En un reportaje publicado hace dos días, The New York Times señala que «Nicaragua parece regresar a los 80 con el resurgimiento de los contras«, indicando que «los tiroteos en las áreas rurales de todo el país han matado a policías, civiles y soldados; una expresión violenta del enojo generalizado que crece en contra del gobierno».
Este es el reporte:
Nicaragua parece regresar a los 80 con el resurgimiento de los contras
Por Frances Robles
NUEVA SEGOVIA, Nicaragua — Se hace llamar “Tyson”, usa ropa camuflada de la Armada de Estados Unidos y lleva una AK-47 maltratada.
En las montañas nicaragüenses tiende emboscadas contra el gobierno del Presidente Daniel Ortega y anhela los días en que el financiamiento secreto de Estados Unidos pagaba por su lucha en el conflicto en Nicaragua.
“No es una guerra gigantesca”, lamentó junto a otros dos guerrilleros. “Nuestra capacidad no nos permite decir que atacamos todos los días”.
A Tyson y sus hombres les llaman “los rearmados”. Son contras, sí, como los que en los ochenta recibieron dinero furtivo durante la administración de Reagan, para derrocar al gobierno sandinista de Ortega.
Esa guerra terminó, oficialmente, hace más de 25 años, cuando Ortega perdió las urnas. Pero él no se alejó, sino todo lo contrario. Desde su reelección en 2006, Ortega ha impulsado la economía y ha generado nuevos millonarios, pero también ha enfurecido a un gran número de oponentes que condenan el extenso control que tiene sobre las elecciones, el congreso, la policía, los militares y las cortes.
La familia de Ortega, sus amigos y aliados disfrutan lujos como casas en la playa y autos costosos. Controlan las compañías gasolineras, las televisoras y los proyectos públicos de construcción; también abrieron un banco en un gran conglomerado, lo cual ha hecho que muchos críticos comparen a su familia con la dinastía derechista de los Somoza, que Ortega ayudó a derrocar en 1979.
Y ahora los rebeldes juran que le harán lo mismo a él.
“Daniel Ortega no era nadie y ahora es dueño de la mitad de Nicaragua”, dice Tyson. Los contras de hoy son una sombra de lo que alguna vez fueron. Se quejan de que están en la quiebra y afirman que no son más exitosos porque no cuentan con ayuda internacional, como la que tenían durante los años de Reagan.
No obstante, los tiroteos en las áreas rurales de todo el país han matado a policías, civiles y soldados; una expresión violenta del enojo generalizado que crece en contra del gobierno.
Aunque Ortega disfruta un fuerte apoyo por parte de los pobres, fue criticado por los cambios constitucionales que revocaron los límites de los periodos presidenciales, lo cual le permitió ser candidato a la presidencia para un tercer periodo consecutivo este año. Estudiantes, políticos de la oposición y otros detractores acuden al consejo electoral cada miércoles para manifestarse en su contra.
“Es una causa social legítima”, opina Gonzalo Carrión, director del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos.
El gobierno niega que aún haya rebeldes en el país, a pesar de los ataques ocasionales a las estaciones de policía y los asesinatos de sandinistas y contras conocidos. Incluso cuando hombres armados atacaron una caravana de sandinistas después de la celebración de un aniversario en 2014, lo que dejó cinco muertos y 19 heridos, las autoridades culparon a “grupos criminales” por la masacre.
Julio César Avilés, el jefe de la armada, ha dicho: “No hay grupos armados en el país. Lo he dicho en múltiples ocasiones”.
Las organizaciones de derechos humanos acusan a las fuerzas armadas de una campaña secreta de asesinatos. En el verano, un hombre conocido por ser un líder rebelde fue emboscado y asesinado en su casa. Dos personas más también fueron asesinadas el año pasado después de que explotara una mochila que le enviaron a los rebeldes a través de un mensajero de confianza. El líder Contra más infame fue acribillado en 2011, y su sucesor fue encontrado lleno de balas en una zanja en Honduras el año siguiente.
“Es una guerra sucia y silenciosa que no han reconocido”, comenta el reverendo Abelardo Mata, un obispo católico que ha actuado como una especie de mediador entre ambos bandos. Sin ninguna nación que apoye a los rebeldes en la región, algunos de ellos “han recurrido” a reunir dinero trabajando para organizaciones de tráfico de drogas, agregó.
En un video publicado en Facebook, un líder rebelde aseguró que al menos 45 grupos de hombres se habían levantado en armas en las montañas y atacarían instituciones estatales hasta que la administración de Ortega sostuviera elecciones justas y limpias. Pero otros dicen que la cantidad de rebeldes está disminuyendo.
“La armada está matando gente que fue parte de los Contra en el pasado”, asegura José N. Rodríguez, de 38 años, quien resultó herido en la explosión de aquella mochila el año pasado. “Están montando operaciones contra nosotros y sobornan a los civiles. Es muy difícil ganar si sobornan a la gente”.
Rafael Antonio Lanzas, un contra que perdió el ojo izquierdo en la explosión de la mochila, añadió: “No hay muchos combatientes porque los están matando”.
Recuperándose de sus heridas en un escondite, los hombres dijeron que se habían unido a los rebeldes porque se sentían amenazados debido a sus creencias políticas conservadoras. Algunos hombres dijeron que las autoridades se habían rehusado a entregar credenciales electorales a los familiares de las personas que habían estado asociadas con los Contra en los ochenta, así que desenterraron rifles que habían estado sepultados durante décadas.
Su misión, dijo Lanzas, a menudo consiste en marchar a través del campo durante horas sin parar, haciendo proselitismo en torno a los nuevos ricos de la familia Ortega y sus asociados.
Venezuela ha provisto a Nicaragua con cientos de millones de dólares en petróleo cada año de manera preferente, y el gobierno reconoce que gran parte de ese apoyo se invierte en compañías privadas que están ligadas a Ortega y sus aliados. “A mí me parece que le están robando a los venezolanos”, comenta Carrión, el defensor de derechos humanos.
La crisis económica que azota a Venezuela podría convertirse en una amenaza mucho más grande para los Ortega que los rebeldes. Aun así, el petróleo que Nicaragua ya ha recibido en años recientes ha renovado la imagen, y los estilos de vida, de los sandinistas.
“En la jerarquía del partido gobernante, empezamos a ver gente que compraba autos de lujo y casas con un valor de 350.000 dólares en efectivo”, observa Octavio Enríquez, un reportero galardonado de Confidencial, una revista de Nicaragua. “Comenzamos a ver una nueva clase social”.
El director del organismo electoral, Roberto Rivas, tiene una lujosa casa en la costa, que cuenta con un helipuerto. La casa apareció en el programa “House Hunters” y desde entonces ha sido ampliada. Rivas importó más de 400.000 dólares en autos de lujo solo en 2009, reveló el diario opositor La Prensa.
Los hijos de Ortega y algunas de sus esposas tienen cargos directivos en televisoras adquiridas por el gobierno en circunstancias sospechosas. Su nuera dirige la cadena nacional de gasolineras que recibe el petróleo venezolano. Uno de los hijos de Ortega, Laureano, quien trabaja para la agencia gubernamental de impulso a la inversión, fue fotografiado en 2014 con un Rólex de 47.000 dólares, uno mejor que el que usaba años atrás.
El tesorero del partido sandinista, Francisco López, dirige una compañía petrolera, propiedad del gobierno, y una entidad seudopública que ha entregado contratos a su propia compañía familiar para construir casas destinadas a los pobres, informó Confidencial. Al igual que otros funcionarios del gobierno, López no respondió a peticiones para una entrevista.
“Lo veía llegar de sus viajes a Venezuela con una maleta llena de efectivo”, asegura Rodrigo Obregón, quien trabajó como gerente en la compañía seudopública y fue compañero de López en la preparatoria. “Él y sus familiares cerraban la puerta y contaban el dinero toda la noche”.
Obregón explica que perdió su trabajo porque se rehusó a firmar una auditoría maquillada de las finanzas de la compañía.
“La familia Ortega-Murillo se está haciendo cada vez más rica mientras la gente en el campo se muere de hambre”, opina un rebelde que se hace llamar Comandante Rafael. “No saben nada sobre resolver las cosas de manera apropiada. Solo entienden las armas”.
La oficina presidencial no respondió a repetidas peticiones para que comentaran. Pero Bayardo Arce, el consejero económico del presidente, quien fungió como uno de los miembros originales del consejo sandinista durante su primera vez en el poder, afirma que el asunto de la riqueza sandinista es una controversia fabricada por la oposición.
Arce defiende el uso de dinero obtenido mediante el petróleo venezolano para financiar compañías privadas y sostiene que es una nueva forma de utilizar las inversiones de desarrollo internacional, lo cual no es menos inapropiado que los millones de dólares que Estados Unidos entrega a los grupos civiles nicaragüenses para promover la democracia, los derechos humanos y la gobernabilidad.
Dijo que la administración de Ortega debe estar haciendo algo bien. El mes pasado, el Banco Mundial proyectó la economía de Nicaragua con un crecimiento del 4,2 por ciento para 2016, uno de los índices más altos en América Latina.
“Nuestro objetivo número uno es sacar a este país de la pobreza”, dijo Arce. “¿Quién dijo que quienes creen en la justicia social deben andar descalzos?”. Arce, un exitoso empresario, vive en una lujosa casa que fue construida recientemente en un propiedad de cinco hectáreas confiscada durante la guerra.
Aunque los opositores de la clase media en la ciudad y los contras en el campo guardan dudas respecto de la riqueza que rodea a Ortega, las encuestas muestran que el presidente disfruta de un fuerte apoyo.
No es sorprendente: el 38 por ciento del petróleo venezolano se utiliza para financiar proyectos sociales. Se han entregado más de 35.000 casas a la gente pobre durante los últimos dos años, según la página web oficial del gobierno. Las estadísticas del Banco Mundial muestran que la pobreza bajó un seis por ciento de 2005 a 2009.
“Puede que tenga un automóvil costoso, pero los otros presidentes también tenían sus lujos y no ayudaban a la gente”, afirma Verónica Aguilar, de 55 años, respecto a Ortega. Aguilar agrega que conoció en persona a Ortega cuando se inscribió al proyecto Casas para el Pueblo, un programa gubernamental que entrega casas a los pobres.
“Se acercó y me saludó ¡como si me conociera!”, relató.
Su experiencia refleja las dificultades que enfrenta la oposición. Pocas personas desean más guerra, y mucha gente de bajos recursos se ha beneficiado de la administración de Ortega y no les importan las quejas acerca de sus excesos.
“¡Me gané la lotería!”, dijo Ileana Rivas, de 62 años, la vecina de Aguilar en el desarrollo habitacional de Managua. Dijo que obtuvo su casa después de llamar a una agencia gubernamental… y la primera dama le regresó la llamada personalmente.
“No se ven esos casos patéticos de gente desesperada en las calles, los mismos que sí se veían hace 10 o 15 años”, explica Alejandro Martínez, un exitoso empresario sandinista que también es economista. “Hay una distribución de la riqueza que ha llegado hasta la gente que antes estaba marginada”.
Los rebeldes no se la creen. En una muestra de la nueva lealtad política que la administración socialista mantiene con los más ricos del país, el gobierno ha quitado los impuestos de importación para los productos de lujo, como yates y helicópteros.
“Nadie entra a la guerra por gusto”, sostiene Tyson. “Le están robando al pueblo nicaragüense”.
FUENTE: THE NEW YORK TIMES
Facebook Comments