
“Palmaron” a Jason. Esa frase lapidaria atravesó el alma de su primo como una espada. Le llegaban a avisar que Jason había sido asesinado. La noche del 21 de abril, en la tranquila comunidad de San Pedro en Ticuantepe, se abrió una herida que no cerrará. San Pedro nunca volverá a ser la misma.
La mañana siguiente, debajo del techo de paja de las afuera de la parroquia, se escucha a sus amigos y primos narrar en jerga juvenil nicaragüense, el cobarde asesinato de Jason en el marco de las protestas ciudadanas que iniciaron el 19 de abril, mientras su madre y su padre lloran frente al altar de la parroquia, con el cadáver de su hijo al lado.
Jason Chavarría, hacía apenas una semana atrás, había cumplido 24 años. Era joven, trabajador, honesto y amado. Se ganaba la vida como conductor de ‘‘caponera’’ o motoneta. Tenía una madre, un padre y una hermana. Era miembro de una familia respetada, querida y trabajadora.
Su madre, sierva de la parroquia de la comarca San Pedro, ha cantado por años en el coro de la iglesia, el mismo templo donde el domingo 22 de abril, la comunidad se desbordó para la Misa de Cuerpo Presente que se realizó a las 11:00 am, donde convergieron comunitarios y vecinos y vecinas de las urbanizaciones aledañas que supieron del vil asesinato del joven que tantas veces trasladó en su caponera/motoneta a personas que necesitaban de este servicio tan importante para la comunidad.
San Pedro es una comunidad de gente trabajadora, con características rurales, que ha mantenido la dinámica de vida comunitaria impenetrable, pese al crecimiento comercial y urbanístico que les rodea. Todas y todos se conocen tan bien, que la pérdida de uno de sus vecinos es para cada miembro de esta comunidad, una espada que les atraviesa el alma.
El cementerio ubicado frente a la parroquia, acogió a Jason, quien en su camino al campo santo fue escoltado por otros jóvenes ‘‘caponeros’’, quienes hicieron sonar las bocinas de sus motonetas como un gemido con llanto e impotencia.
En el cementerio se escucha el llanto de su madre, quien le pregunta al asesino ausente: ‘‘¿Por qué me lo mataron? Él no estaba haciendo nada malo, no les estaba haciendo nada’’. Y una voz en medio de la multitud gritaba: ¡No más chavalos muertos!
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