El asesinato del doctor Pedro Joaquín Chamorro, el levantamiento de Monimbó y la toma del Palacio Nacional, sumado a los crímenes que venía cometiendo el régimen somocista contra sindicalistas y jóvenes matagalpinos, fueron el detonante que hizo que el 28 de agosto del año 1978 se diera lo que fue conocido internacionalmente como “La Insurrección de los muchachos”.

En la ciudad de Matagalpa, el 25 de agosto de 1978, el joven José Alberto Chavarría había venido participando en actividades de agitación y propaganda de la Asociación de Estudiantes de Secundaria (AES), cuando fue interceptado en la Colonia El Mazo por una patrulla de la Guardia Nacional. Chavarría había sido denunciado por un ‘oreja’. Ocho disparos de garand terminaron con la vida del estudiante.
La trágica noticia corrió como reguero de pólvora entre los muchachos de Matagalpa. El cadáver de Chavarría fue levantado en una camilla y llevado en hombros por las principales calles de la ciudad en manifestaciones de ira a las que se iban sumando los pobladores. “No más crímenes en contra de los estudiantes”, gritaba la gente y comenzaron a dar armas a quienes en aquellos días eran prácticamente unos niños.
El 26 y 27 de agosto se dieron los primeros brotes de protesta e intercambio de disparos entre muchachos y guardias en varios barrios de la ciudad de Matagalpa, entre ellos Palo Alto, salida a Jinotega, Guanuca, Parque Darío, Avenida Central y sector de Molagüina. El comercio cerró sus puertas en solidaridad con los estudiantes, la mayoría provenientes del Instituto Nacional Eliseo Picado y demás colegios privados (San Luis, Santa Teresita, San José y Liceo Agrícola).
LEVANTAMIENTO GENERAL
El 28 de agosto de 1978 los principales barrios de la ciudad de Matagalpa amanecieron con fogatas, barricadas, la gente tiraba vidrios y obstáculos en las calles para detener el avance de la Guardia Nacional en una desproporcionada lucha campal.
El cuartel de la GN para ese tiempo tenía como 150 efectivos y la dictadura somocista mandó contra los muchachos al batallón Somoza con miembros de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería (EEBI) y el batallón de Contrainsurgencia que estaba ubicado en Río Blanco y Waslala, que tenía entre sus miembros soldados del entonces Consejo de Defensa Centroamericano (Condeca).
Por primera vez en los cielos de la ciudad de Matagalpa sobrevolaron los aviones de fabricación israelí Push and pull y un jet T-33, con el fin de amilanar la moral de los insurgentes.
El tableteo de ametralladoras 30, fusiles garand y Galil se escuchaba de forma estruendosa, mientras los muchachos respondían con pistolas 22 y 38, fusiles 22 y bombas de contacto, las que utilizadas en las partes altas de la ciudad impedían el avance de las tanquetas, pala mecánica e infantería de la GN.
La acción de los muchachos matagalpinos ‘empantanó’ durante una semana a las tropas élites de la Guardia Nacional, mientras a nivel internacional estadistas como Fidel Castro de Cuba, Carlos Andrés Pérez de Venezuela, el general Omar Torrijos de Panamá, Rodrigo Carazo de Costa Rica y José López Portillo de México hacían un llamado a la comunidad internacional a que detuviera el genocidio que se estaba dando en Matagalpa.
LA MASACRE DEL HOTEL SOZA
Entre el fragor de la lucha que se libraba en las calles de Matagalpa apareció en escena y con propósitos de mediación, el entonces arzobispo de Managua, Miguel Obando y Bravo, quien pidió un alto al fuego que fue aprovechado por la Guardia Nacional para incursionar el 30 de agosto en el Hotel Soza, donde masacró a doña Justina Aráuz Matuz de Soza, a Harold Miranda Téllez, a Luis Alfredo Lacayo y a Nubia Montenegro, joven de escasos 16 años y empleada del hotel.
Cuando los muchachos levantados en armas conocieron de la masacre en el Hotel Soza, se desprendieron hacia el lugar dándose un enfrentamiento que llevó a los guardias hacia un hotel que estaba frente al lugar de la barbarie.
La mediación fracasó por la masacre del Hotel Soza y el avance ya incontenible de tropas bien apertrechadas por el norte y sur, iniciándose las ya conocidas operaciones limpieza de la Guardia Nacional, en las cuales el delito era ser joven.
El grueso de los muchachos ante la evidente superioridad de la GN se miró obligado a replegarse hacia el cerro Apante y las propiedades ubicadas en la parte sur de la ciudad, pasando por donde don Uriel Pineda, Salvador Amador en la hacienda Santa Josefina, terminando en la hacienda La Luz, de Julio Rivera.
Entre la columna de muchachos, cuyo número llegaba casi a los mil, estaba Víctor Guevara, Sadie Rivas, Néstor López, Mercedes Tijerino, Ermes y Noel Matuz, Guillermo González, Ernesto Cabrera, Sergio Cruz, Salvador Gutiérrez, Aníbal Rivas, Erwin Cárdenas, Guillermo González, Silvia Soza, Santos Sobalvarro, todos dirigidos por José González Picado.
Cabe señalar que la mayoría de muchachos no tenían experiencia militar y contaban al momento del repliegue con armas de cacería desprovistos de municiones. Sobresalieron en esas armas los rifles 22 proporcionados por el cardiólogo Ernesto Martínez, quien se los entregó a Clarence Silva y Edwin Silva, hijos del doctor Clarence Silva y doña Dolores Montoya.
LA TOMA DE LA PALA MECÁNICA
En los intentos por desalojar a los muchachos, la Guardia Nacional asesinó con un francotirador a Dámaso Blandón y lanzó su infantería con una pala mecánica al frente quitando las barricadas frente al Liceo Agrícola. La ira de los muchachos no dejó pasar a los efectivos de la GN a quienes hicieron retroceder quitándoles la pala a punta de bombas de contacto y pistolas 22, acción dirigida por Róger Venerio.
Mientras se daba la toma de la pala mecánica, una tanqueta del Batallón Blindado fue neutralizada en la calle central por los muchachos con bombas molotov y bombas de contacto.
EL ACTO
La gesta, que fue conocida a nivel internacional como La Insurrección de los Muchachos o Insurrección de los Niños, será recordada hoy a las seis de la tarde en el monumento de los Héroes y Mártires. Gran parte de estos combatientes hoy son padres de familia y demandan que la Asamblea Nacional reconozca esta gesta de los matagalpinos y al Gobierno central que oriente a sus delegados a tener una mejor relación con estos héroes vivientes. (*Relato histórico tomado de las palabras de José González, Julio Pérez, Jaime López, Mirna Soza, Jaime Alfaro, Juan Carlos Callejas, Mirna Porras y Juan Carlos Blandón, entre otros).
Publicado en el Periódico HOY del 27 de agosto de 2012
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