Relatos sobre ejecución de Aguinaga

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“Estaba desarmado, ¡de viaje!”, exclama Encarnación Aguinaga Castrillo, describiendo el cadáver acribillado a balazos de su hermano Enrique, de iguales apellidos y apodado comandante “Invisible”, de quien dice que fue ejecutado por soldados del Ejército la mañana del 30 de abril en Palancito, comarca Wanawas, del municipio de Río Blanco, Matagalpa.

Al pasar los días, la familia de quien presuntamente andaba alzado en armas contra el inconstitucional gobierno de Daniel Ortega, ha brindado más detalles sobre lo ocurrido en las inmediaciones de la pequeña casa de madera en la cima de una loma, en la confluencia de los ríos El Venado y Palán, detrás del cerro Musún, 22 kilómetros al noroeste de Río Blanco.

El Ejército ha sostenido que “Invisible” murió en un enfrentamiento contra una patrulla militar que perseguía a tres o cuatro hombres que llevaban ganado robado y que también habían sido denunciados por supuestas extorsiones.

Sin embargo, el hermano de “Invisible” señala que “si fuera cierto, como dice el Ejército, que el hombre traía un lote de ganado, me gustaría que me presentaran tan siquiera una vaca robada, porque él no tenía necesidad de robar”.

Felicia Mairena, cuñada de “Invisible”, sostiene que este “no tenía un arma en la mano, no se defendió, a él lo masacraron como más quisieron”.

De acuerdo con los familiares —quienes denunciaron estar siendo perseguidos por el Ejército—, “Invisible” enfermó en las montañas y llegó a la casa de su sobrino Encarnación Aguinaga Mairena a “pedir refugio” para recuperarse, permaneciendo ahí varios días.

Aguinaga Mairena se fue a trabajar donde su suegro en otro municipio, mientras que su esposa Letbenia Otero y su hijo de 11 meses estaban en la casa de madera. Cerca de las 8:00 a.m. del 30 de abril, “Invisible” estuvo chineando al niño, y cuando se disponía a bañarse recibió una llamada.

ATACADO A BALAZOS

Salió a buscar mejor recepción telefónica en la parte de atrás, cuando fue atacado a balazos, contó Otero, indicando que “Invisible” andaba en chinelas y sin camisa. Corrió herido hasta la ladera al frente de la casa.

Los militares también rafaguearon la casa, sin importar que adentro estaban Letbenia y su hijo. Una de las balas por poco le da a la muchacha, atravesando una de las tablas que sirven de pared e impactando en la parte superior de una cama de madera, cerca de donde ella estaba tendida en el suelo, protegiendo al niño con su cuerpo.

Los militares se acercaron buscando a “Invisible, quien estaba herido, pero tardaron más de diez minutos en hallarlo. En ese lapso, a la casa llegó “Chepe” García, uno de los mozos, buscando agua para llevar a otros trabajadores. A García lo golpearon e interrogaron, recuerda Letbenia. Después hubo más disparos y la joven supone que fue cuando remataron a “Invisible”.

Encarnación Aguinaga Castrillo estaba en su casa con su esposa Felicia, una cocinera y dos niños de esta, aproximadamente 600 metros al sureste de donde ocurrió el tiroteo.

Al escuchar los disparos fue a ver qué ocurría. Al acercarse, pudo observar a su hermano, “estaba caído, llegaba uno (militar) y le hacía ‘ta, ta, ta, ta’ (disparaba el fusil), llegaba otro y ‘ta, ta, ta, ta’, (después) chocaban los fusiles en el aire, celebrando”, cuenta el hermano de “Invisible”, indicando que a él también le dispararon, por lo que se regresó a su casa y mandó a la cocinera a buscar a Letbenia y al niño.

Cuando la cocinera llegó, los militares ya tenían a Letbenia afuera de la casa. Presuntamente también habían golpeado e interrogado a García, a quien dejaron ir poco después.

A las mujeres las obligaron a hacer café. Luego, a Letbenia la pusieron a hacer sopa de gallina y más tarde más café. Las dejaron ir casi al anochecer. El cuerpo de “Invisible” fue llevado a Río Blanco para una autopsia cuyo resultado no ha sido comunicado a la familia.

Encarnación Aguinaga Castrillo dice que pudo ver que su hermano presentaba un balazo en la sien, más múltiples heridas de bala que provocaron exposición de órganos en la región abdominal. Además, “los brazos y las piernas los tenía destrozados” a balazos.

Aguinaga Castrillo demanda de las autoridades “digan la realidad en que estamos en este país, a como él (“Invisible”) lo dice en esos videos (difundidos en febrero pasado), si aquí lo que se pide es que se dé pase a elecciones limpias, libres y transparentes, que todo el pueblo tenga derecho a reclamar su voto. Ideay, si todos somos nicaragüenses, si Nicaragua no es de una familia ni de ‘fulano’. No, es del pueblo de Nicaragua y todos tenemos derecho a trabajar”.

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“INVISIBLE” EXIGÍA ELECCIONES LIMPIAS

Desde que se desmovilizó de la Resistencia Nicaragüense que combatió al primer gobierno de Daniel Ortega en la década de los ochenta, “Invisible” se dedicó a trabajar. Fue concejal en Siuna y también concejal regional en el Caribe Norte, donde tenía una finca con más de 400 manzanas de extensión.

“Ahí dejó todo botado en Siuna”, dice Encarnación, al tiempo que saca cuentas y valora la propiedad de su hermano en más de diez millones de córdobas y enfatiza que este “no tenía necesidad de robarle una vaca a nadie”.

En un video que difundieron a mediados de febrero de este año y grabado supuestamente en las montañas de La Cruz de Río Grande, en el Caribe, “Invisible” aparecía acompañado por los autollamados comandantes “Pedro”, “Jinotega” y “Matagalpa”, exigiendo elecciones libres.

EJÉRCITO CALLA

El Ejército de Nicaragua no se pronunció sobre la denuncia de supuesta persecución que hacen familiares de Enrique Aguinaga, “Invisible”. Su vocero, coronel Manuel Guevara, no respondió ayer a la solicitud de información de LA PRENSA.

Marcos Carmona, secretario ejecutivo de la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH), dijo que conoció de manera informal la persecución denunciada.

La presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos, Vilma Núñez, criticó esta situación, pues recordó que “la pena no trasciende a la persona del reo”. “Es un testimonio valiente de los parientes de (Enrique) Aguinaga, claro que para ellos la denuncia es un mecanismo de defensa, pero al mismo tiempo también tienen el valor de denunciar”, dijo Núñez.

Colaboración de Elízabeth Romero

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