Es todo un caballero, con el cabello acicalado, una guayabera inmaculada y los zapatos brillantemente boleados. Vidal Castro Cáceres, conocido como “Telica”, es un estilista profesional con más de 60 años de experiencia y todo un personaje en la ciudad de Matagalpa.
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Castro relata que cuando tenía 20 años estudió estilismo en México, donde le decían que parte del entrenamiento era mantener un porte y aspecto impecable.
Pero, antes de México, aprendió las artes de la barbería en la ciudad de León, de donde es originario y donde vivió hasta los 18 años, cuando su mamá Paula Cáceres se lo llevó para establecerse en la ciudad de Matagalpa.
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Cuando llegó de León a Matagalpa, se consideraba todo un fígaro y empezó a trabajar, “taco a taco” con el afamado barbero Meyerber Traña, quien lo rebautizó como “Telica”, en honor a sus orígenes leoneses.
Castro, o más bien “Telica”, confiesa que las montañas matagalpinas lo atraparon por siempre: “Yo vine en el 62, cuando el centenario (de la ciudad de Matagalpa), entonces ya me quedé, yo miré que aquí la gente es bien amistosa, tengo muy buenos amigos, por eso me enamoré de Matagalpa».
Un confesionario, dice Telica
Sobre los sillones acolchados de la Barbería Telica se han acomodado personalidades de Matagalpa. Uno de ellos es el historiador Eddy Kühl Aráuz, quien refiere que Castro es “un hombre muy respetuoso y que ha aprendido mucho de la historia de la ciudad de Matagalpa y los nombres de sus ciudadanos, entonces distrae a sus clientes con bonitas conversaciones”.
Castro conserva todas las historias de sus clientes, vivos o fallecidos, con mucho celo: “el cliente, con su barbero, se familiariza, se cuentan cosas íntimas y uno practica el sigilo”.
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No basta con cortar el pelo. En la Barbería Telica el cliente es barbeado con agua caliente, una práctica que no tienen otras barberías modernas.
“Aquí el cliente es chineado”, explica Castro.
Un día, en la década de 1980, Castro perdió su barbería en un incendio. Solo quedó en pie el rótulo de la barbería rechinando con el viento, como para que no se desanimara.

Un acaudalado banquero, recuerda Castro, le ayudó para volver a levantar el negocio.
Otros clientes que son finqueros también lo invitan a visitar sus propiedades y Telica aprovecha para disfrutar de la naturaleza.
“Me gusta el campo, porque sé que en el campo no solo sale la fruta, la producción, sale mucho más”.
Castro afirma que esos clientes fieles son quienes mantienen el negocio de tantos años en pie.
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