En su homilía de este domingo, 26 de noviembre, desde la Iglesia Santa Agatha, en Miami, Florida, Estados Unidos, donde se encuentra en exilio forzado, el obispo auxiliar de Managua, monseñor Silvio Báez, calificó de «robo descarado» la reducción de la liquidación a trabajadores del Estado de Nicaragua que renuncien.
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Esta semana, la Asamblea Nacional en Nicaragua aprobó la Ley para el Cálculo de Indemnización por Antigüedad en caso de renuncia de los trabajadores. En su homilìa, en la solemndad de Cristo Rey, el obispo auxiliar de Managua afirmó que es injusto «el robo descarado de los dictadores que recortan las liquidaciones, a la que los empleados públicos tienen derecho».
Aseguró, además, que el objetivo de «los tiranos» es obligar a los servidores públicos a «seguir trabajando dentro de un Estado corrupto, arrebatándoles el pan y la dignidad».
Además, enfatizó que es inaceptable que «los tiranos de hoy recorten los beneficios de la seguridad social, arrebatando el pan a los más pobres: a los ancianos y a los enfermos».
El prelado refirió que «las obras de amor sobre las que Cristo nos va a juzgar alcanzan dimensiones sociales y políticas, afirmando que a nivel social «urge que los gobiernos y las empresas generen fuentes de trabajo digno y aseguren lo indispensable para que no falte nunca el sustento a ninguna persona ni a ninguna familia».
«Privar de la libertad a una persona por expresar sus ideas, es un pecado horrendo»
Por otra parte, Báez indicó que no hay que dejar de ver las cárceles como instrumentos de venganza social, sino concebirlas como espacios de transformación humana y reinserción social.
Aludiendo a los presos políticos por parte del régimen de Nicaragua, el obispo señaló que «hay que poner especial mención a los presos y presas políticas existentes en algunos de nuestros países dominados por dictaduras criminales».
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«Privar de la libertad a una persona por expresar sus ideas y manifestar sus opciones políticas, es ofender gravemente la santidad y la bondad de Dios que nos ha creado libres. Es un pecado horrendo», recalcó el jerarca católico.
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