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Nadie asoma y pareciera que los casi 4,000 habitantes abandonaron Walakistán, una comunidad del Territorio Indígena Miskitu Indian Tasbaika Kum (MITK), en las riberas del río Coco, municipio de Wiwilí, departamento de Jinotega, donde un brote de grisi siknis paralizó todo tipo de actividad.
El grisi siknis es un padecimiento que afecta a las poblaciones miskitas, que inicia con fuertes dolores de cabeza, convulsiones y otros síntomas hasta que el comportamiento del individuo se vuelve violento. También ha habido reportes sobre brotes del síndrome en comunidades mayangnas.
En Walakistán hay 51 personas afectadas. La mayoría son varones entre 10 y 20 años, dijo Ervin Martínez Salomón, presidente del Gobierno Territorial MITK, indicando que “esta situación es del pleno conocimiento del Ministerio de Salud (Minsa)”.
Martínez dice que también le reportaron 24 casos en Tarandak, una comunidad de otro territorio indígena, el Kipla Sait Tasbaika, a orillas del río Lakus.
Según el dirigente del territorio MITK, “hemos tratado de trabajar con los recursos locales, que son las curanderas que nos han apoyado en otras ocasiones, ahorita estamos trabajando con una de ellas”.
Mientras que con el Minsa han establecido coordinaciones para el suministro de los materiales primarios que requieren las curanderas: “Ella ocupa azufre, azulillo, ajos, candelas, colonias, entre otros”, dice Martínez.
Agrega que “tenemos una preocupación muy grande, la mayor parte son estudiantes, los niños no pueden salir de las casas, nadie puede ir a bañarse al río, es bastante lamentable”.
Violencia y destrucción
Al momento, los afectados por grisi siknis han destruido 40 casas totalmente y además el Gobierno Territorial MITK contabiliza más de un centenar de viviendas destruidas parcialmente.
“Son casitas sobre zancos hechas después del (Huracán) Mitch (1998) y ya dieron su vida útil, entonces cuando llegan estos jóvenes las destrozan”, dijo Martínez.
“Esa es otra preocupación, porque puede ser que ella (la curandera) nos dé la sanación de los muchachos, pero, después, con esas casas destruidas, ¿quién nos puede apoyar en esa parte?”, dijo Martínez.
No pueden ni cocinar ni atender cosechas
De hecho, el dirigente indígena advierte que sufrirán hambruna en la comunidad. Los afectados por grisi siknis llegan a desconocer a sus familiares y por eso todas las actividades se paralizan, hasta las religiosas.
“Las amas de casa no pueden ni cocinar”, refiere Martínez, indicando que encender el fogón implica el riesgo de que un joven afectado por grisi siknis “agarre un tizón prendido y vaya a pegarle fuego a alguna casa, porque ya ha habido ese tipo de casos”.
“Nadie va a atender sus cosechas por estar pendiente de sus familiares afectados por el grisi siknis”, afirma el presidente del territorio MITK, explicando que hay pérdidas en la cosecha de frijol del subciclo productivo de apante, que estaba en la fase de arrancar las matas.
La agricultura y la güirisería, principales actividades laborales, están detenidas. Los niños tampoco pueden ir a la escuela.
De hecho, una empresa que está ejecutando la construcción del centro escolar Róger Salgado, en Walakistán, quiere abandonar la obra por temor a agresiones de parte de quienes padecen grisi siknis.
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