Nancy Minerva Luna Cruz | Metrópoli | 21 de marzo de 2015 |
Descendientes de Leandra Becerra Lumbreras, llegaron a la colonia Miramar procedentes de varios Estados de la República y de Estados Unidos, para dar el último adiós a «la abue», como le decían de cariño sus nietos, bisnietos y choznos.
Nacida en Tamaulipas en el año 1887, vivió 127 años siendo testigo ocular de los hechos que han marcado la historia de la humanidad durante tres siglos. Sus restos serán cremados este sábado al mediodía; en tanto deciden qué hacer con sus cenizas, la urna será guardada por una de sus bisnietas, Miriam Alvear, quien compartió por lo menos cinco años de su vida con la tamaulipeca.
Un dato curioso que ocurrió durante los trámites tradicionales que realiza el ayuntamiento de Guadalajara para el traslado del cuerpo, es que necesitaban un acta de nacimiento de algún familiar directo que tuviera los apellidos Becerra o Lumbreras. Sin embargo, a pesar de que sus descendientes suman más de 200, ya no tenía familiares directos con dichos apellidos, debido a que sus hijos ya fallecieron. Finalmente lograron solventar el asunto presentando un acta de nacimiento de Samuel Alvear Pérez (nieto).Doña Leandra fue tan previsora, que con el apoyo que le daba el gobierno, hizo su “guardadito” para pagar sus gastos funerarios.
Testigo de la historia
Es precisamente este nieto, quien prepara un libro con anécdotas vividas por Doña Leandra con algunos periodistas que acompañaron a «la abue» en sus últimos años de vida. Tanto el señor Samuel Alvear Pérez y Miriam Alvear, platicaron como a diferencia de otras familias de mexicanos una “Adelita” de carne y hueso les contaba sus anécdotas de la Revolución y lo triste que fue para ella despedir a cada uno de sus cinco hijos que murieron antes que ella. «Fue una mujer que nunca se dio por vencida, era muy luchadora y siempre tenía amor para todos».
Sentado contra esquina del féretro que fue colocado dentro del que fuera el hogar de la “Adelita” los últimos cinco años, se encontraba Rafa uno de sus bisnietos. Al ser integrante de un mariachi canta a su abuelita «Amor de los dos», porque ella amaba la música. «Quisiera recordar alguna de su tierra Tamaulipas, pero ya sabrás que cuando te quieres acordar de algo, la memoria falla», dijo el joven. Confesó que algunos de sus conocidos o compañeros no le creían que tenía una bisabuela de 127 años y menos que era Doña Leandra.
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