Reyna Isabel Leiva Chavarría, de 24 años, lleva más de dos años presa en Matagalpa. Le gustan las manualidades, y en sus horas de encierro hizo una piñata con los colores azul y blanco para el cumpleaños 16 de su hermano menor, Santos Isabel.
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En el hogar de los Leiva, ubicado en el barrio Sor María Romero, al sur de la ciudad de Matagalpa, celebraron el cumpleaños del adolescente varios familiares, entre ellos su padre, José Alfredo Leiva, de 76 años. Pero las ausencias marcaron, no sólo de ella, presa política del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, sino también de su hermano desterrado a Estados Unidos en febrero de 2023.
Moisés Alfredo Leiva encuentra en los colores azul y blanco de la piñata un acto de rebeldía. La dictadura de Nicaragua persigue desde 2018 a críticos y considera subversiva la bandera del país, porque es uno de los símbolos de la lucha de los ciudadanos que fueron reprimidos por Ortega.
La historia de los Leiva resume la de los opositores: han sido perseguidos, tienen un hermano que fue asesinado en 2018, han sido encarcelados y desterrados por pensar distinto políticamente. Moisés Alfredo, el mayor de la familia, denuncia que su hermana sigue sin ser reconocida como presa política por los mecanismos de seguimiento de los reos de conciencia.
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“Con mi hermana somos uña y mugre. Ella era la que me ayudaba y gestionaba todo en las dos veces que me metieron preso”, dice en Miami, Florida, donde se gana la vida con distintos trabajos, una vida dura donde los desterrados enfrentan su realidad, en algunos casos sin saber el idioma, en otros sin posibilidad de conseguir trabajo por su edad, llenos de incertidumbre.
El Mecanismo para el Reconocimiento de Personas Presas Políticas, cuyos datos son avalados por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en un informe con cierre al 31 de julio de 2023 incluye un listado de 78 personas presas políticas, seis de ellas de Matagalpa. Pero no aparece el nombre de Reyna Isabel.
Mosaico CSI escribió consultando sobre el caso al correo electrónico disponible en la web del Mecanismo. No ha habido respuesta. Tampoco a las consultas realizadas a través de las aplicaciones WhatsApp y Telegram.
Moisés Alfredo tiene la certeza de que la prisión impuesta a su hermana forma parte del intento continuo del régimen Ortega Murillo de silenciar las voces disidentes y de perseguir a quienes buscan la justicia y el cambio en Nicaragua.
“Me trauma bastante el caso de mi hermana, porque el caso de ella yo lo he planteado muchas veces (…) Lo que más quiero es que ya las organizaciones la reconozcan como lo que es, como una prisionera política, porque el gobierno no la va a soltar así por así”, refiere Moisés Alfredo, asegurando que su hermana “ha venido luchando desde 2018 como mi hermana y como nicaragüense”.
Los hermanos Leiva Chavarría aun procesan el dolor que les causó la muerte de su hermano José Alfredo, quien tenía 17 años cuando fue asesinado de un balazo en la frente, en mayo de 2018. Persistían las protestas sociales en Matagalpa y resto del país.
La familia había atravesado otro desgarrador golpe apenas 4 años atrás, en 2014, cuando la madre, Andrea Adelina Chavarría, falleció por cáncer de esófago.
Desde que lo desterraron en febrero, Moisés Alfredo ha ido a diferentes espacios, incluyendo la Organización de Estados Americanos, para demandar la liberación de Reyna Isabel. Porta una foto de ella con el traje azul de los prisioneros. Es lo que ella hacía en Nicaragua, pedir que lo liberaran cuando él cayó preso la primera vez el 22 de septiembre de 2018 por su participación en las protestas sociales en Matagalpa.
“Para ella (Reyna Isabel), yo estaba ‘desaparecido’ y el 24 de octubre de 2018 confirmó que me tenían en El Chipote (la cárcel de la Dirección de Auxilio Judicial de la Policía), entonces me fue a visitar y aprovechó para poner denuncia en la CPDH (Comisión Permanente de Derechos Humanos) y cuando regresó a Matagalpa la cargaron con droga. La metieron presa”, cuenta.
Moisés Alfredo fue liberado el 5 de abril de 2019, pero el régimen mantuvo el asedio en contra de su familia.
El 14 de agosto de ese año la Policía allanó la casa de los Leiva. Fue escándalo en el barrio Sor María Romero. “Fue a las 5 de la mañana el allanamiento. Nos botaron la puerta, las ventanas. Arrancaron las camas, rompieron los colchones…”, narra Moisés Alfredo. Agrega que golpearon a Santos, quien tenía 12 años.
El 28 de septiembre, Moisés Alfredo fue encarcelado por segunda vez y lo condenaron a 22 años de prisión. Su hermana seguía presa en el Sistema Penitenciario Regional de Waswalí. A ella la liberaron después, el 7 de abril de 2020.
Reyna Isabel de inmediato se dispuso a exigir la liberación de su hermano y los demás presos políticos. Era quien lo visitaba en la cárcel y le llevaba paquetería.
En el barrio Sor María Romero ella cuidaba de sus niños y se dedicaba a la fabricación de piñatas dándoles la forma de diferentes dibujos animados. Dependiendo del tamaño, hacía dos o tres piñatas por día. Luego las vendía a algunas tiendas del centro de la ciudad. Siempre estuvo pendiente de ir a visitar a Moisés Alfredo en la cárcel.
“La volvieron a ‘talonear’ (perseguir), el 26 de enero de 2021 allanaron la casa”, dice Moisés Alfredo, contando que después de una de las visitas de su hermana en la cárcel, el 17 de marzo de 2021, la Policía la volvió a señalar de transportar drogas. La acusaron y fue condenada a 10 años de prisión y 500 días multa (equivalentes a 32,015 córdobas).
Moisés Alfredo considera que es una acusación falsa porque la atribuye a una represalia política contra él. “Le ponen un delito común, como eran comunes todos los casos que nos fabricaron (a los presos políticos)”.
La muchacha estudiaba el cuarto año de secundaria en la modalidad nocturna en el Instituto Miguel Larreynaga. “Es muy buena con las matemáticas”, asegura Moisés Alfredo.
En la cárcel, dice el muchacho, “a mi hermana le restringen medicina, ropa, la mantienen al tiro. La levantan a las tres o cuatro de la madrugada. Ella resiste. Es fuerte”. Todo porque los funcionarios, según explica, “sí la reconocen como presa política, como hermana de Moisés Leiva”.
Aquella piñata con los colores azul y blanco fue la alegría por el cumpleaños de Santos en el barrio Sor María Romero. Un día antes, su padre José Alfredo había podido visitar a Reyna en la cárcel. Llevó a los dos hijos de ella, una niña de 7 años y un niño de 6.
En Miami, donde vive el destierro y el despojo de la nacionalidad, Moisés Alfredo habla de la gastritis y migraña que padece su hermana, pero recuerda su risa, sus bailes, las habilidades que ella tiene con las manualidades y el amor que los une y que son un recordatorio de que la esperanza y la creatividad pueden florecer incluso en los entornos más oscuros.
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