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Nicolly Pereira no conocía los colores. No conocía las formas. Tampoco conocía los sonidos. Y aunque podía oler y tocar a su madre, no sabía cómo era su cara. O su voz. Nicolly –le dicen «Princesita»– tiene dos años y pocas semanas atrás logró el primer objetivo de su vida: abrir los ojos y mirar a mamá.
A los pocos días de su nacimiento, la pequeña tenía algo raro en la vista. El temor se confirmó cuando los médicos diagnosticaron que un extraño glaucoma congénito se interponía en sus ojos. Nicolly no podía ver. Era ciega. Absolutamente ciega. No lograba ver ni un haz de luz que los médicos repetidamente ponían ante ella.
Durante su primer año y medio de vida, Nicolly –Princesita y héroe– soportó estoica siete operaciones en su cuerpo en Santa Catarina, Brasil. Ninguna dio resultado. Daiana Pereira, su mamá, no perdió la esperanza y, terca, continuó con su misión. Un consejo oportuno la llevó a crear un perfil en Facebook en el cual contaba la historia de la pequeña. El apoyo se manifestó en forma de catarata y logró reunir el dinero suficiente como para afrontar un último intento en un centro especializado de Miami, Estados Unidos.
Según describió al diario Miami Herald Alana Grajewski, directora del centro de glaucoma infantil del Instituto Bascom Palmer Eye, el diagnóstico la desalentó para encarar una operación que resultara exitosa. La presión ocular en los niños suele estar en un rango que va de 10 a 20. El de Nicolly llegaba a 50.
El 17 de marzo, luego de una operación que demandó tres horas y media, Grajewski respiró: «Fue increíble. Todo salió bien«. Al salir de la sala de cirugía, su presión ocular había descendido a 12. Pero dos grandes parches cubrían sus ojos para protegerlos.
La directora del centro de glaucoma infantil no olvidará tampoco el momento en que, tras descubrir los ojos de Nicolly, la «Princesita» vio por primera vez a Daiana, su madre: «Eso me conmovió muchísimo. De pronto ella se dio cuenta: ‘Oh, esta es mi mami’. Y su madre pudo ver que la reconocía. Fue un momento… que no tuvo precio«.
El mismo día de su operación ocular, los médicos dedicaron 30 minutos a sacar el líquido que tenía en los oídos, lo que le impedía oír con normalidad y le generaba problemas de desarrollo.
«Ahora, mi hija es libre. Ella brilla ahora más que antes«, se emociona Daiana.
Los especialistas del Bascom Palmer Eye Institute planean ahora realizar un entrenamiento a los médicos que atendieron con anterioridad a Nicolly para que puedan detectar a tiempo los glaucomas infantiles y sepan cómo realizar una intervención exitosa.
La pequeña de dos años debió recurrir a anteojos para mejorar su vista, ya que se le diagnosticó una lógica miopía. Color rosa, son inseparables para que Nicolly juegue, cante y baile por toda su casa.
Fuente: Infobae
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