“Soy la que Dios me sanó, hizo sanidad en mí”. Con esas palabras se presenta Yerling Alicia Torres Corrales, de la comunidad Nuestra Señora de Guadalupe – San Benito en el municipio El Tuma-La Dalia, departamento de Matagalpa. Un par de meses atrás ella estaba postrada en su cama sin poder caminar y tampoco podía alimentarse. Lo único que pedía era la presencia de un sacerdote para que la casara con el hombre con quien ha procreado 4 hijos en 17 años de relación de hecho estable.
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El 29 de junio reciente, día en que la Iglesia celebra a los apóstoles San Pablo y San Pedro, el padre Erick Díaz, titular de la Parroquia San José Obrero de El Tuma-La Dalia, recibió la llamada de Rolando Sevilla González, coordinador de la comunidad Nuestra Señora de Guadalupe-San Benito. Él le pedía que llegara a la comunidad, para impartir el sacramento del matrimonio a Yerling, que se encontraba agonizante.
El padre estaba en una misa de ordenación diaconal y además tenía que solicitar un permiso especial al obispo de la Diócesis, monseñor Rolando José Álvarez Lagos, ya que a Yerling también le faltaban los sacramentos de la Primera Comunión y de la Confirmación.
Yerling desconoce cuál era su enfermedad, no fue a un médico, y cuenta que primero le dio mucho dolor de cabeza, luego el cuerpo se le adormeció, no podía hablar, no podía comer, ni hacer nada por si sola. “Fue el poder de Dios, ese fue mi doctor especial”, dice en entrevista vía telefónica.
Enfermedad desconocida
Sevilla González y su esposa fueron los padrinos de la boda de Yerling con Félix Pedro Aguilar Hernández. Cuenta que ella tenía tiempo de padecer una enfermedad, pero en los primeros días de junio tenía síntomas de derrame. Cuando él y los miembros de la pastoral de salud de la iglesia llegaron a visitarla y a orar por ella estaba agonizando y fue entonces cuando ella pidió que llamaran al padre para que la casara.
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El padre Díaz explica que la Iglesia no permite la celebración de matrimonio en casa, además hay que preparar documentación y el sacramento de la Confirmación solo es impartido por el obispo. Sin embargo, debido al estado de salud de Yerling, solicitó el permiso al obispo Álvarez y en cuestión de horas estuvo preparado, no solo para casar a la mujer enferma, sino que también le impartió la Primera Comunión, la Confirmación, la Unción de los enfermos y el Matrimonio.
Agonizaba
Cuando el padre llegó hasta la humilde vivienda, Yerling estaba agonizando. Eran las 6:30 de la tarde del 29 de junio. Miembros de la comunidad, de la iglesia y familiares, estaban reunidos, creían que después del matrimonio ella podría descansar en paz.
“En esos casos delicados, nuestro deber, dice el Derecho Canónico en el último numeral, es salvar almas, aunque esté cansado, mi deber es ir a salvar esa alma”, dice el padre Díaz.
Yerling no podía ni sostenerse en pie ni mantener su cuerpo derecho, hablaba muy poco, por lo que el padre tuvo que sostenerla para poder confesarla.
“Estaba vestida de blanco, acostada en dos sillas, no podía sostener su cabeza, pedí a las personas que la sostenían para que salieran un momento, porque la confesión solo la puede escuchar el sacerdote. La sostuve, ella se confesó, logró hablar, luego se confesó el esposo y procedimos a la Confirmación, la Santa Unción de los enfermos, el Matrimonio y por último la Sagrada Comunión. Cinco sacramentos de una vez, después la pasaron a su cama entre hombros”, relata el padre.
Yerling aferrada a la fe
En su momento más difícil Yerling pedía a Dios la oportunidad de casarse, “no quería irme así, yo solo tenía el bautismo. Le pedía que me diera fortaleza y otra oportunidad de vivir, yo pensaba en mis hijos, me acordaba de ellos, los pedía, pero no los podía ver, le pedía que me diera fuerza de poder estar con mis niños”, relata la mujer.
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Yerling tiene 33 años, viene de una familia de evangélicos, y cuenta que cuando ella tenía 22 años decidió bautizarse por la religión católica, sin el apoyo de sus padres. Tiene 3 hijos y uno que perdió hace un año.
Yerling dice que todos en la familia están agradecidos con Dios y aunque por las circunstancias en que se dio el matrimonio no hubo celebración, dice que con la ayuda de Dios pronto van a celebrar y dará su testimonio.
Rolando, su ahora padrino de boda y confirmación, dice que al siguiente domingo después del matrimonio Yerling llegó a la iglesia, “llegó caminando, ya restaurada. Es un testimonio grande en la comunidad, vemos que ahí Dios se manifestó por medio de la fe en esa hermana y a nosotros nos ayuda para seguir con la fe firme en Dios, un Dios vivo”.
Yerling aconseja buscar a Dios, aferrarse a la fe y ser firmes en la oración. “Si no andan a Dios en su corazón, hay que buscarlo, tengan fe. Así como yo tuve fe, yo tuve la gran fe de que me iba a levantar de esa cama, todos decían que casándome me iba a morir”, dice Yerling, quien ahora está recuperando sus fuerzas y realiza algunos quehaceres del hogar.
Aferrada a la vida
“Se aferró a la vida, confió en que Dios la salvaría a través de los sacramentos, como decimos en el sacramento de la Santa Unción, que, si la persona tiene fe, mirará la gloria de Dios”, dice el padre Díaz un par de meses después de haberla visto agonizante.
El padre Díaz relata que en su experiencia las personas a quienes se les imparte el sacramento de la Unción de los enfermos “o te morís de inmediato o te levantás”. Yerling se levantó de su cama cuatro días después. Pidió una sopa y empezó a comer.
El 24 de julio Yerling llegó a la peregrinación del Divino Niño en una comunidad vecina. Caminó unos unos 40 minutos, cantó y danzó dando las gracias por la nueva oportunidad de vida.
Cuenta que muchas personas le decían que no fuera a la peregrinación porque le podía hacer daño, pero en su lecho le ofreció al Señor primero casarse, confesarse y recibir los demás sacramentos y si la salvaba iba a peregrinar al Divino Niño.
“La gente que se aferra y tiene fe, Dios actúa, ella es una mujer de fe y según vimos Dios la salvó” dice el padre Díaz.
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