

Casi una veintena de casos así fueron recopilados para este reportaje. Pero habrá muchos más no reportados. Cada uno cuenta una historia dramática —como el del excarcelado Levis Artola, quien supo de la pérdida de su hermano y a su padre en un plazo de tres días— que no se puede reducir a una estadística, demostrando los extremos a los que la dictadura en Nicaragua ha llegado para mantener su poder.

Así, también, ha demostrado que nada es sagrado en su misión de someter a Nicaragua su mandato.

* Trabajo colaborativo entre La Mesa Redonda, República 18 y Mosaico CSI

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