Entre los rincones místicos del Caribe nicaragüense, se entretejen relatos que exploran la cultura del pueblo miskitu. Estas historias, transmitidas a lo largo de generaciones, relatan hazañas de héroes, el amor, y la comunión con los elementos de la naturaleza.
En esta región, los cuentos tradicionales hablan de espíritus que habitan los ríos, héroes cuyas habilidades desafían la realidad, y seres sobrenaturales que intervienen en la vida de los humanos.
Más allá de su riqueza narrativa, estas leyendas reflejan la esencia espiritual y cultural de un pueblo cuyo vínculo con el entorno es tan profundo como las aguas que rodean su territorio.
En su recopilación de la cultura nicaragüense Muestrario del Folklore Nicaragüense, Pablo Antonio Cuadra y Francisco Pérez Estrada presentan la leyenda de Cotón Azul:
Vivía una vez, en cierta comunidad ya olvidada, un apuesto joven miskitu a quien llamaban Cotón Azul, porque eran de su preferencia, las cotonas de ese color. Llevaba una vida común, cazaba, pescaba y dormía. Era amante de la música y de la poesía. Gustábale vagar por la montaña, a orillas de los ríos y contemplar largamente, como buen poeta, todo lo que Dios ha dado a nuestra raza.
Un día … internóse en la montaña, como de costumbre, y vio con gran sorpresa, que colgaba de la alta rama de un ceibo una preciosa y reluciente guitarra. Su primer impulso, fue subirse y descolgarla, pero tuvo miedo de que su dueño fuese algún espíritu malo … Pero al día siguiente, guiado por la tentación, regresó al mismo sitio, pensando que tal vez había soñado, pero que no era malo comprobar … y otra vez allí estaba la atractiva guitarra. Esta vez salió corriendo … Cotón Azul no había soñado.
Bueno, amigos, el sitio, la guitarra … poseían una atracción enorme y por tercera vez regresó al lugar. Y como «la tercera es la vencida», esta vez, subióse al árbol y descolgó el instrumento. Era un sueño … lo ejecutaba con gran maestría, como si toda la vida le hubiese pertenecido y como encantada, de ella se desgranaba una música celestial y maravillosa.
Así, pues, amigos míos, continuó Ireneo, se inició la fama de nuestro humilde Cotón Azul. La gloria de su música se extendió por todo el reino.
Sucedió que, en esos días, nuestro buen rey ALBRISKA, que vivía en una pintoresca comunidad, también ya olvidada, se encontraba sumido en una profunda pena; la princesa LAKIA, morena y bella, hija única, heredera del trono, había desaparecido como por encanto y se nimoraba, que bañándose en el río había sido raptada por la LIGUA (Sirena).
Patrullas de hombres armados de flechas, salían en su búsqueda, por los ríos, por la selva, por las nubes; pero todo en vano. La Princesa LAKIA no aparecía y el rey lloraba mucho … y el pueblo que quería a su rey humilde y bondadoso, también lloraba.
Un Sukia, profetizó al rey ALBRISKA, que un humilde siervo, músico y poeta, llamado Cotón Azul, sería el único capaz de encontrar a la Princesa. —»Llamadlo», aconsejó el sabio Sukia, al rey. Y el rey con grandes dudas de su efectividad hizo llamar al famoso músico miskito Cotón Azul. Este, sin hacerse esperar de su Wista-tara, corrió a su lado. «Busca a la Princesa», ordenóle el rey, y luego pide lo que quieras en recompensa.
Pensó éste buscarla en el río, y dispuso, que se le preparase una preciosa barquita con casquetes de oro. Montó el joven en la barca, llevando consigo a otros súbditos del rey. Recorrieron el río, desde su nacimiento hasta donde nos dice adiós. En todo el trayecto, Cotón Azul, plañía la guitarra, saliendo de ella tonadas dulces y sanadoras, nunca escuchadas por oídos mískitos. Al acercarse a Ulwas, emergió la LIGUA, del fondo del río, con la princesa LAKIA en sus brazos. Cotón Azul, no cesaba de ejecutar, la encantada guitarra; la LIGUA, parecía adormecerse. Sin hacer ruido, acercáronse a ella, arrebatándole la doncella.
Ese día, fue de fiesta en toda la región, hasta el Sol sonreía en medio de nubes de color y el rey reía, y todos los mískitos estaban con el corazón alegre.
En medio de su regocijo, recordó el rey, el ofrecimiento que hiciera a Cotón Azul, e inmediatamente procedió a preguntarle, cuáles eran sus mejores deseos. Y Cotón Azul, sin hacerse esperar, dijo: «Quiero casarme con la Princesa LAKIA», y cumplió el rey, como buen mískito que era.
Con el casamiento de Cotón Azul y la princesa LAKIA, siguió la fiesta en el reino, abundó la misia, el rondón, la bisbaya, etc.
Lakia y Cotón Azul, fueron felices. Cuando murió el rey, Cotón Azul le sucedió (a los mískitos no les agradan las reinas mairen). Fue un rey muy feliz, famoso músico, pues jamás abandonó su preciosa guitarra. Fue excelente con su pueblo, y con su humildad y espíritu de trabajo, hizo la felicidad de su reinado.
Otra leyenda miskita habla del origen del río Coco o como es llamado en su lengua, el río Wangki. que nace en la zona norte de Nicaragua y desemboca en el mar Caribe en el Cabo Gracias a Dios. Esta leyenda nos cuenta el viaje de un gigante que, desesperado, busca a su hijo perdido:
La leyenda de Nikiniki
En tiempos de nuestros antepasados existió Nikiniki, el dios que al andar hacía temblar la tierra. Nikiniki vivía feliz al noreste de las tierras miskitas. Sucedió que un día se le perdió su hijo y salió en busca de él por los alrededores, llevando consigo las semillas de pino para atraerlo con su olor.
Con su caminar en zigzag iba pasando, rompiendo un camino curveado y hundido llenándolo de lágrimas; entonces, los habitantes de la región, asustados escucharon su llanto de trueno. El dios del Terremoto, siempre buscado su hijo prosiguió su viaje al este. Como no lo encontrara, al llegar donde hoy se llama Awasbila, comenzó a regar las semillas de pino hasta llegar a las orillas del mar.
No pudiendo encontrar al hijo, Nikiniki regresó por el mismo camino que hizo en su andar.
Esta vez regó las semillas más al sur, hasta llegar a Laymus, donde se terminaron las semillas. Nikiniki nunca encontró su hijo y en Laymus murió de tristeza.
De las semillas que regó, nacieron los verdes pinos desde Awasbila hacia el este para llegar cerca del mar. Por el suroeste, hasta llegar a Laymus. Y de las lágrimas derramadas y del camino que hizo con su andar, surgió un hermoso río que se llama Wangki.
El cangrejo de oro
En una de las comunidades Miskitas de Nicaragua, se cuenta la leyenda de un niño que soñó con su abuelo, guiándole por las aguas hasta un gran tesoro, el niño cayó en la curiosidad y siguió la ruta de su sueño, encontrando un cangrejo de oro con diversas gemas, sí bien cuando lo sacó del agua, el cangrejo se convirtió en una piedra que hacía ruido, un escalofrío recorrió su cuerpo, huyendo como si hubiera hecho algo malo, no volviendo nunca más a reclamar las riquezas.
Otra leyenda narra el origen del pueblo miskito y es la historia de Miskut y su gente, que, provenientes del actual Honduras, buscaron un territorio dónde asentarse, llegando así, a la Costa Caribe de Nicaragua. Ruth Matamoros, en su ensayo, Una nación más allá de las fronteras, nos cuenta lo siguiente:
La historia miskita dice que Miskut vivió en la parte norte de Honduras junto con su gran familia. Miskut, su familia y un grupo de guerreros bajo su comando caminaron hacia el sur buscando mejores tierras para vivir y terminaron llegando a otra parte de Honduras, probablemente Brus Laguna.
Miskut no estaba satisfecho con el lugar y después de un tiempo reunió a su gente y continúo caminando hacia el sur por la Costa miskita. No toda su gente le siguió y algunos prefirieron quedarse en Honduras. Tras un tiempo, Miskut y la gente que le siguió arribaron a Cabo Gracias a Dios.
Miskut pensó que el lugar era adecuado para asentarse ya que estaba cerca del mar y tendrían muchos peces para alimentarse. Miskut y su gente se quedaron a vivir ahí y llamaron al lugar Sitawala (río de ostiones).
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