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De pronto, Kevin Gadea estaba en la boca de todos. Su espigada imagen se posó en la televisión. Los periódicos registraron sus mejores frases y las radioemisoras sacaron al aire la voz de un joven con notable manejo de la palabra, mientras las redes sociales se agitaban a un ritmo exponencial con un debate sobre el verdadero origen del jugador pinolero.
En su residencia en Chinandega, Gadea no era ajeno a la conmoción provocada por los Rays de Tampa Bay, quienes la mañana del 8 de diciembre pasado, lo habían escogido en el draft de la Regla 5, un sorteo diseñado para apurar el tráfico de los jóvenes por las Ligas Menores y que significa, en la mayoría de los casos, un salto directo a las Grandes Ligas.
“Fue emocionante realmente saber que había sido seleccionado por Tampa. Lo supe a través de (la red social) Twitter y mis papás y yo nos abrazamos”, recuerda Kevin, aún con entusiasmo en su voz.
“Es una gran oportunidad para mí. Sé que hasta ahora no hay nada seguro, pero siento como que me acortaron el camino hacia la meta, pero debo seguir corriendo”, dice.
Hasta antes del 8 de diciembre, Gadea era un prospecto prometedor pero conocido quizá solo para seguidores fervientes del beisbol. Durante cuatro años permaneció casi oculto en las Menores, mientras batallaba con una lesión, con inclementes viajes en autobús y con la invisibilidad mediática. Su potencial salto a las Mayores, lo tienen ahora en un primer plano.
“DISFRUTO CADA MOMENTO”
¿Cómo has vivido el ser el centro de la atención?
Ha sido algo muy bonito. He disfrutado cada momento. Creo que es la recompensa al trabajo que he venido haciendo aunque quizá no se notara mucho. Sin embargo no estoy tan pendiente de la atención que pueda generar, es decir, no hago las cosas para llamar la atención. Solo me dedico a trabajar duro cada día y el reconocimiento, si es que se consigue, ahí va a llegar.
¿Ha habido gestos, detalles que te impactaron?
Claro que sí. He percibido el cariño de muchas personas, de fanáticos que me animan y aconsejan a no bajar el entusiasmo ni perder la concentración. He conocido a gente que no sabía que estaban pendientes del trabajo que uno hace, a autoridades del país. En fin, ha sido una experiencia muy grata, pero como he dicho, aún no he conseguido nada. No hay nada seguro.
¿Te sorprendió que Tampa te seleccionara?
Sí, no deja de sorprenderse uno, a pesar de que por ser elegible para el draft (de la Regla 5) uno como que le va dando mente a esa posibilidad, pero al final solo te queda esperar el momento para saber si te han seleccionado. Cuando lo supe me emocioné y comprendí que este era el momento que Dios había determinado. Su tiempo es perfecto.
Pero ahora viene lo más duro, hacer el grado…
Claro. Se trata de mejorar en todo porque el nivel de competencia es altísimo en las Ligas Mayores. Hace poco Gerald Hernández me decía que llegarán 34 lanzadores en busca de 12 puestos. Yo no pensé que serían tantos, pero le dije que me alegra porque eso significa que la competencia será aún mayor y a mí me gusta ese ambiente.
“SOY MATAGALPINO”
Hubo un debate sobre si eras de Estelí o de Matagalpa…
Nací en Estelí, pero sinceramente me siento matagalpino. Mi mamá dio a luz en Estelí porque necesitaba de los cuidos de mi abuelita y entonces había que moverse hacia ahí, pero mi infancia, los recuerdos de mi niñez están en Matagalpa, más específicamente en la colonia Primero de Mayo, jugando trompo y chibolas con mis amiguitos vecinos en el parque.
¿Cómo fue tu infancia?
Yo no la llamaría dura, a pesar de las limitaciones que podamos haber tenido. Mi papá siempre trabajó duro para proveernos de lo que nosotros necesitábamos pero, además, tuvimos la ayuda de la Fundación Cristiana Vida Joven en lo que respecta a comida y vivienda. Mis papás son misioneros y por eso nos movimos a Chinandega, que es donde vivimos actualmente, aunque seamos de Matagalpa.
¿Y el proceso de desarrollo en el beisbol como ha sido?
Creo que una etapa dura fue cuando llegué a la Academia de Beisbol de Denis Martínez. Llegué como tercera base y luego fui convertido en lanzador y quizá lo que más me preocupaba es que no percibía ningún interés de ningún equipo en mí. Miraban que hablaban con otros jugadores y hasta firmaron a varios, pero a mí no me prestaban atención.
¿Ahí fue cuando pensaste irte a tu casa y abandonar el juego?
Exactamente. En más de una ocasión pensé en desistir y regresar a Chinandega para ir a estudiar. Extrañaba mi casa, a mis papás. Pero mis papás siempre estaban ahí, diciendo que debía seguir, que el plan de Dios era perfecto. Y les obedecí a pesar de que no tenía nada claro sobre mi futuro porque hasta ese momento, nadie me daba una chance, pero ellos tenían razón.
FIRMA CON SEATTLE
¿Cómo recibiste la oportunidad con Seattle?
Fue una bendición, ya me estaba desesperando. Me había bachillerado y como nadie me firmaba, me dije que iba a seguir un año más y si no pasaba nada, me iría a la casa, pero aparecieron los Marineros con Luis Molina y Nemesio Porras y me firmaron. Eso fue un alivio, pero el reto, el trabajo duro, apenas iba a comenzar ahí en las Ligas Menores.
¿Realmente es muy difícil el paso por las Menores?
Es muy difícil. Es una competencia durísima por escalar. Yo fui enviado a Venezuela a la academia de los Marineros y estaba llena de venezolanos y es lógico que los iban a preferir a ellos que a mí, pero trabajé duro y pude viajar a Estados Unidos. Carlos Hernández, que estuvo aquí con el Bóer, fue un coach que siempre me animó mucho.
¿Se forjan amistades en las Ligas Menores?
No muchas. La verdad es que yo soy como muy reservado, a lo mejor desconfiado es la palabra correcta, pero la verdad es que he visto a personas que vos crees que te van a ayudar y luego te decepcionás de sus actitudes. Tengo muchos conocidos, pero ya una amistad, es algo que toma tiempo poder cultivar, al menos ese es mi concepto.
¿Qué harás diferente ahora en el entrenamiento primaveral?
Nada, voy a seguir trabajando duro como lo he hecho hasta ahora. Eso es lo que me ha llevado hasta donde he llegado. Durante todo este tiempo me he estado preparando para llegar en la mejor forma a los entrenamientos con Tampa y a pesar de la competencia que me espera, tengo mucha confianza en mí y en Dios que daré el paso al frente.
¿Qué ha sido lo importante en tu carrera hasta el momento?
Hasta hoy la clave ha sido no desistir, no rendirme y esperar por el momento para demostrar que sí tengo herramientas. Siempre pienso en lo que me han dicho mis papás, que el tiempo de Dios es perfecto y yo confío en eso. Solo él sabe lo que viene, mientras tanto, debo seguir trabajando duro.
¿Cómo es tu relación con los big leaguers nicaragüenses?
Uno de los más cercanos ha sido Juan Carlos Ramírez, quien me ha animado siempre y se me ha puesto a la orden. Lo mismo Erasmo Ramírez. También con Denis Martínez he salido un par de veces, pero como te he dicho, yo soy un poco reservado en algunas cosas y sé que con el tiempo voy a mejorar.
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