Un hombre que usaba varias identidades y acusado por distintos delitos, incluyendo el asesinato del policía Roberto José Padilla Ardón, fue también asesinado a balazos por personas todavía sin identificar en el caserío El Galope, 13 kilómetros al este de la cabecera municipal de El Cuá, en el departamento de Jinotega.
Las autoridades policiales de Jinotega no han brindado un reporte oficial sobre el asesinato de quien los habitantes de este caserío disperso, donde viven unas 800 personas, conocían como Elmer Casco Centeno, baleado cerca de la medianoche del recién pasado 29 de marzo, sin que se conozca todavía quién o quiénes lo mataron, disparándole presuntamente a quemarropa.
“Esa noche yo estaba dormido, pero me desperté porque oí unos balazos”, comentó Leonel Blandón Sequeira, indicando que en la mañana del 30 de marzo encontró el cuerpo de Casco a la orilla de un cafeto, a unos 10 metros del camino de macadán, por lo que avisó a una facilitadora judicial para que llamara a la Policía.
El cuerpo, según Blandón, tenía impactos de bala en la espalda y uno en el brazo. Este último dejó quemaduras en la piel de Casco, coincidieron algunos vecinos de El Galope que evitaron identificarse para evitar represalias. “Es que aquí está horrible”, dijo un joven, sin brindar mayores detalles.
Acusado de violencia y asesinato de policía
Una habitante de El Galope cuenta que Casco llegó hace unos años como cortador de café, conoció a Flor de María Rivera Centeno, dueña de una propiedad con una manzana de cafetales, con quien comenzó una relación de pareja.
Según los vecinos de El Galope, Casco también se hacía llamar Marlon Lira Benítez. En una acusación en el Juzgado de Distrito Penal Especializado en Violencia de Género en Jinotega, en la que también lo identifica como Marlon Francisco Lira Pérez, la Fiscalía sostiene que esa relación de pareja comenzó el 23 de diciembre de 2018, pero “a los pocos días de convivir” con Rivera, empezó a ejercer actos de violencia.
Para someterla y causarle temor, según la Fiscalía, el hombre portaba armas de fuego “sin estar autorizado” y además le decía a Rivera que “él había matado a una persona en un lugar conocido como Aguas Mansas y que además se había escapado de la cárcel”.
El 9 de marzo recién pasado, Casco llegó a la casa de Rivera, puso música a alto volumen y con un cuchillo agredió a la mujer, jalándola del pelo y diciéndole que iba a matarla, provocándole heridas en dos dedos y el antebrazo. La llevó a un cuarto, pero en ese instante llegó un adolescente, hijo de la mujer, quien salió corriendo para avisar a su abuelo materno y este, con un vecino suyo, se fue en una moto a El Cuá, para avisar a la Policía.
Una patrulla con siete policías llegó a la casa de Rivera, sin embargo, Casco los recibió a balazos, matando al investigador Padilla con un revólver calibre 3-57.
Casco huyó de El Galope, internándose en cafetales hasta llegar a la casa de su amigo Samuel de Jesús Mercado Aráuz en la comunidad Frank Tijerino, en la ruta entre El Cuá y San José de Bocay, donde este último logró que le prestaran una moto y llevó al prófugo a la comunidad El Cedro.
La Policía detuvo a Mercado Aráuz y la Fiscalía lo acusó de encubrimiento agravado en la misma causa en la que Casco fue acusado por la muerte de Padilla, femicidio en grado de frustración en perjuicio de Rivera y portación o tenencia ilegal de armas de fuego.
Mercado, de 30 años, ya enfrentó la audiencia preliminar del proceso y la juez especializada en violencia de género, Engracia Inés Flores, le impuso la medida cautelar de prisión preventiva, programando la audiencia inicial para este 10 de abril.
Policía dejó el cuerpo
La Policía llegó al lugar y los vecinos refieren que en la ropa de Casco los investigadores encontraron al menos tres cédulas de identidad y otros documentos.
Una mujer señaló que los papeles “eran como recibos de luz, pero también andaba un buen teléfono”.
Según ella, cuando los policías se iban, “solo dijeron: ‘ahí busquen qué hacer con él’, dejaron el cuerpo y se fueron”. Por eso, los vecinos lo llevaron a la casa comunal de El Galope hasta que el mismo sábado llegaron sus familiares para llevarlo a la comunidad Avisinia, en El Cuá, de donde son originarios.
En el lugar donde estaba el cuerpo de Casco, sobre un charco de sangre, Blandón Sequeira puso cenizas y con unas ramas delgadas hizo una pequeña cruz. “Ya conseguí una maderita para poner una cruz más grande”, dice.
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