Cuentan que en un lejano país había un rey muy arrogante. Tan arrogante como tonto. Porque este rey eliminaba a quienes se atrevían a contradecirle y lo ponían de mal humor. Cuando recibía a un mensajero proveniente de alguna provincia de su reino, este debía pedir “licencia para hablar”…
REY: ¡Habla!
MENSAJERO: Majestad, traigo una mala noticia.
REY: No quiero oír malas noticias.
MENSAJERO: Majestad, la sequía ha acabado con la cosecha de trigo y los campesinos…
REY: Te dije que no quiero oír malas noticias… ¡Guardias!
GUARDIA: ¡A la orden, Majestad!
REY: Llévense a este traidor a la patria… ¡y córtenle la cabeza!
MENSAJERO: Pero, Majestad, si yo…
Y el mensajero fue ejecutado…
En otra ocasión ocurrió que llegó uno de los ministros ante el Rey:
MINISTRO: Con su permiso, Majestad.
REY: Puedes hablar, ministro. ¿Qué quieres?
MINISTRO: Majestad, malas noticias. El pueblo está protestando. Dicen que los últimos impuestos…
REY: No me traigas malas noticias. Además, el pueblo no tiene nada que decir.
MINISTRO: Pero, Majestad, yo también opino que…
REY: Tú tampoco tienes nada que opinar… Tú estás en contra mía… ¡Guardias!
GUARDIA: ¡A la orden, Majestad!
REY: Llévense a este traidor… ¡y córtenle la cabeza!
MINISTRO: Pero, Majestad, escuche… yo…
Y el verdugo decapitó al Ministro…
Confundiendo el mensaje con el mensajero, el rey consiguió que nadie se atreviera a decirle nada ni a criticar nada de su gobierno.
Pero, los habitantes del reino comenzaron a murmurar…
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¡Los campesinos no aguantan más!… ¡Los comerciantes están furiosos!… ¡Las mujeres en pie de lucha!… ¡Los jóvenes se movilizan! Pero, ¿quién irá a decírselo al rey?
Y sucedió que un día como cualquier otro día, un día de ya basta, un día de ira, el pueblo se levantó contra aquel rey tan arrogante como tonto. Nadie le avisó al rey. Tampoco le dieron la “mala noticia” de que lo habían condenado a muerte.
REY: Pero, ¿qué pasa… un momento… qué pasa…?
El rey no pudo enterarse… que le habían cortado la cabeza.
Tomado de Internet
Dedicado a los políticos tontos y arrogantes, arrogantes por tontos, que confundieron y siguen confundiendo el mensaje con el mensajero. Sordos, no escuchan a nadie. Ciegos, no reconocen ningún error. Ojalá logren rectificar antes… de que sea demasiado tarde.
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