
El obispo de la Diócesis de Matagalpa, monseñor Rolando José Álvarez Lagos, insistió en que los nicaragüenses deben erradicar los antivalores y “vicios del pasado” y dar oportunidad a los nuevos liderazgos para lograr la necesaria “reconstrucción nacional” con funcionarios probos, respeto e institucionalidad.
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Durante la misa que celebró este domingo 19 de julio en la catedral San pedro Apóstol, sin presencia de fieles por la cuarentena obligada por la pandemia de la Covid-19, el obispo Álvarez advirtió que “las auténticas grandes obras” comienzan siempre con sencillez, sin alardes, retomando las parábolas citadas en el Evangelio sobre el parecido del reino de los cielos con el hombre que sembró buena semilla, con el grano de mostaza y con la levadura.
Parafraseando el poema Retorno de Rubén Darío, monseñor Álvarez afirmó que “Nicaragua está hecha de vigor y de gloria”. Sin embargo, dijo el obispo, “hemos de reconocer que a lo largo de nuestra historia se ha sembrado mucha cizaña, la cizaña de la depredación de nuestros bosques, de la riqueza desmedida a costa de los más pobres (…) los pactos, re-pactos y componendas, las negociaciones a espaldas del pueblo, todo esto ha sumido al pueblo en el dolor, en todo esto ha crecido el trigo y la cizaña, ciertamente, pero, seguros estamos que al final será el trigo el que predominará”.
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Pequeños, como la semilla de mostaza, son los detalles los que engrandecen a la sociedad, opinó el obispo en su homilía, refiriéndose a la parábola de que el reino de los cielos se parece al grano de mostaza. “Qué buen gran ejemplo es también para los liderazgos jóvenes, para los nuevos rostros, para las nuevas propuestas”, dijo.
Agregó: “Es largo el camino de la reconstrucción nacional; pero, con paciencia, perseverancia, eficacia, tolerancia, disposición, coraje y valor, los nicaragüenses somos capaces de no perder esta oportunidad que la historia nos está dando y construir juntos un nuevo país, donde se respete la dignidad de cada persona, donde nos respetemos en nuestras diferencias y, desde ahí, edificar un país pequeño, pero grande a la vez, donde se respete la institucionalidad, la supremacía de la ley, con funcionarios probos, que no se dejen corromper por la ambición, la avaricia, la sed de poder. Nicaragüenses así los hay y muy buenos. Ellos son como el grano de mostaza”.
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De la tercera parábola del Evangelio del día, de que el reino de los cielos se parece a la levadura, monseñor Álvarez recordó que los discípulos eran solo 12 y “uno de ellos traicionó al Señor, entre otras cosas, también para que aprendamos que la traición existe, lamentablemente”.
“Cada nicaragüense debemos aportar nuestro granito de mostaza y nuestra poca levadura, dejando para la triste memoria los vicios del pasado, siendo y creando ciudadanía, donde nadie pague favores a costa del bien común o de la legitimidad, donde no se corrompa a la autoridad y la autoridad no se deje corromper, donde no se acuda al tráfico de influencias ni compras de sentencias, donde cada quien haga lo que deba hacer y diga lo que tenga que decir, dónde con respeto y pluralismo trabajemos todos por el bien común”, finalizó el obispo.
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