Durante la fiesta de la Sagrada Familia, este domingo 27 de diciembre, el obispo de la Diócesis de Matagalpa, monseñor Rolando José Álvarez Lagos aseguró que “en Nicaragua estamos llamados a ser una gran familia”, destacando la importancia de esta para la educación en valores éticos y morales como bases fundamentales de cualquier sociedad.
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Ante una cantidad limitada de fieles –como medida de prevención ante la Covid-19– en la catedral San Pedro Apóstol, el obispo de Matagalpa señaló en su homilía que “en una familia hay diferencias, pero cuando estas son asumidas con respeto, contribuyen a promover una gran armonía que promueve el progreso”.
“Los nicaragüenses enfrentamos grandes retos, desafíos y dificultades. A veces, incluso, el panorama parece demasiado sombrío; pero, nuestra fe inquebrantable en Dios y en nuestras propias capacidades, nos indican mantener nuestro espíritu en alto, nuestras fuerzas revitalizadas y nuestra esperanza renovada, para edificar esa gran familia nicaragüense, donde nos respetemos, nos eduquemos para la libertad, vivamos en justicia y armonía, precisamente para lograr un progreso que posibilite riquezas mejor distribuida, desarrollo humano sostenible y una institucionalidad de la que nos sintamos orgullosos. Nicaragua está hecha para grandes cosas, juntos y siempre con Dios, lo lograremos”, dijo monseñor Álvarez.
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Antes, en su homilía el obispo también alentó a los fieles a cumplir con el mandamiento de honrar a padre y madre, aunque estos no sean los mejores.
Asimismo, la primera responsabilidad de enseñar y aconsejar en la familia “es de los padres”, recordó el obispo, insistiendo que esa tarea, más que con palabras, debe ser con el ejemplo, con testimonio de vida.
Cuando los hijos ven que los padres resuelven sus diferencias platicando con madurez, “luego ellos, cuando tengan problemas interpersonales con los demás no van a actuar ni tratar de resolver al trompón y la patada”, señaló el obispo.
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Monseñor Álvarez instó a los padres de familia a que estén atentos a sus hijos para orientarles, aconsejarles, pero “no para vigilarlos ni fiscalizarlos, porque los hijos también tienen que crecer en la libertad, precisamente para que también luego amen la libertad”.
A criterio del obispo, cuando los hijos han visto “el comportamiento justo” de sus padres y que estos “son hombres y mujeres de justicia con los demás, con los vecinos, en sus relaciones de trabajo, han visto que no son hombres y mujeres ‘arribistas’, sino que son hombres y mujeres de palabra, que aman la palabra, la verdad, esos hijos van a ser después multiplicadores de justicia, amantes de la verdad”.
Monseñor Álvarez estima que los hijos también pueden aconsejar y corregir a sus padres, cuando es necesario,y estos deben ser humildes si saben que sus hijos les están diciendo la verdad.
Ese tipo de educación en armonía, señaló el obispo, conduce a la capacidad de escuchar y en reconocer que las diferencias, cuando son aceptadas con respeto, son una riqueza y “toda esa familia va creciendo, sin excepción, en la capacidad del diálogo, en la profundidad del diálogo”.
“Pidámosle a la Sagrada Familia que nos ayude a todos a ir construyendo cada día un poco mejor nuestras familias”, instó monseñor Álvarez.
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