En el norte del país, particularmente en el departamento de Jinotega, es común escuchar en el campesinado la frase “llegó la temporada”, haciendo alusión al período que las haciendas cafetaleras destinan para los cortes de café.
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En las haciendas y fincas, especialmente las que se ubican en los municipios de Jinotega, El Cuá, Santa María de Pantasma, Wiwilí, San José de Bocay y San Sebastián de Yalí, centenares de familias esperan el mes de noviembre para buscar donde ir a cortar café y de esta manera solventar la difícil situación económica que atraviesan.
Desde las pepenas, cuando el grano empieza a madurar, ya los campesinos con canasto en mano se adentran en los cafetales para iniciar la recolección de este rubro.
En la finca de Amelia Ruiz, localizada en la comunidad de Las Cruces, a unos 35 kilómetros al norte de la ciudad de Jinotega, a las cinco de la mañana se escuchan los gritos de “surco…surco”. Son los cortadores en busca de los mejores plantíos, esos donde los granos ya estén bien maduros.
El capataz asigna a cada uno el área donde le corresponde cortar, para así iniciar la faena diaria. Algunos platican, otros llevan sus radios para escuchar música y otros prefieren trabajar en silencio, para llenar pronto el canasto.
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“La primera canastada siempre es alegría”, asegura José Mairena Robles, quien a las 9 de la mañana ya llenó tres canastas, equivalente a dos latas, que es la unidad de medida usada para el pago de la jornada. “Ya con esto se ayuda uno, cincuenta pesos y los tres golpes”, continúa diciendo el trabajador agrícola, haciendo referencia al salario que ganará.
Lo acordado con el empleador es que recibe cincuenta córdobas por cada lata que logre recolectar, más los tres tiempos de comida al día.
Mujeres principales recolectoras
“En el campo no hay trabajo para nosotras las mujeres”, se queja Aura Ochoa González, madre de dos niños. Ella es una de las tantas mujeres que tienen que trabajar en los cortes del café, porque muchas son madres solteras y ésta es una actividad que les garantiza ingresos.
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“Ahorita es que aprovechamos para ganar y así alistar a los niños para que vayan a clases”, manifiesta la humilde campesina, que no deja de recolectar el café mientras habla.
Mientras Aura trabaja en los cafetales, en la casa, su hijo de 12 años se hace cargo de su hermanito. Esta realidad la viven miles de niños y niñas en el campo y, en el peor de los casos, los menores acompañan a sus padres a trabajar para tener ingresos más altos, aunque la legislación nicaragüense prohíbe el trabajo infantil.
En medio de los surcos se observa una joven ataviada con botas de hule y ropa de trabajo. “Ayer nos ‘apeamos’ (cortamos) 3 medios (otra unidad de medida en los cortes) y hoy voy por los 6 medios”, dice mientras carga un canasto y unos ganchos para bajar las ramas más altas de las plantas de café. “Va a haber trabajo, la cosecha está buena”, dice la joven cortadora que sólo se identificó como Josseling. Se le ve afanada, en ningún momento sonríe, está concentrada en alcanzar su propia meta. Su rostro está opacado por la lluvia que ha soportado ya por varias horas mientras corta el “rojito”.
Temporada lluviosa adelantó los cortes de café
Este año el ciclo cafetalero se adelantó debido a las temporadas lluviosas, por lo que ya están en lo más fuerte del corte, principalmente en las zonas más bajas del departamento de Jinotega.
“Normalmente inicia en noviembre, ahora arrancamos desde los primeros días del mes de octubre”, comenta el comerciante Luis Pineda, propietario de comercializadora “El Amigo” en Jinotega.
“El precio de la carga de café (una carga equivale a dos sacos) beneficia a todos los que se involucran en este rubro, productores, comerciantes y trabajadores”, detalla Pineda. Por ahora, la carga de café es pagada a 5,800 córdobas, pero, las expectativas son que habrá muchas ganancias, incluso los productores esperan que la carga de café aumente su precio hasta seis mil córdobas.
Además de los cortadores tradicionales de la comunidad, se espera que llegue mano de obra proveniente de los departamentos de Managua, León y Masaya. Los dueños de fincas parquean sus camiones en el mercado de Jinotega y otros viajan hasta Matagalpa cada domingo en busca de recolectores. Aquí les ofrecen buen salario, comida y campamentos adecuados, para tratar de conseguir trabajadores y llevarlos a sus cortes de café.
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