Entre la segunda mitad del Siglo XIX y la primera del Siglo XX, 1850 y 1930, vivió en Namanjí, “Tierra Caliente”, municipio de San Rafael del Norte, departamento de Jinotega, el potentado agricultor, ganadero y comerciante, Don Felipe Úbeda.
Don Felipe, con su Señora Esposa, Doña Asiscla Úbeda, tuvieron como hijos(as) a: Pedro, Roque, Juan, Emilio, Don Visitación, Indalecio, Don Carmen, Famelisa, Martina, Bernardina y Anita.
Don Felipe fue dueño de inmensidad y de alta calidad de tierras en el sitio de Namanjí y de Colón, en los municipios de San Rafael del Norte y de La Concordia.
Para regar sus exuberantes cañaverales, sacaba del Río Viejo el agua mediante un canal, calzado de piedras, el que se extendía desde Colón hasta la última parte de su propiedad en Namanjí, “Nacascolo”, al menos unos dos o tres kilómetros de longitud.
Vestigios de esa ejemplar e histórica calzada, se encuentran en al menos unas cuarenta varas en la propiedad de la Profesora Rita Elena Úbeda Aráuz, nieta de Don Felipe.
Tenía, Don Felipe, su casa en la parte central de la planada, pero retirada del río, era una construcción de dos pisos, de grandes adobes, con una fuerte, amplia y tendida escalera, por medio de la cual, subía Don Felipe al corredor del segundo piso montado en su adiestrada mula.
De los potentados que sacaban su dinero en cargas, viajaba Don Felipe en carretas a León en asuntos de negocios.
Toda su vida transcurría en plenitud de éxitos, de trabajos, de proyectos, de alegría familiar, hasta que un día tuvo una más de varias discusiones con su hijo Visitación, supuestamente por asuntos de herencia.
Tan fuerte resultó el disgusto, que Don Felipe maldijo a su hijo Visitación, diciéndole que un rayo lo partiría.
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Aquella maldición del disgustado patriarca no se dejó esperar, y, a entradas del siguiente invierno, cuando el incidente ya se había olvidado, estaban en el corredor de la casa hacienda, cuando empezó el cielo a relampaguear y, en seco, antes de la lluvia caer, cayó aquel fulminante rayo que puso fin a la existencia del infortunado Visitación.
Se dieron los funerales, procedieron al entierro en una bóveda de cemento en la parte céntrica del cementerio de San Rafael del Norte.
Al año siguiente, para el mismo tiempo, otro potentísimo rayo partió en dos la bóveda. La familia la mandó a reparar y otro rayo la volvió a partir. No la volvieron a reparar. Así la conocimos, por generaciones, como la bóveda partida por los rayos, la cual inspiraba el lógico temor.
Don Felipe, ya sin alegrías por semejante realidad de dolor, murió de pena moral, según me platicaba mi buen amigo, Don Santiago Escobar, (Q.E.P.D.).
En la Foto, el Patriarcal Señor, Don Felipe Úbeda y parte de su familia, sentado, a la izquierda, de elegante sombrero. (Cortesía de la Lic. María Jesús Úbeda Herrera).
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