Familia Jarquín Gutiérrez: Los Conejos

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Los ConejosLa familia Jarquín Gutiérrez: Los Conejos. Hijos de Saturnino Ramón Jarquín Castro y Cecilia Gutiérrez.

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Hablar de Los Conejos en Jinotega no es necesariamente estar refiriéndose a esos tiernos animalitos de pelaje espeso y lanudo, silvestres o domésticos; muchas veces habrá que “parar bien la orejas” para no equivocarse, porque es posible que cuando se mencione a un conejo, se estén refiriendo al miembro de una de las más reconocidas descendencias de nuestra ciudad: La familia Jarquín Gutiérrez, “Los Conejos”.

Son “Los Conejos” una familia de extracción humilde, distinguida por su honorabilidad y su trabajo honrado. En su mayoría, los varones, han dedicado su vida al transporte, principalmente al sector taxi.

Como una característica “conejil” se destaca ser una familia numerosa, pudiéndose asegurar que cada barrio de la ciudad tiene a un “Conejo” como vecino y toda familia de Jinotega tiene entre sus amigos y allegados a un “Conejo”, pues el ser amigables para ellos es una cuestión genética.

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Cuando el matrimonio integrado por don Saturnino Ramón Jarquín Castro y Doña Cecilia Gutiérrez, procrearon a Juan Ramón, Felipe de Jesús, Tomás Antonio, Julio José, Gabino Simeón, María Jesús, María de los Ángeles, Esperanza de Jesús, Trinidad y a Rosario del Carmen, jamás pensaron estar fundando todo un conejar.

“¡El legítimo Conejo, soy yo!” me dice con aplomo don Juan Ramón y deja mostrar su orgullo de ser el “Conejo Mayor”.

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Y es que el apodo lo carga desde su infancia, cuando estudiaba sus primeras letras en la Escuela Superior de Varones, ubicada en las inmediaciones de donde está ubicada la gasolinera central de Jinotega. Su maestra era la Profesora Olga Palacios, casada con un teniente de la Guardia Nacional, apellido Ocón. La docente dentro de sus labores educativas se daba a la tarea de poner un sobrenombre a cada uno de sus alumnos; uno era El Chanchito, otro La Culebra, el otro El Cusuco; y así el aula de clases terminaba siendo un bullicioso zoológico.

Juancito se destacaba por correr de arriba para abajo sin cansarse y era el mejor cuando competía corriendo con sus compañeritos, lo que dio lugar a que maestra Olga lo bautizara como “El Conejo”.

Poco a poco sus hermanos y hermanas fueron llamados igual, dando lugar a toda una cunicultura jinotegana.

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Don Juan, casado con Doña Victoria Rodríguez Picado, recuerda que trabajó 30 años para la empresa de transporte Vargas, en Managua, donde lo tenían registrado formalmente como El Conejo, y tuvo compañeros de trabajo que nunca supieron su nombre.

Hoy por hoy dice que cuando lo llaman por su verdadero nombre no entiende y les pide que mejor le digan “Don Conejo”.

Quien escribe estas letras estudió Biología, en su bachillerato, en el INNACS, bajo la excelente cátedra de la Licenciada María Jesús Jarquín. Uno de mis compañeros jocosamente aseguraba que, en Jinotega, todo Jarquín es sospechoso de ser un Conejo.

Jamenber | 050521

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