Sus manos ya no son tan ágiles, pero no pierden la pericia y el talento para dar forma al barro y convertirlo en cerámica negra. Su niñez transcurrió entre arena de mar, tierra, instrumentos artesanales y en una casa en donde se forjaba a fuego lento y con paciencia toda una tradición familiar.
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Hablar de María Estela Rodríguez es evocar a una mujer que representa el arte y la cultura de la región del norte de nuestro país.
Hace 20 años, la artesana matagalpina se instaló en el parque Rubén Darío, para ofrecer a la población las creaciones artísticas que su familia elaboraba de cerámica negra.
Si pudiéramos retroceder el tiempo, veríamos a una niña de cinco años que empieza a recibir de su madre, Eustaquia Rodríguez Pineda, todas las enseñanzas, consejos y detalles, para elaborar las finas piezas de barro, un oficio apasionante pero un tanto ingrato.
La familia Rodríguez desarrolló este proyecto para obtener ingresos económicos, y así fue por un largo período. Pero, lamentablemente la cerámica negra ya no tiene la misma demanda de antes, lo que ha complicado la situación de la familia Rodríguez.
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“Nosotros nos sentimos orgullosos de elaborar la cerámica negra, pero no es un trabajo en donde podamos sacar nuestros gastos del día a día, tenemos hijos y hay deudas que pagar, yo espero que alguno de mis primos se anime a seguirla¨, comentó María José Rodríguez, hija de doña María Estela.
Herencia artesana para futuras generaciones
Una de las grandes herencias que María Estela le dejará a su hija, es el oficio de la cerámica negra. Ella lamenta que su mamá no tenga las mismas fuerzas de antes para emprender su oficio, debido a complicaciones de salud. Ya no pasa mucho tiempo en el pequeño e improvisado taller que tienen en su casa, donde ahora elaboran muy pocas piezas para vender, sumado a que actualmente la materia prima es difícil de conseguir e implica más costos y la ganancia es mínima.
“Mi mamá es la que da la cara por la cerámica negra, mis tías también apoyan, las trabajan. Actualmente mi mamá ha tenido bastantes problemas con su diabetes, cuando hay heridas en la piel, trabajar barro helado no es conveniente”, manifestó Rodríguez.
Martha Nubia Rodríguez acompaña a su hermana María Estela en la elaboración de la cerámica negra y lamenta que algún día sus hijos no sigan esta tradición familiar.
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“Somos 3 hermanas las que elaboramos cerámica negra en Matagalpa, mi hermana que tiene sus hijos les ha dicho que aprendan, pero ellos prefieren mejor estudiar una carrera, porque ellos dicen que esto no les da para vivir”, comentó Martha Nubia.
Una tradición que puede desaparecer
El arqueólogo matagalpino Paul Cruz Olivas explicó que la cerámica negra representa a todo el país. Se inició en Jinotega, siendo pionera la familia Rodríguez, años más tarde se extendería por algunos departamentos de Nicaragua, pero pocas personas son las que aún siguen elaborándola.
“En el año 2010 en El Arenal encontramos una cueva con cerámica negra y existe una variedad en la región del pacífico, que también identifica que esta la trabajaron los pueblos indígenas”, agregó Cruz
El historiador expresa que los tiempos están cambiando, así como las costumbres y tradiciones, prueba de esto es la poca demanda de productos elaborados por artesanos.
“Con la última persona que deje de producir la cerámica negra se estará acabando una tradición de más de mil años en Nicaragua. La cerámica negra representa cultura, es tradición y sería desastroso que como sociedad la dejemos desaparecer, además se está perdiendo un desarrollo económico local”, aseguró el historiador.
Actualmente, la familia Rodríguez sigue ofreciendo sus productos en el parque Darío. Sin embargo, expresaron que venden poco, pero dicen que más que el rédito económico, su misión es no dejar morir la tradición.
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