Matagalpa: Ven mano criminal en caso de joven «ahorcado»

Mosaico CSI
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Los restos de Kevin José Pineda Herrera fueron velados por sus amigos y vecinos en su casa de Matiguás, en Matagalpa. HOY/Luis Eduardo Martínez M.
Velorio de joven en Matiguás
Los restos de Kevin José Pineda Herrera fueron velados por sus amigos y vecinos en su casa de Matiguás, en Matagalpa. HOY/Luis Eduardo Martínez M.

Los restos de José Kevin Pineda Herrera descansan en su natal Matiguás. Su familia se despidió de él, diciendo que no callarán lo que creen sobre su muerte: no hubo suicidio tal como lo dijeron en la Policía de Matiguás.

La versión policial de que el joven de 18 años decidió su final ahorcándose con el elástico de su mismo calzoncillo en una celda preventiva de este municipio, “no tiene ni pies ni cabeza” para la familia doliente.

“¿Cómo se va a suicidar alguien con un bóxer?”, se preguntó entre sollozos Darling Antonia Herrera Moncada, durante el velorio y funeral de su hijo Kevin.

“Mire, señora, lo siento, pero su hijo fue que se suicidó”, es lo que recuerda doña Darling, que le dijo un policía “chaparrito”, cuando ella fue a la unidad policial de Matiguás a pedir que le explicaran cómo es que supuestamente el joven había acabado con su propia vida.

Sin más explicación, el oficial le dio un billete de 20 córdobas, uno de diez córdobas partido por la mitad, una moneda de 5 córdobas, cuatro monedas de 1 córdoba y dos cajas de fósforos, además del pantalón, camiseta, faja y zapatos que vestía el joven cuando fue detenido la noche del sábado 7 de abril en el barrio Linda Vista.

Huellas de agresión

La camiseta blanca con un dibujo negro que vestía Kevin tiene marcada huella de una bota de las que usan los policías, además de manchas de sangre en los hombros.

La familia de Pineda insiste en que la Policía lo vapuleó hasta hacerlo sangrar por los oídos y para la familia las pruebas que contradicen la versión policial están en sus prendas y las preguntas que rodean el deceso.

Silencio en delegación

Un equipo de este diario fue el lunes último a la estación policial José Omar Averruz, en Matiguás, donde ocurrió el suceso, pero un policía que estaba en la recepción dijo que el jefe, el comisionado Agustín Aburto, no se encontraba en la oficina y que nadie podría brindar información.

Igual respuesta recibió el coordinador en Matagalpa del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), Omar Castellón, quien también pidió ser atendido para indagar el acontecimiento a petición de la familia de la víctima.

Kevin José Pineda Herrera
Kevin José Pineda Herrera, 18 años, muerto en celda policial. HOY/Cortesía

Amigos de Pineda tampoco creen lo que la Policía explicó sobre la muerte de Kevin. “Ellos se lavan las manos, pero la Policía le llevaba un odio a él y queremos justicia, porque eso no se puede quedar así”, demandó Brian Urbina, un amigo de años del fallecido.

“Él estaba bolo, ¿cómo pudo arrancar la cuerda (elástico) del calzoncillo, tejerla y tejerla en su borrachera?”, siguió cuestionando la mamá de Kevin. “Me dijo el capitán que (Kevin) intentó tres veces: se subió, se le reventó, lo hizo más abajo, se le volvió a reventar, entonces lo que hizo fue sentarse y de ahí solo se hizo así (inclinarse)”, señala doña Darling, quien aseguró que si así hubiese ocurrido, ellos debieron actuar y evitarlo. “Pero no es cierto, no tiene lógica”, reiteró.

Volvió solo para morir

Kevin José Pineda Herrera tenía 18 años cuando murió en circunstancias que su familia todavía no acepta. Dejó los estudios y al no encontrar trabajo en la ciudad donde vivía decidió probar en otro país, se fue a Costa Rica. Como muchos nicaragüenses al llegar allá comenzó a trabajar en construcción, lo que dejó algunos meses después. Tras cambiar de trabajo logró con unos conocidos ser admitido en una plantación de hortalizas. Pineda Herrera no estaba casado ni tenía hijos. El 5 de abril pasado volvió a Nicaragua. Dos días después, el 7 de abril, le sobrevino la desgracia, al ser arrestado por alteración. Fue encontrado muerto en su celda, al día siguiente.

Vecinos oyeron gritos

Vecinas y vecinos de la delegación policial de Matiguás, donde falleció Kevin, coincidieron al relatar que el día de la detención el joven iba esposado y lloraba, pidiendo a gritos que dejaran de golpearlo y lo liberaran.

“El chavalo venía en llanto, como que lo venían golpeando. Salimos a ver y lo traían enchachado, entonces les grité: no lo maten, no lo golpeen”, dijo una de las mujeres que por la ubicación de su vivienda, pidió reservar su identidad.

“Ellos son policías, lo conocen a uno, saben que hay gente que sabe porque lo oye, lo ve, que los abusos son frecuentes ahí”, agregó, reiterando que tienen temor a represalias.

“El muchacho (Kevin) pasó casi toda la noche gritando, llorando… llamaba a unas gemelas. Ya en la mañana, como a las 5:10 (del domingo 8 de abril), él sonaba la verja y como cuatro veces gritó: “Blandón, Blandón”, recuerda la vecina. Señala que ella creía que el silencio que le procedió a los gritos era porque habían liberado al joven.

“Yo pensé que lo habían sacado (de la celda), pero como a los 15 minutos salió un policía en toalla tomando fotos a la verja que va para la letrina”, reveló.

Otra de las vecinas de la delegación refirió: “No estamos de acuerdo con lo que están haciendo últimamente (los policías de Matiguás) que mucho agreden a los presos y uno tiene hijos y después se pueden desquitar con los hijos de uno”, dijo.

La pesadilla del amputado

Estas mujeres y otros pobladores de Matiguás recuerdan el caso de Juan Lanzas, el agricultor a quien le amputaron los pies luego que fue golpeado por policías en ese municipio y detenido después en condiciones insalubres en la unidad departamental de la Policía en Matagalpa.

“No solo con él (Kevin) ha pasado, porque uno mira cuando traen a los pobres presos”, denunciaron los vecinos. “Otra cosa —agregó otra afectada—, no sé si es que será alguna orden, pero a los presos los sacan (al patio de la Policía) solo en bóxer y no sé si es legal o lo hacen por humillación a los presos, yo creo que es por humillarlos que los sacan así”, contó.

Dijo que entendido como humillación, les parece un abuso. “Eso debe revisarse”, demandaron los habitantes. Pero lo que más les preocupa a estos pobladores es que en las casas que habitan y colindan con la estación policial habitan menores que ven a los detenidos casi desnudos.

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