Obispo propone dodecálogo del perdón y la justicia

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Monseñor Rolando José Álvarez Lagos, obispo de la Diócesis de Matagalpa, © MOSAICO CSI | Gentileza de Diócesis de Matagalpa
Obispo Álvarez 26 de julio
Monseñor Rolando José Álvarez Lagos, obispo de la Diócesis de Matagalpa, © MOSAICO CSI | Gentileza de Diócesis de Matagalpa

El obispo de la Diócesis de Matagalpa, monseñor Rolando José Álvarez Lagos, propuso a los nicaragüenses lo que llamó un «decálogo del perdón y la justicia», en el que exhortó a todos los sectores políticos y sociales del país, a «promover una cultura de paz y entendimiento» en Nicaragua y que cada quien «reconozca sus errores».

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La propuesta, “inspirada” por el Papa Benedicto XVI, la hizo el obispo durante la homilía en la que disertó sobre el perdón, en la misa que presidió este domingo 13 de septiembre en la catedral San Pedro Apóstol en la ciudad de Matagalpa.

Estos son los puntos del dodecálogo que propone el obispo Álvarez:

  1. Perdonar no es ignorar, sino transformar
  2. Nadie puede mejorar el mundo si el mal no es superado, y el mal sólo puede ser superado con el perdón, un perdón que sólo nos lo puede dar el Señor, un perdón que no aleja el mal sólo con palabras, sino que lo transforma realmente
  3. No hay justicia sin perdón, y el perdón no sustituye a la justicia
  4. El perdón no significa negación del mal, ni debe hacer que decaiga la denuncia de la verdad del pecado

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  1. El concepto de perdón en el cristianismo hace nacer una nueva idea de justicia que no se limita a punir, a castigar, si no que reconcilia y cura
  2. Toda ofensa entre los hombres encierra de algún modo una vulneración de la verdad y el amor
  3. La ofensa sólo puede ser superada con el perdón, no a través de la venganza
  4. El perdón sólo puede penetrar, sólo puede ser efectivo, en quien a su vez perdona
  5. No se puede presentar ante Dios quien no se ha reconciliado con el hermano, adelantarse con un gesto de reconciliación, salir a su encuentro, es una condición previa para dar culto a Dios, correctamente

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  1. La ofensa es una realidad, una fuerza objetiva que ha causado una destrucción que se ha de remediar, por eso el perdón debe ser algo más que ignorar, que tratar de olvidar, la ofensa tiene que ser subsanada, reparada y así superada
  2. Los horrores de la historia se utilizan como pretexto concluyente para negar la existencia de un Dios bueno y difamar a su creatura, el hombre, presentándolo como incapaz de perdonar
  3. El amor se convierte en fuerza de salvación.

“Mientras en Nicaragua no se supere la fuerza destructiva y autodestructiva del mal, del odio, de la venganza, o de albergar deseos de venganza, de ver al otro como enemigo y querer eliminarlo, mientras nos atropellamos unos a otros, por más esfuerzos políticos que se hagan para salir de esta crisis en que nos encontramos, no sólo no saldremos de ella, sino que nos iremos sumiendo en más pobreza, delincuencia, tristeza y dolor”, dijo el obispo Álvarez.

Agregó: “Mientras no entendamos que la fuerza regenerativa del amor es la fuerza moral por antonomasia, de la que no podemos prescindir, no lograremos reconstruir nuestro país. Por eso, una vez más hacemos un llamado todos los sectores de la vida nacional y en primera instancia las autoridades públicas, por tener ellos la primera responsabilidad, a promover una cultura de paz y entendimiento”.

“Nada ganamos y mucho perdemos, los nicaragüenses, si cada quien se atrinchera en sus posturas, defendiéndolas como si fueran máximas verdades, de hecho las posturas nunca le han hecho bien a los pueblos. Cada quien reconozca sus errores y pidamos disculpas si hemos ofendido. Ciertamente, es lamentable ver, cómo, cuando figuras o líderes sociales son capaces de pedir disculpas públicas y sensatamente reconocen haberse equivocado, se arremete contra ellos, como si de destruir se tratara y no de construir.

Mientras no se rompa esa espiral de ataques y contraataques, estaríamos conduciendo a Nicaragua al despeñadero. No es desapareciendo socialmente al otro como resolveremos los problemas que nos aquejan, sino aprendiendo a convivir bajo la base de la memoria y la reparación.

Se puede despojar al vecino de sus posesiones, de las oportunidades o de la libertad. Se puede tejer una insidiosa red de mentiras para convencer a los demás que ciertos grupos no merecen respeto, y sin embargo, por más que se esfuerce, nunca se puede olvidar el nombre de otro ser humano. Es necesario que toda persona de buena voluntad vigile para desarraigar del corazón del hombre todo lo que sea capaz de llevar a tragedias semejantes.

La iglesia, decidida a imitar el amor de Jesús por toda persona, siente profunda compasión por cada una de las víctimas, por cada nombre que se recuerda, por cada ausente en las familias, vengan de donde vengan, sean de donde sean, y procedan de donde procedan. La iglesia sufre con las familias dolientes, desconsoladas, sus sufrimientos son también de la iglesia que mantiene el compromiso de rezar y actuar sin descanso, para asegurar que el odio no reine nunca más en el corazón de los hombres, porque Dios es el Dios de la paz.

Hacer memoria de cada víctima, con un corazón lleno de paz y de perdón, es también levantar nuestra voz contra todo acto de injusticia y de violencia, es una condena perenne de todo derramamiento de sangre inocente, es el grito de Abel que se eleva desde la tierra hacia el omnipotente.

Al profesar nuestra inquebrantable confianza en Dios y en el recuerdo y memoria que se dirige a cada ser amado, a cada hermano víctima de la violencia, reflexionamos que el amor del Señor no se ha acabado ni se ha agotado, su ternura cada mañana se renueva, amén”, expresó el obispo.

 

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