Cándida Rosa Araica Membreño sale todos los días de su casa a las siete de la mañana para iniciar sus labores en el Mercado Rigoberto López Pérez, mejor conocido como Mercado Sur, en Matagalpa. Su paso ya es lento, pero firme, lleva más de 60 años trabajando como comerciante y, entre risas, dice que dejará de hacerlo hasta que no pueda caminar, como también lo hizo su madre María Isabel Araica Silva.
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Doña Cándida es originaria de Managua, llegó a Matagalpa cuando tenía 10 años y ahí empezó su oficio vendiendo frutas. Se casó cuando tenía 15 años y entonces obtuvo su primer tramo (local) en el mercado y con ese trabajo, junto a su marido que era albañil, crió a sus hijos.
Recuerda que su mamá decidió emigrar de Managua para empezar a vender en el antiguo mercado de Matagalpa, que estaba ubicado en el sector donde es ahora la delegación departamental de la Policía. “Se vino a negociar aquí a Matagalpa, se vino con unas amigas. Aquí, antes, antes, eran buenas las ventas. Si ella traía un camión de frutas, de verduras en un día vendía esa fruta y esa verdura”, dice doña Cándida quien siguiendo los pasos de su madre también vende frutas, vegetales y otros productos.
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Doña Cándida Rosa es una mujer independiente, asegura que nunca le ha gustado pedir dinero a nadie, ni a sus hijos, quienes en muchas ocasiones le han insistido en que deje el mercado.
“No puedo estar en la casa, no puedo, tengo que estar aquí, estoy hecha a estar aquí, me han dicho mis hijos que deje ese tramo, pero le digo que no puedo, aunque no venda nada, ahí voy a estar sentada y como varios (hijos) están en los Estados (Estados Unidos)”, dice.
Doña Cándida Rosa no fue a la escuela por la situación de pobreza y su mamá nunca le exigió ir a clases, pero asegura que puede escribir su nombre. En cambio sus hijos sí pudieron ir a la escuela y aprender otros oficios.
De sus doce hijos, diez están vivos, de ellos seis están en el exterior y dos de los que quedan en el país y una nieta han seguido sus pasos en el mercado, están muy orgullosos de doña Cándida, quien les ha inculcado el amor al trabajo.
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Leonardo Omar Calderón Araica, hijo de doña Cándida, tiene un tramo de carne en este mismo punto de ventas, dice que su mamá lo crió en el mercado. “Yo a veces en tono de broma digo que mi cuna fue una batea y mi rin (cuna) fue un canasto”.
“Yo desde que tengo uso de razón, pues es ayudándole a ella a jalar los canastos, a jalar las bateas, sacando venta, agarrando venta. En aquel entonces lavando zanahorias, remolachas. Así nos ganábamos la vida desde chavalos nosotros”, agregó Calderón Araica.
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“Mi abuelita nos ha heredado esto (trabajo) del mercado, el trabajo día a día de las 6 de la mañana hasta las 5 de la tarde”, dice Mileydi Calderón Munguía, nieta de doña Cándida que al igual que ella tiene su tramo de frutas y verduras en el Mercado Sur y dice estar orgullosa de su ascendencia de comerciantes, “primero empezó ella (abuelita), ella se lo heredó a mi papá y gracias a Dios tenemos nuestro negocio propio ahora”.
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