“Valeria” es el seudónimo de una joven católica nicaragüense que solía caminar cada domingo a una parroquia de la Diócesis de Matagalpa, una tradición que había mantenido desde su niñez. Su fe era un refugio y el templo un espacio donde las preocupaciones cotidianas de su empleo como funcionaria pública se desvanecían. Sin embargo, desde hace varios años, su espacio en una de las bancas de la Iglesia permanece vacío y su presencia es ahora un recuerdo lejano.
El cambio fue paulatino. Había personas que con celulares grababan las homilías de los sacerdotes y hacían videos de los asistentes a las misas y luego “Valeria” conocía de las represalias ejecutadas por la Policía: asedio, amenazas y en ciertos casos hasta cárcel, además que supo de algunos despidos de funcionarios que eran cercanos con la Iglesia. El temor a que la despidieran se instaló en ella.
Al salir del templo, un domingo, un hombre flaco, con vestimenta casual, abordó a Valeria. La interrogó sobre su participación en la parroquia y sobre qué conocía de las actividades del sacerdote. Aunque fue algo breve, la advertencia era clara. Acudir a la iglesia la ponía en riesgo hasta de perder su empleo. “Por eso dejé de ir a misa”, sostiene la joven.
El miedo por su seguridad y la de su familia pesó más que la necesidad de congregarse.
El caso de Valeria no es aislado. Bajo el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, en la “Nicaragua cristiana, socialista y solidaria”, tanto la Iglesia Católica como la Evangélica —que según la encuestadora Cid Gallup, a octubre de 2022 representaban el 41 y el 38 de la población, respectivamente— han enfrentado una represión sin precedentes, al punto que la mayoría de los feligreses, pastores y expertos consultados, solicitaron anonimato para evitar represalias en su contra.
Actividades masivas prohibidas, sacerdotes desterrados, vigilancia y asedio en los templos, y una autocensura que se ha convertido en el nuevo modo de supervivencia para los líderes religiosos y creyentes.
Las historias de represión religiosa se multiplican, pintando un panorama desolador donde la religión, en vez de ser un refugio, se convierte en un “campo minado de peligros”.
Igual que Valeria, miembros de grupos eclesiales, grupos parroquiales y apostolados de la iglesia católica han optado por alejarse de estos movimientos y evitar la persecución estatal a través de distintos órganos, incluyendo grupos paramilitares.
Mientras tanto, en Managua, una joven de 25 años, “Esperanza”, ha dejado de ir a la iglesia evangélica Mi Redentor, en la que se congregó durante años. Durante el estallido social en 2018, ella se sumó a las protestas civiles y la impactó que la iglesia católica y la iglesia evangélica tuvieron posturas distintas.
Ejemplifica con el caso de la iglesia Hosanna, cerca de la rotonda Jean Paul Genie en carretera a Masaya. La llamada “Marcha de las flores”, el 30 de junio de 2018, fue atacada a balazos por paramilitares. Luis Manuel Ortiz Martínez, de 23 años, fue asesinado, y otras nueve personas fueron heridas de bala. Los manifestantes denunciaron que intentaron refugiarse en las instalaciones de esa iglesia, pero que les cerraron las puertas. La entidad religiosa posteriormente divulgó un comunicado afirmando que las puertas estuvieron abiertas todo el tiempo.
«En el momento de los terribles sucesos, varias personas decidieron refugiarse dentro de la propiedad de Hosanna y en ningún momento se les impidió el ingreso. Toda persona que quiso entrar lo hizo sin ningún problema. Rechazamos categóricamente cualquier señalamiento de que, en un momento de peligro, se haya cerrado las puertas de la iglesia, cuando nuestra propiedad ni siquiera tiene muros o puertas”, refiere el comunicado.
Acciones como esta hicieron que Esperanza, con el tiempo, dejara de congregarse en la iglesia. “Yo en lo personal me sentía con esa impotencia, y decía: ya no quiero ser parte de la Iglesia evangélica cristiana. Yo decía: ¿por qué? ¿por qué no ayudar?, o sea, hacer fuerza común y apoyar a darles refugio. Sin embargo, pues la mayoría de las Iglesia cristianas, tenían sus portones y siempre los mantenían cerrados”.
¿Renunciar a la iglesia o a la fe?
Con la pasividad de las iglesias evangélicas con respecto a la situación política, Esperanza coincide en varios puntos con “Jerónimo”, un joven de 23 años que se congrega en la Iglesia Hosanna en Managua, que también tiene la idea de abandonar la iglesia.
Jerónimo se considera una persona pacifista que no apoya al régimen Ortega Murillo, y mucho menos la postura que han tomado algunas denominaciones. Sin embargo, desde que estalló la crisis sociopolítica en 2018, ha optado por no participar de las conversaciones que tienen sus amigos sobre política, por temor a ser mal interpretado.
“Más que todo yo lo hacía para no ganarse su enemistad en las conversaciones, porque yo estaba siendo un pacifista, pero ellos no te lo iban a ver así, porque estaban muy a la defensiva. Lo hacía para no generar conflicto con mis amistades y que tampoco me tildaran de fanático. En 2018 incluso fíjate que, por ejemplo, mi iglesia dejó de hacer las evangelizaciones que siempre hace de casa a casa por el mismo contacto. Miraban a los evangélicos como un enemigo”, expresa Jerónimo.
Pero esta autocensura no se concentra solamente a nivel personal en Jerónimo, sino en toda la congregación de su iglesia, porque “muchas veces se hace en la iglesia para no entrar en conflicto. No siento que los pastores lo hayan hecho por censura, sino porque sinceramente a la iglesia llegan sandinistas, liberales… de todo. Entonces, es para evitar más o menos eso, creo yo”, señala.
La posición de Jerónimo tampoco es aislada. Según datos del Latinobarómetro de las Américas 2023 —un estudio que realiza el Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP, por sus siglas en inglés), de la Universidad de Vanderbilt, situada en Nashville, Tennessee, Estados Unidos— el 74 por ciento de los nicaragüenses expresa miedo a hablar de la política, incluso entre amigos.
En Matagalpa, en el Centro-norte del país, “Ronaldo” es un joven católico que sigue activo en un movimiento eclesial “Tampoco se puede tocar (hablar) nada sobre la persecución y la crisis en los movimientos, porque nadie sabe, pero hay gente que tal vez está adentro, pero con doble propósito”, refiere, añadiendo que la mayoría prefiere evitar que tomen fotos en las actividades para que no repercuta en “investigaciones” o detenciones de los asistentes.
En Managua, aunque Jerónimo confía en que los líderes de su iglesia prefieren callar para evitar conflictos, admite que hay iglesias que están colaborando con el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo por beneficios.
“Hay iglesias que son bien ‘bandiditas’. Están con el gobierno, saben lo que están haciendo, pero, posiblemente hay intereses ahí. Es como que les vale sinceramente”, menciona Jerónimo.
El desconcierto de “no saber en qué aguas navega”, llevó a Esperanza a dejar de frecuentar definitivamente la iglesia Mi Redentor. Se sentía insegura, porque no sabía si dentro de la congregación había personas infiltradas espiando a los demás.
“Me sentí muy molesta, me sentí inconforme, hasta el punto de que en 2019 ya no me congrego, ya no voy a ninguna iglesia. Tengo solamente una comunicación con Dios en lo personal”, expresa Esperanza.
Sobre esta “relación directa” con Dios, particularmente en contextos difíciles, un teólogo y sociólogo, escritor de varios libros, que también sugirió anonimato, señaló que el pueblo evangélico nicaragüense “vive la fe individual e intimista”.
“Históricamente ha existido una forma de entender y vivir la fe dentro de sectores evangélicos, la fe se vive íntimamente, mi relación con Dios. Pueden pasar muchas cosas en la sociedad, pero a lo que estoy llamado es a mantener mi relación personal con Dios. Ese es un modelo de vivir la fe en medio de contextos difíciles”, explica el teólogo y sociólogo.
Agrega el experto que, “en el marco de la crisis nicaragüense de 2018 para acá, hay que entender las actitudes y posiciones de los evangélicos; la mayoría de los evangélicos no están de acuerdo con lo que está pasando en Nicaragua; pero, como les han enseñado que no importa lo que pase en el mundo, lo importante es estar bien con Dios, orar, ayunar, ir a la iglesia, leer la Biblia, con eso ya tenés suficiente”.
“Pero los evangélicos que son más históricos por ser de iglesias protestantes, ahorita en Nicaragua lo que tienen es una posición de silencio prudencial, donde saben que está en juego sus juntas directivas, la certificación de sus proyectos, y el tema de la personalidad jurídica”, apunta el teólogo.
Por su lado, Jerónimo en Managua, señala que aún asiste a su iglesia y de vez en cuando incluso participa en jornadas de evangelización, pero están advertidos por parte de sus líderes que no deben comentar nada sobre el tema político.
“Yo soy consciente de las cosas malas que ha hecho el gobierno, e incluso me he llegado a cuestionar a mí mismo que, si mi Iglesia algún día se vincula con el gobierno, voy a dejar de pisar esa iglesia, porque no estoy a favor de esas cosas”, señala Jerónimo.
También en Matagalpa, una señora católica, que prefiere ser llamada “Emilia”, sigue yendo a la iglesia. “No podemos dejar que el miedo nos gane, porque, entonces, ¿dónde está nuestra fe? Siempre voy a misa, aunque me vigilen”, remarca.
Vivir la fe no es fácil, apunta Ronaldo el feligrés de Matagalpa. En el movimiento al que asiste, tienen restringido hacer publicidad a convivencias y todas las actividades “son internas”. Las amenazas alcanzan a transportistas que se niegan a alquilar buses para que los movimientos vayan a peregrinaciones a los santuarios católicos del país.
Teresa Flores, directora del Observatorio de Libertad Religiosa en América Latina (Olire), estima que la autocensura a la que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo somete a los miembros de las distintas congregaciones, escala más allá de la limitación a la libertad religiosa, porque la intimidación y vigilancia vulneran más derechos humanos.
En su más reciente informe, «Violaciones y abusos de los derechos humanos contra miembros de la Iglesia católica y otras denominaciones cristianas en Nicaragua«, el Grupo de Expertos en Derechos Humanos sobre Nicaragua (GHREN) de la Organización de Naciones Unidas (ONU), aborda con amplitud las violaciones del derecho a la libertad de religión; del derecho a la libertad de pensamiento y conciencia; del derecho a la libertad de expresión y opinión; del derecho a la libertad de asociación, además de incitación a la discriminación, hostilidad y violencia de parte del Estado, así como detención arbitraria y violaciones del derecho al debido proceso y a un juicio justo.
De acuerdo con Flores, el Olire ha conversado con distintos líderes religiosos de iglesias evangélicas, quienes han expresado que la poca participación de estas en la situación sociopolítica es por temor a represalias, agresiones o convertirse en objetivos dentro de la línea represiva.
“Justo una de las libertades que parten del derecho de libertad religiosa es la libertad de expresión. Si los líderes religiosos no pueden manifestar sus creencias, sus puntos de vista basados en la fe, por temor a ser sancionados, por temor a ser coaccionados, entonces definitivamente vemos cómo su derecho a la libre expresión se ve mermado, se ve limitado”, sostiene la directora del Olire.
En un informe presentado en marzo del 2024, el Olire señala que las actividades que realizan las iglesias evangélicas son vigiladas por operadores del régimen de Daniel Ortega.
Tras el estallido social en 2018, Jerónimo y Esperanza coinciden en que las actividades de evangelización, visitas casa a casa, se detuvieron debido al contexto. El Olire añade que cuando se reanudaron comenzaron a ser vigiladas.
“Fuentes confidenciales entre algunos miembros de la iglesia evangélica mencionaron que las actividades de evangelización (casa a casa) si bien no se encuentran prohibidas, sí son altamente monitoreadas”, señala el informe de Olire.
Para Jerónimo, a diferencia de la iglesia católica, con liderazgos jerarquizados, las iglesias evangélicas tienen distintas denominaciones, lo que hace que la religión se ramifique.
Teresa Flores expresa que esta es una de las razones por la cual las iglesias evangélicas han sido criticadas.
“Nosotros hemos tenido conversaciones con algunos líderes de las iglesias protestantes y lo que hay que retomar y recalcar es que no podemos generalizar con las iglesias evangélicas… Existen distintas iglesias de distintas denominaciones, entonces la postura que tome una con respecto a lo que sucede en el país no va a ser la misma que asuman el resto de las iglesias”, expresa la directora de Olire.
El informe del Olire por otro lado señala que la falta de organización o estructura fomenta que algunas denominaciones evangélicas se encuentren sin más posibilidades que someterse.
“Son múltiples los grupos evangélicos que se encuentran a merced de las acciones directas del gobierno. En la mayoría de los casos, las violaciones a sus derechos no son denunciadas debido a las graves consecuencias que esto conlleva. Como grupo, muchos se han visto en la necesidad de realizar sus actividades manteniendo un “perfil bajo”. Esta posición no puede interpretarse en todos los casos como apoyo absoluto al gobierno, sino más bien como resultado del temor por su bienestar, el de sus familias y de la congregación”, anota el informe del Olire.
Mientras tanto, el reciente informe del GHREN documenta 73 casos de detenciones arbitrarias de miembros de la Iglesia católica y otras confesiones cristianas (69 hombres y 4 mujeres) que tuvieron lugar entre abril de 2018 y marzo de 2024.
“No obstante, la cifra total podría ser más alta. Entre las personas detenidas se encontraban sacerdotes, pastores y miembros de iglesias evangélicas, seminaristas, personas laicas que realizaban trabajo periodístico y/o artístico en defensa de los derechos humanos en organizaciones religiosas y feligreses”, señala el informe del GHREN.
Además, apunta el GHREN que “junto con las detenciones y expulsiones masivas de religiosos, las limitaciones de las expresiones públicas de religiosidad han continuado en aumento. Han continuado también la clausura y confiscación de bienes de organizaciones, universidades y medios de comunicación asociados a la Iglesia católica e iglesias evangélicas, en donde también se transmitían misas, cultos, y programas católicos y de otras confesiones cristianas”.
“Aunque este tipo de patrones se han dirigido predominantemente contra templos y expresiones públicas de la fe católica, el Grupo de Expertos registró algunas restricciones a las actividades públicas de otras confesiones cristianas, particularmente a partir de 2022”, sostiene el informe del GHREN.
Pastores opinan
Pastores evangélicos, teólogos y defensores de derechos humanos, coinciden en que, si bien el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha sido acusado de “perseguir y asediar” a la Iglesia católica, prohibiendo sus procesiones y desterrando a sacerdotes y monjas; también los evangélicos en Nicaragua están sufriendo “hostigamiento y acoso”.
“Los actos masivos como el ‘día de la Biblia’, ya no se pueden hacer; conciertos cristianos, ya no puede haber; campañas evangelísticas y eventos de esa magnitud, el gobierno nos ha restringido, a menos que sea con la venia de ellos. Es represión religiosa”, dijo uno de los pastores que solicitó el anonimato por razones de seguridad.
Cuando se dan estas prohibiciones, el argumento es: “son órdenes presidenciales, órdenes de arriba”, zanjó el pastor, que además cree que la represión contra la Iglesia evangélica no es tan visible como los ataques a la Iglesia católica debido a que “hay algunos pastores que se codean” con la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
“Como el gobierno tiene asesores evangélicos, no estamos en la misma situación (que la Iglesia católica). Hay mayores restricciones (a los católicos) en vista de que estuvo involucrada con los eventos de 2018”, opinó el pastor evangélico.
El líder evangélico añadió que también podría haber policías “infiltrados” en los cultos y actividades evangélicas para mantener vigilados a esta denominación; sin embargo, afirma que, a pesar de la represión “la Iglesia evangélica no va a ser silenciada”.
Por su parte, un teólogo y sociólogo, advierte que “algunos líderes evangélicos hacen una posición crítica en contra a los acontecimientos o del actuar del gobierno en el marco de la crisis de 2018”, pero que “el gobierno les tuerce el brazo con algunos personeros como Miguel Ángel Casco y Sixto Ulloa”.
“Sí hay dentro de los evangélicos entre un 28% y 35% que sí respaldan al gobierno abiertamente o justifican al gobierno en sus actos criminales”, recalca el experto. En el ámbito general de la sociedad nicaragüense “es falso que los evangélicos son pro-gobierno”, agrega.
Otro pastor comentó que los evangélicos viven “la fe dentro de los templos”, es decir que las actividades se realizan dentro de las iglesias, pero que se mantienen las visitas que hacen miembros de las diferentes iglesias a los enfermos en los hospitales y a los presos en los centros penitenciarios con el fin de “convertirlos al evangelio”.
“La represión no es religiosa, es una represión política, que hacen a la voz profética del evangelio. Igual que lo que le pasó a Jesús, que fue apresado, sentenciado, ejecutado por el imperio romano”, expuso este otro pastor.
“Los cultos se hacen normal»
De acuerdo con el GHREN, al cierre de su informe, 36 de las 73 personas detenidas arbitrariamente habían sido condenadas, incluso dos pastores evangélicos, 11 religiosos y diez laicos católicos, así como 13 miembros de una iglesia evangélica.
El caso más reciente y sonado de los ataques a la Iglesia evangélica es el del Ministerio Puerta de la Montaña, cuyos directivos en Nicaragua y algunos miembros fueron detenidos por supuesto “lavado de dinero”.
Según el GHREN, el 17 de diciembre de 2023, el régimen Ortega Murillo ejecutó “la detención masiva de 13 personas, 10 pastores, una pastora y dos abogadas vinculados a la Puerta de la Montaña, una iglesia evangélica que realizaba actividades religiosas y de apoyo humanitario en todo el país. Estas detenciones ocurrieron después de que se realizaran ocho “cruzadas” (eventos) de evangelización en varias ciudades del país…”.
“El 20 de noviembre de 2023, los bienes de la iglesia Puerta de la Montaña fueron confiscados. El 20 de marzo de 2024, las 13 personas detenidas fueron condenadas por el delito de lavado de dinero a penas de entre 10 y 15 años de prisión y multas de 80 millones de dólares por persona luego de procesos judiciales que no cumplieron con garantías del debido proceso”, menciona el informe del GHREN.
Pese a ello, otro pastor evangélico consultado aseguró que “los cultos se hacen normal” y que, en el caso de Puerta de la Montaña “no eran iglesia”, sino una “misión encargada de hacer eventos”.
“En la Iglesia evangélica ha habido un zafarrancho de muchas cosas, y ahí es donde algunos están pegando el grito porque realmente están ordenando. Eso de que los pastores se quedaban con los templos y las propiedades yo no lo miraba correcto, porque los feligreses están para la obra, no para una persona. Las propiedades deben estar a nombre de la organización a la que pertenecen”, dijo.
Este líder evangélico señala que los pastores deben estudiar y pagar impuestos, y que el control de los diezmos se enmarca en la Ley 1115, “Ley General de Regulación y control de Organismos Sin Fines de Lucro”, que otorga al Ministerio del Interior (MINT) la facultad de cancelar oenegés en Nicaragua.
El control de los diezmos y ofrendas en la Iglesia evangélica de Nicaragua se supo desde septiembre de 2022.
“Están pidiendo a las asociaciones (evangélicas) copia de cédula de las personas que diezman, de las personas que ofrendan y de las personas que aportan, eso lo están pidiendo en Gobernación. Tanto lo que es ingresos como lo que son egresos”, reveló en esa ocasión un pastor evangélico.
En ese sentido, al menos 256 asociaciones ligadas a la Iglesia protestante o evangélica han sido cerradas en Nicaragua, como parte de las más de 3.600 oenegés clausuradas por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo en los últimos dos años, según un estudio divulgado en diciembre de 2023 por el Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más.
“… Las iglesias evangélicas tampoco han escapado de la persecución y es que la mayoría (256) de las organizaciones religiosas canceladas son de esta confesión religiosa. Esto pudiera explicarse por el hecho que esta religión está compuesta de diferentes denominaciones y carecen de una estructura vertical como la Iglesia Católica; de ahí que el afán del régimen Ortega Murillo por controlar este popular sector religioso no es nuevo”, reza el informe del Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más.
La abogada Wendy Flores, coordinadora del Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más, dice que “en Nicaragua la iglesia está perseguida”, pero en el caso de los evangélicos existe una “persecución más silenciosa”, porque una parte del liderazgo aún apoya a la dictadura y otros evitan denunciarla por miedo a represalias.
Al igual que en el caso de las más de 3,600 oenegés de distinto tipo disueltas en todo el país, a las asociaciones evangélicas “les han cerrado cuentas bancarias y les han confiscado propiedades”, añadió Flores.
La gran mayoría de la población nicaragüense es creyente y profesa alguna religión. Según datos de Cid Gallup, un 41 por ciento se identifica con la Iglesia católica y 38 por ciento con la iglesia evangélica o protestante, que tiene mayor arraigo en el interior del país y en zonas rurales.
* Trabajo colaborativo entre La Mesa Redonda, República 18 y Mosaico CSI
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