Previo al Sexto Congreso Americano Misionero (CAM6) inaugurado este martes 19 de noviembre en Ponce, Puerto Rico, el cardenal Baltazar Enrique Porras Cardozo, arzobispo emérito de Caracas, Venezuela, calificó a la Iglesia de Nicaragua como una “Iglesia mártir”.
En una entrevista concedida a las Obras Misionales Pontificias de Estados Unidos, el cardenal Porras, quien es el enviado especial del Papa Francisco al CAM6, denunció la implacable persecución que sufren los líderes y fieles católicos bajo el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
El CAM6, que finalizará el 24 de noviembre, tiene el lema “América con la fuerza del Espíritu, testigos de Cristo”, y tiene la finalidad de reflexionar sobre el quehacer de la Iglesia en clave misionera y busca continuar despertando la conciencia de la misión Ad-gentes (anuncio en territorios donde no conocen el Evangelio), asumiendo acciones concretas en y desde América hacia la Iglesia universal.
La publicación de Obras Misionales Pontificias señala que la represión en Nicaragua ha incluido el encarcelamiento y destierro de los obispos de Matagalpa y Siuna, monseñor Rolando José Álvarez Lagos e Isidoro Mora Ortega, respectivamente, el reciente destierro de monseñor Carlos Enrique Herrera, obispo de Jinotega y presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, además del exilio del obispo auxiliar de Managua, monseñor Silvio José Báez.
También menciona la expulsión del nuncio apostólico Waldemar Stanisław Sommertag, que marcó la ruptura de relaciones diplomáticas entre el Vaticano y el régimen de Nicaragua.
Estas acciones forman parte de una estrategia que, según el cardenal Porras, busca debilitar la fe y la fraternidad del pueblo, aunque la resistencia de los fieles sigue siendo un testimonio vivo de esperanza y fortaleza espiritual.
Estas son preguntas y respuestas de la publicación de Obras Misionales Pontificias:
P: Cardenal, ¿le puedo pedir alguna reflexión sobre Nicaragua?
“Tengo alumnos que estudiaron en Caracas para ser sacerdotes, y la están pasando muy mal. Creo que siempre que tenemos situaciones conflictivas, tendemos a desanimarnos, o tendemos a pensar que es como castigo de Dios. Y no se trata de eso, de todo lo contrario. Son esas pruebas las que, como dice el Papa Francisco, nos recuerdan que el demonio existe y tiene caras muy distintas. Y en estos momentos no hay duda de que la Iglesia de Nicaragua es una Iglesia mártir, es una Iglesia que está siendo sometida prácticamente a desaparecer. Vemos como solo hay cinco obispos nada más, no hay representante pontificio, y cantidad de sacerdotes y de laicos exiliados.
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Sin embargo, recibo noticias de cómo la fe de la gente sencilla se mantiene, y se mantiene con vigor. Por supuesto que hay mucho temor y miedo por toda la represión y por todo lo que es el abuso de la fuerza, pero creo que ahí es donde entra en juego, de verdad, esa capacidad de discernimiento, esa creatividad, para que no nos dejemos robar lo poco que tenemos, que en realidad es mucho: la Gracia del Señor para crear fraternidad. Situaciones como esta no ayudan en absoluto a una mayor justicia, a una mayor equidad, para que la gente pueda salir de la pobreza, sino que el objetivo es convertirnos en esclavos. Por eso, para la Iglesia universal y la Iglesia latinoamericana no pasa desapercibida, ni puede pasar, o no podemos pensar que no nos incumbe, que no somos nosotros. La fraternidad exige cercanía no solo en la oración sino intentar ver, tanto para los que han salido como para los que están adentro, cómo podemos echar una mano”.
P: Saber que el pueblo y la Iglesia de Venezuela también sufrieron necesidad, y en particular necesitaron la oración del mundo, ¿le hacen sentirse más cercano a Nicaragua?
“Sí, ciertamente, hemos seguido muy de cerca, por la afinidad política entre ambos regímenes y el exaltar como si fuera una virtud cierto comportamiento, que no lo es. Sabemos que hay que escuchar la voz del pueblo. Nosotros, por el sentido de la fe, la llamada que el Papa nos hace que como bautizados, tenemos ese pozo de sabiduría que nos ha dado el Señor. Pero en la vida pública y la vida civil, la razón de ser de toda autoridad no es mantenerse en el poder sino servir a la gente y a sus necesidades. Cuando esto no se da, se deslegitima, puesto que es la razón de ser de lo que es una democracia, de lo que es una sociedad. No podemos creer que va a haber progreso en la humanidad si hay unos cuantos poderosos y millones de esclavos.
Y vemos que esto se está repitiendo de una u otra forma en este cambio de paradigma que existe en el mundo de hoy en lo político. No solo en nuestro continente, sino vemos en el Medio Oriente, en África o en los componentes de, llamémoslos ideológicos, religiosos y étnicos que están detrás de la guerra entre Rusia y Ucrania”.
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