El sol matutino brillaba sobre la ciudad de Matagalpa mientras el clero diocesano se preparaba para celebrar el día del Santo Cura de Ars, San Juan María Vianney, patrono de los sacerdotes. El 4 de agosto de 2022, sin embargo, se tornó trágico para la Iglesia nicaragüense. Monseñor Rolando José Álvarez Lagos, obispo de la Diócesis de Matagalpa y Administrador Apostólico de la Diócesis de Estelí, fue forzado a un encierro junto a otros clérigos y laicos en la Residencia Episcopal de la Perla del Septentrión.
Así iniciaba una etapa oscura para la Iglesia Católica en Nicaragua. No obstante, en un mensaje divulgado ese día, con un tono paternal y de guía espiritual, monseñor Álvarez se dirigió a los sacerdotes de Matagalpa y Estelí, llamándolos a la oración y a la santidad.
“La oración es la mejor arma que tenemos. Es una llave que abre el corazón de Dios”, afirmó con fervor. Buscaba infundir en los sacerdotes la necesidad de una conexión profunda y constante con Cristo, a través de la oración y la meditación de las Escrituras. Citando a San Padre Pio de Pietrelcina, enfatizó la necesidad de hablar con Jesús no solo con los labios, sino también con el corazón.
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“En esa oración, en la que escuchamos Su voz, podremos ser como el Maestro que ‘pasó haciendo el bien’ (Hch 10,38). Él nos presenta el rostro sufriente, los rostros sufrientes de nuestro pueblo, muchas veces desconcertado y desconsolado, cargado de dolor, llanto y aflicción; de los descartados, abandonados, desposeídos. De los necesitados de los sacramentos, de dirección, a la espera de una palabra y gesto amable y oportuno, también de la ayuda material, la que esté al alcance de las manos. Jesucristo nos presenta un pueblo que espera en la Esperanza que no defrauda. Esta es la cercana y activa caridad pastoral en la que continuamos comprometiéndonos con nuestro pueblo”, escribió el obispo de Matagalpa.
Sus palabras, cargadas de fe y esperanza, alentaron a los clérigos a enfrentar con valentía las tribulaciones, recordándoles que, aunque las cargas sean pesadas, el yugo de Cristo es suave y su carga ligera, exhortando al clero “a seguir proclamando la esperanza para nuestro pueblo”.
“En ‘el Nombre que está sobre todo nombre’ (Fil 2,9), Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, cuento con ustedes y ustedes cuenten conmigo. Sigamos adelante, sin desfallecer, juntos, unidos a Dios, hasta el final”, concluyó.
Dos años después de aquel histórico mensaje, la represión hacia la Iglesia Católica en Nicaragua parece no tener fin. Entre el 1 y el 2 de agosto de 2024, al menos ocho sacerdotes de la Diócesis de Matagalpa fueron detenidos por la Policía sin causa conocida.
Tampoco es conocido el paradero de estos sacerdotes, aunque se presume que podrían estar confinados en el Seminario Interdiocesano Nuestra Señora de Fátima en Managua, un lugar que ha sido utilizado en el pasado para mantener bajo vigilancia a miembros del clero.
Esta nueva arremetida contra el clero matagalpino subraya la continuidad de la persecución religiosa en el país, donde la Iglesia ha sido uno de los pocos bastiones de resistencia frente al régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
El mensaje de Monseñor Álvarez, hace dos años, resuena como un recordatorio de la lucha por la fe y la justicia en tiempos de represión.
Sus palabras, “mi yugo es suave y mi carga ligera”, cobran un nuevo significado en medio de esta crisis, ofreciendo consuelo y esperanza tanto a los fieles como al clero, que continúan enfrentando una realidad adversa.
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