El régimen autoritario de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua ha intensificado la violencia contra las mujeres, advierte la socióloga nicaragüense Elvira Cuadra, directora del Centro de Estudios Transdisciplinarios de Centroamérica y el Caribe (CETCAM).
Cuadra, experta en el análisis de los conflictos y la seguridad en Centroamérica, describe cómo el estado policial instaurado desde 2018 ha institucionalizado la persecución y el control sobre la ciudadanía, afectando de manera particular a las mujeres.
«En el fondo, en el sustrato, lo que hay es una misoginia de parte del Estado y una política de persecución abierta en contra de las mujeres», afirmó cuadra durante el Foro sobre el Auge de los Autoritarismos en Centroamérica realizado este jueves 12 de septiembre.
Según la experta, este proyecto autoritario, que comenzó incluso antes del retorno de Ortega a la presidencia en 2007, ha evolucionado hacia un «proyecto dinástico» que busca perpetuar en el poder a la familia Ortega-Murillo.
Cuadra señala que las mujeres nicaragüenses enfrentan un «continuo de violencia» que se manifiesta en distintos niveles. Por un lado, la violencia política dirigida especialmente contra defensoras de derechos humanos, periodistas, y líderes activistas, utilizándolas como «blancos políticos estratégicos para mandar ese mensaje a toda la sociedad». Por otro lado, la violencia sistémica de género se hace evidente a través de aspectos jurídicos, económicos, psicológicos y culturales que justifican diversas formas de violencia contra las mujeres.
“El régimen ha mostrado misoginia y una persecución abierta contra las mujeres”, destaca Cuadra.
Mujeres más vulnerables
La pandemia de COVID-19 agravó esta situación, aumentando la carga emocional y laboral de las mujeres.
«Las mujeres eran las encargadas de brindar apoyo al resto de la familia cuando había personas fallecidas por causa de la pandemia», explica la experta.
Agrega que «la pandemia significó una enorme sobrecarga de la jornada laboral, de atención a los hijos, atención a la familia, el cuidado a las personas enfermas de la tercera edad y, carga psicológica que afectaba al resto de la familia, pues este descansaba particularmente sobre las mujeres”.
La violencia se manifiesta en múltiples formas, incluyendo un alarmante aumento en los intentos de femicidio.
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«Esas mujeres están vivas de pura casualidad», advierte Cuadra, señalando que las estadísticas oficiales no reflejan la verdadera magnitud del problema.
Al menos 46 mujeres nicaragüenses han muerto a causa de la violencia machista en el primer semestre de este año, dentro de su país o en el extranjero, informó la organización feminista Católicas por el Derecho a Decidir, capítulo Nicaragua.
En el Caribe, se reportaron 13 mujeres asesinadas, es la región de Nicaragua con mayor número de víctimas, luego le siguen, el departamento de Managua, con diez, y, el de Matagalpa con seis, alertó la organización.
En el ámbito político, las mujeres enfrentan encarcelamiento, destierro, desnacionalización, amenazas, vigilancia, exilio forzado y violencia sexual, especialmente aquellas que han estado encarceladas.
A pesar de este panorama sombrío, Cuadra destaca la resiliencia y el activismo de las mujeres nicaragüenses: «Las mujeres continúan desafiando abiertamente todo ese sistema de normas, creencias y estereotipos», afirma.
Las mujeres jóvenes, en particular, se destacan por su dinamismo y liderazgo en la lucha por la democracia.
Cuadra concluye que uno de los mayores desafíos para las mujeres nicaragüenses es «formular una agenda de acción específica» reconociéndose como protagonistas en la construcción de la democracia y la paz en Nicaragua.
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