Apenas amanece en un municipio de la Costa Caribe Norte de Nicaragua. Las calles aun están tranquilas, salvo por el noticiero de una radio local que en volumen moderado suena desde una ventana abierta en la casa de la familia de “Maribel”, una adolescente de 17 años que tiene un hijo de un año y 10 meses.
Desde temprano, Maribel comienza su rutina diaria, marcada por la responsabilidad de ser madre aun siendo adolescente. Lo primero que hace es cambiar al niño. “Ahora vivo para él”, afirma, mientras sacude un biberón con leche en polvo para su hijo.
La de Maribel es una experiencia que anualmente viven en el país por lo menos 25,000 adolescentes con edades comprendidas entre 15 y 19 años; sin contar los casi 1,500 nacimientos en promedio anual registrados en las unidades de salud, hijos de niñas menores de 14 años.
En la Costa Caribe Norte, donde vive Maribel, los casos son más numerosos, y las historias de estas adolescentes suelen compartir un hilo común: la falta de acceso a educación sexual, la limitada disponibilidad de métodos anticonceptivos y una cultura que, en muchos casos, normaliza y hasta celebra la maternidad precoz.
Solo en el Caribe Norte, el Ministerio de Salud (Minsa) registró 8,640 nacimientos de madres con edades comprendidas entre 10 y 19 años; casi el 16 por ciento de los nacimientos registrados en el país durante el mismo período.
Maribel recuerda el momento en que descubrió que estaba embarazada. Tenía 15 años y estaba en su último año de secundaria. “Me asusté mucho, no sabía qué hacer, no sabía qué decisión tomar, porque sabía que era una gran responsabilidad, y yo no estaba lista para eso”, relata.
Tenía un par de meses viéndose con un joven cuatro años mayor que ella cuando comenzó su actividad sexual, pero solo supo de su embarazo cuando tenía seis meses y medio de gestación. “Me sentí perdida”, confiesa, y sus ojos reflejan la mezcla de miedo y sorpresa que sintió en ese momento.
La experta en salud pública y defensora de derechos humanos, Ana Quirós Víquez, directora del Centro de Información y Servicios de Asesoría en Salud (CISAS), señala que Nicaragua tiene el segundo lugar en América en embarazos en menores de 20 años.
“La falta de educación sexual y la altísima tolerancia de la sociedad hacia los hombres que embarazan a niñas son factores clave en esta problemática”, explica Quirós.
Para Maribel, esta realidad se materializó de forma dolorosa. Su embarazo, que debería haber sido un momento de esperanza y preparación, se convirtió en una fuente de estrés e incertidumbre. “Esos últimos meses de mi embarazo fueron terribles, porque usted sabe que el cuerpo se está adaptando”, dice mientras espera que su hijo termine el biberón.
Los dos hermanos mayores que tiene Maribel la aconsejaban y procuraban protegerla siempre.
— No estás en edad para tener novio, le decían.
Comunicarles de su embarazo le provocaba pánico. Pero, cuando lo hizo, la reacción de ellos y la de sus padres fue apoyarla y decirle que siempre contaría con ellos, aunque vecinos y conocidos comenzaron a juzgarla.
Aunque tuvo algunos chequeos prenatales, el día que llegó al hospital para dar a luz, la situación se tornó crítica. Maribel recuerda con angustia cómo los médicos inicialmente se negaron a realizar una cesárea, a pesar de que sufría de preeclampsia, una condición que pone en riesgo la vida de la madre y el bebé.
“No fue una atención adecuada, estuve a punto de perder la vida, el niño también, no querían operarme y yo era primeriza, menor de edad, y los médicos decían que no, que no, que no, que no, y el bebé no podía nacer”, recuerda Maribel, indicando que, finalmente, la cesárea fue inevitable, pero el trauma del proceso dejó una marca profunda en ella.
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Según Quirós, en 2007 fue aprobado un programa especial de salud integral para niñas y adolescentes, pero “nunca se implementó”. Esto deja a niñas y adolescentes como Maribel sin el apoyo necesario en un momento tan crucial de sus vidas.
Aunque el Estado debió intervenir a través del Ministerio de la Familia (Mifam) y el Ministerio de Salud (Minsa), para darle atención y protección especial e integral, Maribel cuenta que nada de eso ocurrió y en el hospital “solo me dijeron de no tener hijos muy seguido, por mi edad y por la cesárea, y como en ese momento tenía pareja, que me cuidara y no saliera embarazada”.
Para Maribel es su primer hijo, pero, en el país hubo en 2022 un caso de una niña menor de 14 años con tres hijos; mientras que en el rango de madres de 15 a 19 años, ese mismo año hubo al menos dos casos de adolescentes con siete hijos.
Después del nacimiento de su hijo, la vida de Maribel cambió drásticamente. Su relación con el padre de su hijo se deterioró, y eventualmente terminó, aunque ella afirma que “él también se hace cargo del niño”.
De los 25,488 nacimientos registrados en 2022, un poco más de la mitad de las madres de 15 a 19 años quedó embarazada mientras cursaba la secundaria. Solo 811 madres en ese rango de edad tenían la universidad en su nivel de instrucción, según datos del Sistema Nacional de Estadísticas Vitales (SINEVI).
Maribel, con el apoyo de su familia y del director del centro donde estudiaba, pudo culminar la secundaria. “Era un buen director y me permitió recibir clases virtuales, y cuando el niño nació, faltaban dos meses para terminar las clases, entonces me mandaron con profesores privados y me pude graduar”, cuenta.
Mientras habla, su hijo terminó el biberón y ella le acaricia la cabeza. “Solo quiero cuidarlo, que crezca sano y pueda estudiar y triunfar en la vida”, expresa Maribel. De momento, ella estudia los fines de semana una carrera que le apasiona en una universidad local.
Para esta adolescente, si bien hay ciertas campañas que incluyen charlas, el tema de la sexualidad y los embarazos debería de ser abordado con más profundidad.
“Acá se dan charlas, es cierto, pero no se habla de los métodos (anticonceptivos)… hay cosas que se ocultan, y me hubiese gustado que me enseñaran de qué manera cuidarme y evitar un embarazo”, reflexiona.
Con ella coincide Quirós, quien cuestiona que, en los casos de menores de 14 años, el asunto es peor, porque “en el sistema educativo no se hace ninguna labor para informar, para prevenir y para buscar la sanción de estos hombres que embarazan a niñas menores de 14 años. Las autoridades de salud y las autoridades de educación y la Policía y las autoridades judiciales, la Fiscalía, deberían actuar de oficio en contra de estos hombres”.
La vida en la Costa Caribe sigue su curso, con sus propios ritmos y desafíos. En el municipio donde vive Maribel, el embarazo infantil y adolescente es casi una norma.
Quirós subraya que la mayoría de estos casos se concentran en las áreas rurales, donde la falta de recursos y la negligencia gubernamental agravan la situación.
Para Maribel, cada día es una nueva batalla, pero también una oportunidad para seguir adelante. El sol ha subido más en el cielo, y las calles empiezan a llenarse de vida. Maribel sonríe, su mirada refleja el amor por su hijo y la esperanza de un futuro mejor, aunque el camino esté lleno de obstáculos.
Así como Maribel, miles de adolescentes en Nicaragua enfrentan el desafío de ser madres antes de tiempo. Sus historias son un recordatorio de las carencias y desigualdades que persisten en el país, y de la necesidad urgente de un cambio que les permita soñar con un futuro diferente.
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