Jugaba en el patio con algunos de sus primos, cuando accidentalmente detonó una mina antipersonal. Marlon Antonio Orozco Roque tenía ocho años y fue el único afectado por la explosión. Los otros niños quedaron ilesos, pero él perdió una pierna, un brazo, un ojo y quedó con marcas por diferentes partes.
Han transcurrido 22 años desde aquella tarde del 7 de marzo de 1995 que Marlon recuerda con detalle en la casa que ahora habita con su pareja y tres niños, al fondo del mismo patio donde ocurrió todo, colindante con un plantel de construcción en la ciudad de Sébaco, Matagalpa.
Del ojo que le quedó, Marlon tuvo que ser operado de extracción de cataratas hace varios años en Estados Unidos, pero ahora presenta “agudeza visual lejana” y le diagnosticaron que tiene la córnea descompensada y la única solución es un trasplante que le costaría 4,000 dólares, sin incluir los honorarios del cirujano que lo operaría gratuitamente.
Pide apoyo
“No tengo esa cantidad y si no la recaudo voy a perder la vista y tendré que andar en silla de ruedas, porque ya con prótesis en mi pierna y mi problema físico, sería difícil caminar siendo ciego totalmente”, dice Marlon, al tiempo que pide ayuda para conseguir los fondos.
Marlon cuenta que después del accidente con la mina, recibió apoyo del Programa de Asistencia al Desminado de la Organización de Estados Americanos (PADCA-OEA) para construir la casa en la que ahora vive en el patio de la casa de sus padres. Ese programa concluyó en 2010 luego de la destrucción de más de 170,000 minas antipersonal que había “sembradas” en 67 municipios del país.
Usando prótesis en un ojo y una pierna, Marlon consiguió empleo como conserje en el hospital Aldo Chavarría en Managua y “trabajé 12 años en el centro de prótesis”.
José Orozco, el padre de Marlon, recuerda que “alquilar un cuarto en Managua era muy caro, entonces viajaba todos los días, yo lo acompañaba en las madrugadas a que agarrara el bus, porque siempre lo quisieron asaltar y quitarle los dos pesos que llevaba. En las noches ya iba a esperarlo al bus”.
Por los años que cotizó, Marlon recibe una pensión especial de 2,500 córdobas mensuales de parte del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social. “No me querían pensionar porque dicen que lo mío fue por vaguería y que yo no anduve con un fusil en la montaña… pero yo no fabriqué ese artefacto ni provoqué la guerra”, relata.
Además se queja de que las autoridades municipales le han negado apoyo.
Tiene su hogar
Fue en el hospital Aldo Chavarría donde Marlon conoció a Sugey Palacios García, su actual pareja. Ella iba a ese centro para que su niña mayor recibiera terapias, luego de recuperarse del síndrome de Guillain-Barré.
“Empezamos a platicar y nos entendimos… ya tenemos como diez años juntos como familia”, dice Palacios, quien se dedica a lavar y planchar ajeno para contribuir con la economía del hogar.
Los niños mayores de ella, Karina y Ariel Mendoza Palacios, estudian primer año de secundaria y la niña es excelencia académica. Marlin Tatiana, de tres años, es la niña que procreó con Marlon.
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