“Sentí que mi mundo se redujo a dos metros cuadrados”, recuerda José Alejandro Quintanilla Hernández, quien a sus 28 años jamás pensó que estaría en la cárcel por cinco meses y 21 días. La Fiscalía lo acusó de incendiar la casa del Frente Sandinista en Catarina, departamento de Masaya, y de portación de armas.
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Quintanilla alzó su voz desde el estallido social de abril de 2018, pero lo metieron preso por protestar. Las condiciones en la cárcel son inhumanas, refiere el ahora excarcelado, recordando que “las noches en ‘El Chipote’ (las cárceles de la Dirección de Auxilio Judicial de la Policía, denunciadas múltiples veces como sitios de tortura) son interminables. Recibí maltrato físico en siete ocasiones que me ‘entrevistaron’, además de la oscuridad, el exceso de mosquitos, permanecíamos semidesnudos, había mucha humedad y el calor era insoportable”.
Todavía hay secuelas de lo sufrido en la cárcel, dice Quintanilla, quien lleva varios meses libre.
Wendy Rebeka Juárez y Roberto Andrés Büschting, de 28 y 22 años, respectivamente, son de Matagalpa y también fueron presos políticos. Él había estado exiliado 10 meses en Costa Rica.
A la cárcel por ofrecer agua a madres
Ambos eran parte de los 16 activistas detenidos en Masaya, en noviembre de 2019, cuando llevaban agua a las madres de presos políticos que estaban en huelga de hambre en la parroquia San Miguel Arcángel, junto al padre Edwin Román. “La banda de los aguadores”, les llamó la gente.
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Fueron 46 días, enfatiza Juárez, sobre el tiempo que estuvo encerrada en El Chipote, donde “el guarda me decía que era miserable, que me iba a podrir ahí”.
“No teníamos toallas ni cobijas, los uniformes nos los cambiaban cada ocho días. Las noches son frías y en el día es un calor insoportable”, cuenta Juárez, reviviendo el horror de la cárcel. Ella padece de gastritis y algunas veces vomitaba sangre. Los carceleros no la determinaban y “el oficial Kevin Corea, cuando le pedíamos médico se hacía el sordo y, además de eso, le metía las manos sucias a nuestra comida”.
Büschting recuerda al mismo carcelero Corea, porque este lo agredía y amenazaba con frecuencia. “Cuando íbamos a entrevista y pasábamos por el área de cámara, el oficial Kevin Corea me dijo una vez: ‘dale, haceme mate ahorita y yo te voy a desbaratar las costillas chavalo’. Nos trataban como que éramos los más asesinos”.
Juárez y Büschting fueron excarcelados el 30 de diciembre de 2019. En estos meses “libre”, él ha denunciado el asedio frecuente de paramilitares y confiesa que hasta ha tenido pesadillas de lo vivido en la cárcel.
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Doble daños
En términos psicológicos, lo vivido por los excarcelados genera doble daños emocionales, explica Leonila Argüello, psicóloga del Colectivo de Mujeres de Matagalpa. “El cansancio emocional, físico, mental y la doble culpa” es frecuente en ellos, asegura.
Como secuelas del encarcelamiento, Arguello menciona, entre otras, “la baja autoestima, porque los tratos son inhumanos. La inseguridad, el insomnio y las pesadillas, que en psicología esto se llama trastorno del sueño y hay un trastorno postraumático por los gritos, la tortura y la humillación”.
“Tenemos que darnos los espacios de trabajo emocional para procesar lo que ha pasado y eso nos llevara a un camino de justicia y reparación del daño hecho a esta generación”, explica Arguello.
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