Septiembre es el mes patrio en toda Centroamérica, donde los cinco países del itsmo, cada 15 de septiembre, celebran su independencia de la Corona española. Sin embargo, en Nicaragua, además de esta fecha histórica, el 14 de septiembre conmemoran un hito propio: la victoria de los nicaragüenses sobre los filibusteros en la Batalla de San Jacinto.
La batalla del 14 de septiembre de 1856 en la Hacienda San Jacinto, ubicada en los Llanos de Ostócal, al este del municipio de Tipitapa, departamento de Managua; fue un punto de inflexión decisivo en la Guerra Nacional contra los filibusteros liderados por William Walker. Esta victoria determinante llevó a la liberación de Nicaragua de la invasión extranjera. El general José Dolores Estrada emergió como un héroe nacional, mientras que un regimiento de indios flecheros de Matagalpa también desempeñó un papel crucial en la contienda.
El portal informativo del Ministerio de Educación de Nicaragua (MINED) comparte el relato oficial sobre este hecho histórico:
De las cuatro compañías de patriotas que se formaron en Somotillo para combatir a los filibusteros, la tercera, comandada por el coronel José Dolores Estrada y los Capitanes Carlos Alegría y Bartolo Sandoval, estaba destinada a encontrarse con las primeras avanzadas de Walker. Llegó a San Jacinto el 29 de agosto de 1856, a las cinco de la tarde. Eran 160 hombres. La casa de la hacienda era grande, de teja y con dos corredores, ubicada en el centro de un extensísimo llano.
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El 11 llegó una división de 60 indios flecheros al mando del mayor Francisco Sacaza. El 13, Estrada recibió las municiones de que disponía. La presencia de los patriotas en San Jacinto era un serio inconveniente para el abasto de víveres de los filibusteros. El estado de los caminos hacia a estos imposibles enviar artillería contra la casa-hacienda.
Los patriotas que habían hecho trincheras para defender la casa y los corrales de madera se dividieron en tres frentes o compañías ligeras, con 50 soldados, más o menos en cada posición. El coronel José Dolores Estrada dirigía y unificaba operaciones desde los corredores norte, sur y oriente de la casa con la ayuda del teniente coronel Patricio Centeno. El retén o centinela, Faustino Salmerón, puesto por Estrada dio ordenes inmediatas y la tropa se tendió en sus tres puntos de defensa. Los filibusteros, auxiliados por la neblina espesa, se acercaron hasta pocos metros de las defensas patriotas, con orden de no disparar, hasta estar a boca de jarro. Por coincidencia los soldados nicaragüenses habían recibido la misma orden, por la escasez del parque, así que la primera descarga de el primer encuentro fue tremendamente mortífera.
Durante dos horas los filibusteros trataron de asaltar los tres frentes siendo rechazados. Entonces los filibusteros comprendieron que tanto los corrales de piedra como la casa hacienda eran inexpugnables de frente. Se retiraron momentáneamente, concertaron el plan de ataque los oficiales y al grito de” ¡Hurra Walker!”, lanzaron todo el peso de las tres columnas sobre el flanco izquierdo que era el más débil. La primera descarga patriótica los rechaza y caen muchos invasores muertos. Pero cae también el capitán Sacaza y el oficial Bolaños. Los nicaragüenses no tienen tiempo casi de cargar sus lentos rifles de chispa y ven saltar sobre ellos, tiros incesantes de armas de repetición a los filibusteros.
Se lucha cuerpo a cuerpo: a bayoneta, a machete, hasta con piedras. Andrés Castro viendo un filibustero saltar una trinchera y no teniendo cargado su rifle toma una piedra y lo mata de un certero golpe. Cae muerto el oficial Ignacio Jarquín y también el capitán Watkins. Retroceden los filibusteros y vuelven al instante al ataque. En la acometida Marshall, Milligan y Byron Cole gana el corral y a gritos alientan a sus soldados para que tomen las trincheras.
El oficial Venancio Zaragoza con varios soldados, sintiéndose entre dos fuegos, salta el corral y huye. Parece ya perdido el corral de madera y el flanco patriota izquierdo. Eran las 10 de la mañana. La derrota parecía amenazar a las tropas nicaragüenses. Cortado en sus posiciones, se luchó cuerpo a cuerpo y los filibusteros presionando cada vez más sobre las defensas del corral para ganar la casa. Las órdenes tenían que darse y contestarse a gritos desde la casa hasta los oficiales. El Mayor O’neil ve que las defensas nicas están cediendo y ordena un cuarto asalto que toma el corral a costa de muchos muertos.
“Tal vez estuviéramos escribiendo una derrota”, dice en este momento del combate el General Estrada, “si el teniente Eva, Vélez y Solís con Manuel Marenco no se resuelven a morir primero que abandonar el punto de donde les hacían resistencia”. El punto era el estrecho terreno que quedaba entre el corral y la casa.
Detrás de esos valientes oficiales los soldados parapetados en el corredor de la casa hacían fuego de fusilería. Entonces agrega el general Estrada “dispuse que el capitán Cisne, el teniente Siero y el oficial Fonseca saliesen a flanquear”. En efecto salieron ocultamente por el costado sureste de la casa con tres guerrillas y entre el monte y la serranía aparecieron de pronto a espaldas de los filibusteros que ya se creían victoriosos al grito de ¡Viva Martínez!.
Cayeron sobre los yanquis. Al interrumpir las guerrillas gritando y disparando, la yeguada y potros de la hacienda se espantó y corrió en tropel al corral donde acostumbraba a guardarse. Los filibusteros vieron caer sobre ellos a los valientes guerrilleros, sufriendo el impacto de sus descargas y sobre eso oyeron entre el monte, el tropel de potros creyendo que a la infantería venía agregada una furiosa tropa de caballería. Perdiendo la cabeza saltaron en retirada los corrales donde Cisne, Siero, Fonseca y sus soldados cayeron sobre ellos a la bayoneta. De la casa se oyeron gritos de triunfo. Entonces… Los nicaragüenses vieron que el sol iluminaba su resonante victoria sobre los invasores. Eran pasadas las 11 de la mañana. Los ánimos enardecidos y la sangre de los caídos encendieron la furia nativa. Saltaron en persecución de los filibusteros en huida, con bayonetas y machetes, con revólveres y armas que recogían de los vencidos y con lazos los que pudieron montar a caballo, organizaron la persecución a muerte. Al frente de los implacables perseguidores victoriosos iba el valiente y terrible Bartolo Sandoval (alias El Loco) y el teniente Miguel Vélez. Al filibustero que daban alcance o lo colgaban de un árbol o lo decapitaban para economizar parque.
El sargento Francisco Gómez persiguió con tal ardor a un grupo de filibusteros que cayó muerto de cansancio. Faustino Salmerón dio alcance al comandante Byron Cole, que se había extraviado, y lo colgó de un árbol. Los patriotas llegaron en persecución del enemigo hasta la actual hacienda San Ildefonso. El pánico de los filibusteros fue tan grande, según el propio Walker que, llegados a Tipitapa, volaron el puente temiendo un ataque inmediato a aquella villa. Las bajas de los patriotas fueron entre 38 y 55 según los diversos cronistas. Las bajas de los filibusteros fueron entre 27 de que habla Estrada en su propio parte y de 35 caídos en combate más 18 ejecutados en la persecución, según narra Eva. Entre los filibusteros que huyeron iba un gran número herido y muchos murieron después.
Sobre esta batalla, la página web del Sistema de Integración Centroamericana (SICA) dice lo siguiente:
Apenas pocas décadas después de la Independencia y de extinguida la Federación, los centroamericanos volvieron a unirse en los momentos de crisis para la existencia del Estado nacional, cuando éste, roto en cinco pedazos, sintió la necesidad de recobrar la unidad para defender su soberanía.
La Batalla de San Jacinto es la última gran gesta del centroamericanismo militante. Tiene por ello valor de hito histórico y de ejemplo permanente. No es posible recordar el nombre de todos; sólo sabemos que eran centroamericanos valientes, quienes participaron de la memorable lucha.
Mientras, la página web española de contenido militar, Infodefensa señala lo siguiente sobre aquel suceso ocurrido a unos 43 kilómetros al norte de la capital, Managua:
Al parecer este combate, es la única batalla en el mundo que se ha ganado por el uso de una estampida de caballos, pues el ataque a retaguardia ordenado por Estrada causó un tropel de potros que provocó la huida de los filibusteros al creer que llegaban refuerzos para los nicaragüenses.
Pero existe una investigación sobre, cómo pudo haber ocurrido realmente la batalla de San Jacinto realizada por Patrick Werner y Edgar Espinoza Pérez, la que asegura que tal batalla pudo haber durado 10 minutos y no 4 horas como narra la historia convencional.
En su libro: La historia y la arqueología de la Batalla de San Jacinto, reconstruyen en su Capítulo II: Análisis de la batalla basado en los documentos, cómo pudieron haber ocurrido los hechos ese 14 de septiembre de 1896, basados en los documentos escritos por Estrada y Walker, así como las armas y la estrategia empleada por los militares.
Cole y sus tropas llegaron a la hacienda San Jacinto por camino viejo a las 6:00 a.m. y se dividieron en tres grupos. Atacaron en tres sectores diferentes. A la izquierda por los corrales de piedra donde Estrada había puesto aproximadamente 50 soldados, con fusiles de chispa, dejando aproximadamente 100 soldados, con fusiles, dentro de la hacienda. Con las paredes gruesas, la gente dentro de la hacienda estaba protegida de todas las balas de los filibusteros. Si se supone que todos los filibusteros tenían los revólveres Colt, sería un total de 63 revólveres, de seis tiros, o 378 tiros disponibles en segundos. Los defensores en los corrales tenían 50 tiros disponibles y después necesitaban al menos 30 segundos o más para recargar sus fusiles en tiempo de estrés, con sus enemigos tratando de ventilarlos con balas Colt muy cercanas. Si los filibusteros recargaban sus tambores una vez tendrían 756 tiros disponibles en uno o dos minutos. Esta cantidad de tiros u ola de fuego es probablemente a lo que se refirió Estrada. Probablemente los filibusteros tenían éxito en matar o herir a la gran mayoría de aliados puestos en los corrales y afuera de la hacienda y por eso en pocos minutos los aliados perdieron cincuenta hombres.
Fue de gran importancia que Estrada no perdiera sus sentidos al ver la tercera de sus hombres asesinados en pocos minutos con armas que no habían vistos antes. (Pérez: 262; Ortega Arancibia: 137). Dio la orden de no tirar hasta que los filibusteros estuvieran a distancia quema ropa, tal vez dentro de 30 metros. Los fusiles no tenían mira de ningún tipo y los soldados los apuntaban como escopetas. El reporte de Walker habla de que los filibusteros llegaron a pocos metros, probablemente menos de 30 metros de la hacienda. Estrada ordenó a un grupo salir detrás y atacar desde la izquierda, es decir probablemente poner a los filibusteros en un fuego enfilade, de frente y al lado. Murieron tan rápido los filibusteros porque Estrada mandó a sus tropas a tirar en tiros unidos a una distancia probablemente de menos de 30 metros. Es importante notar que todos los líderes de los tres grupos de filibusteros eran muertos o heridos, probablemente en frente de sus tropas. Con este tiro andanada, la batalla terminó y los filibusteros, sin líderes, salieron hacia Tipitapa. Esta fue la totalidad de la batalla de San Jacinto.
Si se compara el número de bajas de Estrada, 55 de 160 y 27 de 63 de Walker, usando las armas identificadas, se ve una batalla de pocos minutos, con los filibusteros contando en el fuego de sus revólveres para poner terror en los aliados. Los filibusteros no tenían liderazgo competente. Sin cañones para derribar las paredes de la hacienda, los filibusteros podían matar a la gente afuera pero no podían hacer nada con la gente dentro de la hacienda. Las paredes de la hacienda, de adobe y más de dos pies de grueso, completamente protegían a los aliados de las balas de Colt de los filibusteros. Todo lo que Estrada tenía que hacer era esperar que los filibusteros se acercaran al portón principal y hacer un tiro andanada, a distancia quema ropa, para acabar con los filibusteros cuando ellos estaban reunidos juntos, hombro a hombro. Y eso es lo que el autor cree que hizo. No perdió su sentido a pesar de que había visto en su vida el fuego más nutrido, y ganó. Aunque hasta hoy muchos han galardonado a Estrada por derrotar los filibusteros después de una batalla de cuatro horas, es probable, basado en su voluntad y habilidad, que derrotara a los filibusteros en 10 minutos, o menos.
La importancia de esta batalla quedó reflejada en el libro Guerra de Centroamérica contra Walker, y sus filibusteros, de Virgilio Rodríguez Beteta. En su CUARTA PARTE, número XXI. Ecos de la batalla de San Jacinto, la declinación de la «Estrella Roja» en Centro América añade lo siguiente:
Pero había sido la Batalla de San Jacinto del 14 de septiembre, la que más había desmoralizado a los partidarios de los filibusteros Se decía, no sin razón, que tal batalla marcaba el comienzo de la declinación de la Estrella Roja que flameaba en sus estandartes.
De escasa importancia en cuanto al número de combatientes, la había tenido inmensa en lo que hace a la parte moral Los historiadores difieren en el número de combatientes, pero están acordes en que las tropas nicaragüenses, las más fogueadas de la vieja guerra civil entre León y Granada, a quienes les cupo íntegramente la gloria de esa jornada, estaban en número que no llega al doble, ni con mucho, a la de los atacantes filibusteros.
Los oficiales que mandaban a los nicaragüenses habían dado tales ejemplos de arrojo y sacrificio que bien merecían un lugar en las más recias páginas de Esparta o de Atenas Las bayonetas, los cuchillos y hasta las piedras habían cumplido su parte heroica, desesperada y definitiva Del lado de los filibusteros las bajas eran sin precedentes Habían tomado parte en la acción oficiales del calibre de Calvin O’Neal, excepcionalísima flor entre el fango filibustero.
Y había otras noticias aún más desconcertantes la fuga completa y dispersión de los atacantes y la muerte de su propio jefe, Byron Cale. Este era nada menos que el autor de la gran aventura walkeriana. El que había contratado con Castellón, el que había convencido a Mr. William Chapman Ralston, fundador del Banco de California, para que ayudara a organizar y financiar la gran aventura.
La Batalla de San Jacinto, en suma, había invertido los papeles al paso que los entusiasmos por Walker se congelaban en el corazón de sus compatriotas, los centroamericanos empezaban a cobrar formas respetables.
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