“María”, nombre ficticio para proteger su identidad, es una joven mujer miskita que migró a Costa Rica hace aproximadamente ocho meses. Dejó su territorio natal, Twi Yahbra, debido a la creciente inseguridad provocada por colonos que invaden las tierras indígenas. Ella y sus hijos engrosan el número de familias miskitas que llegan a Costa Rica huyendo de la violencia que existe en la región del Caribe nicaragüense.
Según datos parciales de la comunidad miskita en Costa Rica, existen alrededor de 1,000 familias miskitas viviendo en el cantón (municipio) de Alajuelita, así como en los distritos de Purral y Pavas y en la ciudadela La Carpio.
La mayoría de estas personas, huyeron por la “situación crítica de violencia” que viven por la invasión de su territorio, según denunció “Tangni”, una mujer miskita exiliada en Costa Rica, durante la reciente presentación de las Agendas de mujeres periodistas e indígenas de Nicaragua.
María también pudo asistir a la presentación de la agenda de mujeres realizada en un hotel de San José, donde relató a Mosaico CSI que decidió salir del país debido al “conflicto con los colonos”.
“Mi papá tenía bastante tierra, pero los colonos nos las quitaron, no teníamos dónde ir, tampoco dónde sembrar”, relata María, añadiendo que “me siento muy triste. Hace rato que se planteaban nuestros problemas, hasta las lágrimas me salían porque nosotros no deberíamos venir aquí a andar pidiendo ayuda para sobrevivir, en nuestro pueblo lo teníamos todo”.
El idioma, una barrera para las miskitas exiliadas
María lamenta su exilio pues, al ser una comunitaria del territorio Twi Yahbra, reconoce la importancia de los bosques y los ríos para la obtención de su sustento diario y mencionó que “el corazón del miskitu es nuestras tierras y nuestras aguas”.
Su llegada a San José, la capital costarricense, significó un cambio radical en su estilo de vida, pues, pasó de pescar en los ríos que circundan su territorio, y de cultivar su propio alimento, a caminar en calles de concreto y a vivir en espacios muy reducidos, así como a hablar en español, idioma que apenas maneja.
“Siempre digo que venimos a sufrir mucho acá, porque como miskitus nosotros estamos acostumbrados a pescar para comer, no sabemos trabajar en oficinas”, señala María. Prosigue: “acá en trabajos de construcción no sabemos mucho, pero nosotras las mujeres por problemas venimos, otras tenemos muchos problemas con el idioma, porque desde niñas crecimos hablando solo el nuestro y así nos entendíamos, nadie nos obligaba a aprender o hablar español, quienes podían aprendían”, añadió.
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Para Brisa Bucardo, activista y defensora de los pueblos originarios y afrodescendientes, “no vive lo mismo, una persona indígena que una persona no indígena al momento de exiliarse”.
Detalla también Bucardo que hay elementos a tomar en cuenta, tales como la discriminación y la xenofobia. “Si ya nos discriminan por la nacionalidad (nicaragüense) en países como este (Costa Rica), hablar en idioma indígena es un riesgo”, afirma.
Al respecto, María reconoce que muchas de las mujeres miskitas de su territorio han tenido una educación incompleta. Ella explica que algunas de las mujeres de su comunidad apenas terminaron la primaria, y otras no saben leer ni escribir su nombre, lo que ha dificultado más su integración en Costa Rica.
Bucardo señala que en Nicaragua “ser una mujer indígena es sinónimo de tener muchas limitaciones… Ahora, salir del territorio, el desplazamiento forzado, implica otros desafíos y se le suman otras violencias culturales, por ejemplo, el tema de la lenga”.
Aunque, Bucardo cree que el idioma en sí “no es una barrera”, si no, que “la barrera es la falta de políticas públicas y estrategias de inclusión por parte de los diferentes espacios”.
Niñas están en la mira de los colonos
En el Caribe nicaragüense, los colonos no solo se dedican a invadir los territorios de los pueblos indígenas, desde hace tiempo se han vuelto en un peligro para las niñas y adolescentes.
María denuncia que actualmente muchas niñas entre 13 y 14 años se ven obligadas a vivir con los colonos “por necesidad, a veces, para salvar la vida de sus familias y para que estas puedan comer”.
“A veces (a las niñas) les ofrecen dinero y (los colonos) les dicen que si no se meten con ellos van a matar a los padres, las chavalas por amor a sus papás se meten con ellos, incluso ellos las asesinan”, relata María.
Ella recuerda el asesinato de una joven miskita de 21 años de iniciales S.K.T.L, perteneciente a la comunidad de Sangnilaya. Ella fue asesinada el pasado mes de mayo por colonos armados, luego su cuerpo fue arrojado al río Wawa.
“No hay justicia, persiguen a los comunitarios y los machetean, los secuestran y, cuando la comunidad denunciamos, se los llevan, los llevan arrestados frente a nosotros, pero allá, (en los puestos policiales) los sueltan, luego ellos pasan burlándose por la comunidad”, agrega.
De igual manera, María detalla que las escuelas han dejado de ser lugares seguros paras sus hijos e hijas. Ella comparte que, los colonos salen borrachos hacia las comunidades, disparan al aire, incluso cerca de los niños. En algunas ocasiones, los colonos montan a caballo y se pasan llevando a los menores causándoles heridas o los amenazan cuando los niños van a comprar a las ventas y les arrebatan su dinero.
Incluso, se atreven a llegar a las escuelas en estado de ebriedad donde, ofrecen dinero a las niñas para que se acuesten con ellos. “Las engañan, las embarazan, incluso hay niñas a las que las han contagiado de enfermedades de transmisión sexual”, asegura.
Según el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL), las mujeres y niñas indígenas (en Nicaragua) son víctimas de violencia sexual, psicológica y física. Entre 2018 y 2023, se documentaron 35 casos de violaciones sexuales, y en 2024 se registraron 58 casos de violencia contra mujeres en 15 comunidades.
Más violencia hacia las mujeres miskitas con invasión de colonos
Por su parte, Bucardo agrega que, las causas principales de la vida precaria de las mujeres indígenas es la pobreza estructural, el abandono histórico por parte del Estado nicaragüense y ahora la creciente invasión de colonos a su territorio.
Sin embargo, señala que la violencia de género y el machismo extremo, es lo que limita el ejercicio y el desarrollo pleno de los derechos de las mujeres “y ahora esto se ha duplicado o triplicado con la invasión de los colonos a los territorios” indígenas.
“Las mujeres por una parte están sufriendo la violencia interna, la violencia de género y la violencia estatal, pero también la violencia de los colonos” … “lo que ha generado más carga emocional para las mujeres, así como la carga del cuido de la familia a la hora de exiliarse y también ha convertido a la mujer en el sostén emocional”, agrega Bucardo.
Según el Grupo Internacional de Trabajo sobre Pueblos Indígenas las comunidades indígenas Mayangna y Mískitu, en la Región Autónoma de la Costa Caribe Norte (RACCN), están siendo atacadas desde hace casi una década por bandas criminales de colonos fuertemente armados.
El Grupo Internacional asegura que, consistente con la política de colonización interna hacia la Costa Caribe del país, se promueve la discriminación estructural, evidenciada en que a la fecha las únicas personas condenadas por los ataques perpetrados sistemáticamente contra las comunidades indígenas por casi una década han sido 8 guardabosques indígenas, mientras otros 25 son perseguidos por la Policía Nacional.
En el 190 período de sesiones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), celebrado el pasado mes de julio, organizaciones defensoras de derechos de pueblos indígenas denunciaron la violencia contra los pueblos Mayangna y Miskitu de la Costa Caribe Norte de Nicaragua que desde el año 2018, se ha intensificado debido a un proceso de colonización que, sumado a la crisis sociopolítica que enfrenta Nicaragua, ha llevado a las comunidades, según sus propias palabras, al borde de un “etnocidio”.
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