Allí, en el cauce del Ucumulalí, a su paso por la zona céntrica de la ciudad, perdura una piedra que llama la atención de los transeúntes, porque tiene un petroglifo observable incluso desde el andén de la llamada avenida del Río Grande de Matagalpa.
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Para el arqueólogo matagalpino Uwe Paul Cruz Olivas, de la Fundación Científico Cultural Ulúa Matagalpa, en la piedra están talladas, en alto y bajo relieve, las formas de dos máscaras y un espiral con orientación a la izquierda. Pero hay formas que sugieren que las figuras continúan más abajo.
El petroglifo está en una poza cercana a donde fue un beneficio de café y que todavía en décadas recientes fue un sitio donde los habitantes de Matagalpa podían nadar.
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Cruz Olivas explica que este petroglifo es de los pocos que sobreviven, porque “había más” dibujos grabados sobre las piedras del río Grande, incluso uno con forma de mono que daba el nombre a la antigua Poza El Mico.
Sin embargo, “esos petroglifos quedaron aterrados en una inundación y deslizamiento de la calle del río y cuando trabajaron los operarios de la alcaldía cometieron la bestialidad de hacer la mezcla del cemento sobre las rocas con arte rupestre”, explicó Cruz
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Sin embargo, hace falta hacer mayores estudios interpretativos sobre los motivos de este tipo de petroglifos, explica el también arqueólogo matagalpino Rigoberto Navarro Genie, con un doctorado en arqueología prehispánica de la Universidad de París I Panthéon-Sorbonne.
Mientras tanto, el historiador Eddy Kühl Aráuz enfatiza que es necesaria la conservación de estos vestigios históricos ya que “está ahí hace más de 500 años, cuando Matagalpa era una parcialidad indígena pequeña”.
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